España - Castilla y León
Falla, envuelto y precintado
Samuel González Casado

El primer concierto de la temporada de la OSCyL, que comenzó con un minuto de silencio por el fallecimiento de la violista Monika Piszczelok (STTL), consistió en un programa folclórico que hizo especial hincapié en música relacionada con lo español. Hubo un hecho fundamental para el irregular resultado: la cancelación a última hora de
por una emergencia sanitaria.El Concierto de Aranjuez fue sustituido por Fantasía sobre Carmen de Bizet, de Pablo de
Moreno, posiblemente por lo inesperado de su participación (que hay que agradecerle), se mostró insegura, sobre todo al principio, y sufrió algunos accidentes. Hubo de centrarse y, de alguna manera, perder parte de su tradicional conexión con el público, que fue recuperando en cierta medida según se acercaba el final. En algunos momentos más líricos salió a relucir la sensibilidad de esta artista, que dejó entrever rasgos interesantes de una versión que careció de redondez, aunque desde luego las circunstancias no ayudaron.
Kauyumari, la obra de la compositora en residencia 2024-2025,
, parte de una fácilmente asimilable melodía popular que va evolucionando temáticamente. Su crescendo más o menos mantenido, su estupenda orquestación y su ritmo crean una expectativa en el público que se ve recompensada continuamente, pues no hay nada abrupto y todo fluye hasta su gran final. Yo hubiera agradecido algo más de innovación, pero reconozco que disfruté con una obra que no sobresalta.También me dio la sensación de que, en cuanto a compositores residentes, se sigue la senda de un folclorismo que permite el disfrute de la música contemporánea por el público de gustos mayoritariamente conservadores que acude a la sala, como ocurrió con
Se había comenzado con lo que terminó resultando lo mejor de la noche: la Suite n.º 1 de La arlesiana, de Bizet.
Recargada de efectos, Fischer construyó la obra de Falla desde la orquestación, y muchos momentos sonaron excesivos, ajenos a las principales tradiciones interpretativas de esta música, como la norteamericana, la española o la del compatriota Ansermet. Hubo también algunos problemas técnicos que comprometieron la transparencia, como unas castañuelas de sonido ausente, a lo que puede haber contribuido la posición algo más adelantada de la orquesta (habrá que recalibrar volúmenes).
Para compensar, se pudo disfrutar plenamente de algunas partes (y pasajes) en los que se apreció finura en la utilización y alternancia de las familias instrumentales, como en La tarde o en gran parte de la Danza de los vecinos. También hay que agradecer las sorpresas que Fischer es capaz de regalar, muchas de ellas no anunciadas en los ensayos, y que dotaron a El sombrero de tres picos de una joie de vivre contagiosa, la cual terminó entusiasmando a parte del público.
Además, según algún testimonio interno, parece ser que Fischer ha mejorado la versión de estas dos suites respecto a su anterior interpretación, así que espero que la próxima vez trascienda aparatosos envoltorios difíciles de desprecintar y ponga por delante lo esencial, una opción recomendable para esta música.
Comentarios