Alemania
Bruckner 200Bruckner y Ligeti en búsca de la luz
Juan Carlos Tellechea
Kent Nagano, al frente de
la Orquesta Filarmónica Estatal de
Hamburgo, y Martin
Steidler, dirigiendo al Vokalensemble
LauschWerk, entregaron un maravilloso y místico concierto con la
Novena Sinfonía en re menor WAB 109 (inconclusa) de Anton , y la obra Lux
aeterna, (1966), para coro mixto de 16 voces a cappella, de György ,
respectivamente, que emocionó hondamente al millar de espectadores presente en
esta matiné dominical en la gran sala auditorio de la de
Hamburgo.
Nagano, gran conocedor de las posibilidades
acústicas de este monumental recinto, organizó el programa y sus aspectos
técnicos de tal forma que el Vokalensemble LauschWerk cantara desde el “cielo”,
en la penúltima galería (15º piso), de modo que cuando la Philharmonisches
Staatsorchester Hamburg concluyó el tercero y último movimiento de la Novena
(Adagio. Langsam, feierlich), se apagaron las luces de la sala y solamente
quedó iluminado en las alturas el grupo vocal para entonar, seguidamente y sin
intervalo, esa composición coral de Ligeti a modo de “Finale”.
Unción y solemnidad
El maestro
Nagano está consciente de las enormes ondas y
arcos de este cuerpo de una hora de duración. Les da forma con una previsión
superior, ejemplificada por la culminación del primer movimiento (Feierlich,
misterioso), que se construye sistemáticamente a lo largo de varios minutos y
desarrolla un efecto y una fuerza casi apocalípticos. Significativamente, sin
embargo, el sonido global permanece siempre redondo, no “hiere”, y explora
repetidamente los límites acústicos de la Elbphilharmonie.
Fluidez
Puede ser que esto tenga algo que ver con la
técnica de percusión de Nagano, orgánicamente fluida y nunca irregular. Crea
cierta vaguedad y obliga a los músicos de la Orquesta Filarmónica Estatal de
Hamburgo a armonizar muy sutilmente y a escucharse con suma atención.
Hay algunas entradas flotantes, por decirlo de
algún modo, que ponen de relieve el proceso dinámico de la interpretación y que
surgen del momento, no de la mera lectura exacta de la partitura. Esto hace que
la música vibre internamente y le de mucho espacio para respirar.
La percusión establece el tono sombrío y
fatalista que caracteriza toda la interpretación de la Novena de Bruckner. Es
una tonalidad opresiva y evocadora que deja poco margen a la esperanza hasta el
final.
Vitalidad
En el segundo movimiento (Scherzo. Bewegt,
lebhaft – Trio. Schnell) Nagano subraya la vitalidad rítmica y la calidad
danzante del movimiento, aunque mantiene muy bien medida esa alegría rural
habitual de Bruckner. Aquí parece más bien meditativo, antes de que se
precipite el rápido trío, con pasajes ágiles y fluidos en los que las maderas
contrastan con los timbales.
Tras el final deliberadamente abierto del Adagio -Bruckner dejó inacabado el último movimiento- el espectador se preguntaba involuntariamente, al apagarse las luces, qué tormenta amenazará al mundo a continuación.
Lux aeternaA partir de ese instante Nagano permaneció
inmóvil y en el más absoluto silencio delante de la Orquesta, mientras
En la obra, emparentada con el Réquiem de
Ligeti de 1965, que solo contiene las primeras partes de la Misa de Difuntos,
se pone música a la última parte del Réquiem en latín a un
tempo de 56 pulsaciones por minuto.
Inaudibles
En las instrucciones de la partitura el
compositor indica expresamente: “Sostenuto, molto calmo [muy tranquilo], “Wie
aus der Ferne” y “Stets vollkommen akzentlos singen: Las líneas de compás no
significan énfasis”. La mayoría de las entradas deben ser “inaudibles” o “muy
suaves”; se omiten las consonantes antes de una pausa (verbigracia, “lucea” en
lugar de “luceat”).
El sentimiento espiritual de infinitud, la luz
eternamente brillante y perdurable que Lux aeterna lleva como idea básica, se
convirtió en el símbolo de la Novena Sinfonía de Anton Bruckner en este
concierto dominical, como homenaje en el bicentenario de su nacimiento en
Ansfelden (Alta Austria) el 4 de septiembre de 1824; los espectadores aclamaron
y vivaron efusivamente a la orquesta, al coro y a sus directores, al tiempo que
estas insolubles cuestiones permanecían abiertas para todos y cada uno de
nosotros, pobres mortales.
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