España - Madrid

Teatro Real

Melodrama entre bastidores

Germán García Tomás
jueves, 14 de noviembre de 2024
McVicar, Adriana Lecouvreur © 2024 by Javier del Real | Teatro Real McVicar, Adriana Lecouvreur © 2024 by Javier del Real | Teatro Real
Madrid, domingo, 29 de septiembre de 2024. Teatro Real. Adriana Lecouvreur. Commedia-dramma en cuatro actos. Música: Francesco Cilea. Libreto: Arturo Colautti, basado en la obra de teatro homónima de Eugène Scribe y Ernest Legouvé. Estreno en el Teatro Real. Dirección de escena: David McVicar. Escenografía: Charles Edwards. Vestuario: Brigitte Reiffenstuel. Iluminación: Adam Silverman. Coreografía: Andrew George. Reparto: Ermonela Jaho (Adriana Lecouvreur), Brian Jagde (Maurizio), Elína Garança (Princesa de Bouillon), Nicola Alaimo (Michonnet), Maurizio Muraro (Príncipe de Bouillon), Mikeldi Atxalandabaso (Abate), David Lagares (Quinault), Vicenç Esteve (Poisson), Sylvia Schwartz (Jouvenot), Monica Bacelli (Dangeville). Bailarines: Anatole Zangs (Paris), Federico Wagner (Mercurio), Kevin Gibbs-Meunier (Jupiter), Margritte Gouin (Venus), Andrea del Castillo (Minerva), Irene Savary, Laurine Ristroph (pastores), Meri Bonet (Eris), Mónica Domínguez (Juno). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. José Luis Basso (director del coro). Dirección musical: Nicola Luisotti. Producción de la Royal Opera House, el Gran Teatre del Liceu, la Wiener Staatsoper, la Opéra National de Paris y la San Francisco Opera.
0,0010312

Quién le hubiera dicho a Francesco Cilea (1866-1950), representante de la Giovane Scuola -la escuela verista de composición-, que iba a ser recordado para la posteridad con una única ópera, un título que conjugando los fuertes arrebatos dramáticos del recién inaugurado verismo, la herencia del melodrama italiano y ribetes de ópera francesa iba a recoger en una obra músico-escénica la peripecia vital y artística de un personaje histórico cuya estrella sufrió un desdichado cenit: una consumada actriz de teatro en la Francia de 1730 que apasionó literariamente en un primer momento al romántico Eugène Scribe y Ernest Legouvé, cuyo texto en francés sirve de base al que el libretista Arturo Colautti elaboró para Cilea. 

Adriana Lecouvreur es la obra escénica que ha dado fama a su autor, algo parecido a lo que ocurrió con sus dos colegas de estética operística, Mascagni y Leoncavallo, que vivieron toda su artística bajo el peso del éxito que cosecharon sus primeros títulos con los que inauguraron esta nueva forma de entender y hacer teatro musical a través de hondas y agitadas emociones. Nada más lejos de otra figura coetánea, esta sí una auténtica gloria nacional transalpina: Giacomo Puccini, el imbatible triunfador finisecular y del primer cuarto de siglo XX que por medio de su docena de óperas no dejó de colocarse en ningún momento los laureles del éxito operístico hasta su muerte en 1924, justo ahora hace un siglo.

Pero con esta Adriana basada en la vida de Adrienne el señor Cilea consiguió una obra maestra, dentro de ese indisimulado gusto de la época por las ambientaciones barrocas y preclásicas como evidencian las anteriores Manon Lescaut y Andréa Chénier, y el interés argumental por la actuación y el teatro que parte desde La Gioconda de Ponchielli y llega hasta Tosca. Dos años posterior a este último título pucciniano, ya que vio su estreno en el Teatro Lírico de Milán en 1902, Adriana Lecouvreur es una ópera que podríamos calificar de obra de arte total ya que se acerca en cierto sentido, aunque con muchas comillas, a la idea de drama musical wagneriano. 

Monica Bacelli (Dangeville), Sylvia Schwartz (Jouvenot) y otros en ‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.Monica Bacelli (Dangeville), Sylvia Schwartz (Jouvenot) y otros en ‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.

No lo decimos por el empleo del leitmotiv y la melodía infinita, pues el compositor hace un tratamiento muy teatral, wagnerianamente discreto e intuitivo de los motivos que utiliza a lo largo de sus cuatro actos, identificando a personajes más que a situaciones, siendo el de la protagonista el de más arrollador lirismo, y pese al continuum musical verista, con la inclusión de arias y dúos en el sentido tradicional. Hablamos más bien del sensacional sentido de unidad teatral que posee la obra, al unificar teatro hablado con teatro cantado -parlato- además de baile y coreografía de una forma ágil y fluida, característica que ha sabido cristalizar con letras doradas en este montaje que ha recuperado el Teatro Real en el estreno de la ópera de Cilea en su escenario.

Porque la dramaturgia del británico David McVicar, un regista amante de la belleza y la distinción como demostró en sus puestas en escena para Otra vuelta de tuerca y Gloriana de Britten o Don Carlo de Verdi, resucita con una viveza inédita y realismo histórico el espíritu de la Comédie Française y todo lo que la rodea con el sostén de la escenografía dieciochesca elaborada por Charles Edwards, de enorme exquisitez estética -que alcanza incluso a la forma de abrir las bambalinas, tal es el grado de distinción de la propuesta- y el vestuario, lujoso y rico, de Brigitte Reiffenstuel. No es ya la tramoya y el variado atrezzo del acto primero en un movimiento escénico de gran dinamismo, sino también la ambientación escénica del acto segundo, en la habitación de la princesa de Bouillon, cuyo diseño arquitectónico y decoración del mobiliario nos deslumbra por su barroquismo.

‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.

Por no hablar de la fiesta del acto tercero con ese escenario dentro del escenario que representa el episodio mitológico de Paris por medio de un bucólico ballet clásico de Andrew George con figurines de gran detallismo no exento de la tensión precursora que se desencadenará entre las dos mujeres, Adriana y la Princesa, mientras aquélla interpreta el monólogo de Fedra de Jean Racine -sí, ese del famoso Cantique coral de Gabriel Fauré- con indirectas veladas hacia su rival. Tales dosis de refinamiento y perfecto encaje de piezas escénicas se ven muy escasas veces en los teatros líricos, y cuando una inauguración de temporada se realiza con tales mimbres, es de agradecer el disfrute que hace pasar al espectador y es digna de alabar la apuesta del coliseo de la Plaza de Oriente, que con el rescate de esta producción internacional ha puesto el listón muy alto.

Y máxime cuando el elenco responde a las expectativas y las exigencias. En el primero de ellos, la soprano Ermonela Jaho (Tirana, 1974) vuelve a apuntalar sus credenciales de estupenda cantante y actriz tras dar vida a Butterfly y Mimì años atrás en este mismo escenario, en un personaje, el de Cilea, que como el de Cio Cio San -su más emocionante recreación- requiere conjugar sin distinciones el manejo de esa doble faceta. Dignidad, presencia y humanidad son las cartas con las que envuelve a su Adriana, que presenta con un emocionante aria “Io son l’umile ancella”, la más célebre página de la ópera, cantada con sutileza, sin estridencias, con un excelente control de los planos dinámicos y regulando intensidades, desde la mezza voce hasta el agudo con leve vibrato, a cuyo término se desencadenó una cerrada ovación. Como en su otra esperada intervención en solitario ya en el cuarto acto, “Poveri fiori” -con la desoladora melodía del preludio-, un acto todo él que hace completamente suyo en el terreno emocional, pues por medio de una vocalidad descarnada la soprano albanesa se entrega enteramente al sufrimiento del personaje envenenado por su enemiga. El aplomo y la elegancia con que envuelve a sus dos hablados -previo al mencionado aria y el del monólogo en melodrama del tercer acto- contribuye aún más a engrandecer su caracterización de Adriana, un rol que la Jaho ya ha hecho suyo.

Precisamente encuentra una rival a su altura en otra extraordinaria artista, la mezzo letona Elina Garança (Riga, 1976), digna heredera de cantantes de esta parte como Cleopatra Ciurca o Elena Obratzsova, revistiendo de enorme belleza al personaje de la Princesa por medio de su mórbido registro central, agudos contundentes y dramáticos, y graves con los que infunde desdén y desprecio. Resulta un auténtico espectáculo vocal su enfrentamiento con Adriana al final del acto segundo, que permitió gozar de momentos de exaltado dramatismo. 

Nicola Alaimo (Michonnet), Ermonela Jaho (Adriana Lecouvreur), Monica Bacelli (Dangeville) y otros en ‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.Nicola Alaimo (Michonnet), Ermonela Jaho (Adriana Lecouvreur), Monica Bacelli (Dangeville) y otros en ‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, septiembre de 2024. © 2024 by Javier del Real | Teatro Real.

También hubo suerte en el apartado masculino, pues dando vida al enamorado Maurizio, que goza del amor de dos mujeres, se encontraba Brian Jagde, tenor lírico de innegable belleza en el color y con gran proyección, quien infunde arrojo vocal a sus dúos con Adriana, demostrando ser además un estupendo fraseador y con un fino canto legato, baste como ejemplo cómo abordó las frases “La dolcissima effigie” y “Bella tu sei, tu sei gioconda” en el dúo del primer acto. Completa el cuarteto protagonista el Michonnet del barítono Nicola Alaimo, muy paternal, matizado y teatral como todos los roles que le hemos visto al cantante italiano en este teatro.

En el apartado de secundarios el tenor Mikeldi Atxalandabaso con el ladino Abate suma un personaje más a su lista de referenciales recreaciones cómicas o pseudo cómicas, aquí con hechuras de intrigante en inseparable compañía del Príncipe, interpretado por el bajo de timbrado registro Maurizio Muraro. La troupe de compañeros comediantes de Adriana funcionó como un solo bloque en las voces de David Lagares, Vicenç Esteve, Sylvia Schwartz y Monica Bacelli. Alusión igualmente para el cuerpo de ocho bailarines arriba señalados en la escena de ballet donde se fusionan y simultanean magistralmente las acciones de la representación y de los espectadores, algo que Puccini ya había explotado previamente.

Desde el foso, el maestro Nicola Luisotti demuestra su perfecto entendimiento del repertorio y revive la partitura de Cilea con todas sus sutilezas instrumentales, y como acostumbra, aporta una gran discursiva, dejando fluir el canto adecuándose a la naturalidad de la cantabilità y no renunciando al impulso dramático, aprovechando todos los momentos que como prolongación lírica Cilea destina a la orquesta en el fluir melódico. Para ello se apoya en unos conjuntos orquestales y corales que conoce a la perfección -este último protagonista únicamente en el acto tercero- y que recrean toda la magnificencia y esplendor de una ópera que por fin el público de Madrid ha presenciado en escena como realmente se merece.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.