Alemania
Ni viajando en el tiempo se llega a Reims
Juan Carlos Tellechea
Jan Essinger, con su
divertida e ingeniosa puesta en escena, así como el director Giovanni
Conti, con su vívida interpretación musical, al frente de la
orquesta Niederrheinische
Sinfoniker, se ganaron merecidamente esta tarde una eclosión de
prolongadas ovaciones y altisonantes aclamaciones tras el estreno de una nueva
producción de Il viaggio a Reims de Gioachino Rossini en el Teatro de Mönchengladbach.
Trama
La jocosidad del drama deslumbra ni bien se abre el telón con la “noticia” proyectada sobre una pantalla: “
Sensacional hallazgo en el Bajo Rin. Un equipo de expertos arqueólogos ha recuperado un carruaje del siglo XIX que contenía numerosas personas vivas. Según sus declaraciones, viajaban a Reims, para participar en las celebraciones de la coronación del rey Carlos X. Con la ayuda de una máquina del tiempo, las personas varadas en el presente van a ser transportadas a su propia época, pero a algunas de ellas parece gustarles más el mundo moderno...
Incontenible resulta la hilaridad de los espectadores cuando en los subtítulos se comenta que el camión que trae la gigantesca máquina electrónica se demora por los atascos en un bien conocido y muy transitado cruce de autopistas de la región.
Para colmo, cuando por fin
desciende del cielo el artefacto trasladado con toda premura en un helicóptero,
alguien se encarga en tierra de sabotearlo para que nadie pueda partir hacia el
pasado. Jan Essinger encuentra una lectura entretenida y chistosa para una
historia absolutamente insulsa.
Historia
Rossini, el maestro de la ópera bufa, compuso
en realidad Il viaggio a Reims como cantata scenica en homenaje al último Borbón coronado en Francia en la monumental catedral gótica de Nuestra Señora de
Reims (del siglo XIII) el 29 de mayo de 1825. Carlos X sería el 33º
soberano francés ungido allí en poco más mil años de historia de este templo
católico invocado a la Virgen María.
Il viaggio a Reims ocupa un lugar especial en
el canon de obras redescubiertas de Rossini. Sin embargo, el compositor la
quitó del programa después de tres representaciones y utilizó gran parte de la
música en su ópera cómica El conde Ory tres años más tarde.
De todas maneras, la obra fue empleada dos
veces más en el siglo XIX antes de caer en el olvido. En 1848 el Théâtre
Italien se las arregló para ponerla de nuevo en escena, con un nuevo libreto
titulado Andremo a Parigi?, para celebrar, esta vez, nada menos que las
barricadas revolucionarias.
Investigación
Tras una nueva y fugaz reaparición como Il
viaggio a Vienna, en 1854, con motivo de la boda de Francisco
José I con Isabel de
Baviera (Isabel de Austria o “Sissi” para el mundo de habla germana),
no se volvió a saber nada de la ópera y la partitura se dio por desaparecida
durante más de un siglo, hasta el descubrimiento en 1977, en la Biblioteca del
Conservatorio de Santa Cecilia de Roma, de las partes no prestadas para Le
Comte Ory.
Gracias a la Fundación Rossini de Pesaro, la
musicóloga Janet Johnson,
asistida por Philip
Gossett, reconstruyó y publicó la partitura de la ópera, que se
representó en el Festival de Ópera Rossini de Pesaro el 18 de agosto de 1984,
con Claudio
Abbado al frente en una memorable producción dirigida por Luca Ronconi y
escenografía de Gae Aulenti.
Desde entonces, la ópera se ha reestrenado en muchos de los principales teatros
del mundo, como en 1985 en La Scala de Milán.
Contrariamente a lo esperado, el extraordinario
número de cantantes necesarios para representar Il viaggio a Reims y la relativa
falta de gracia de su argumento facilitaron su difusión en lugar de ser un
obstáculo para ello. Por un lado, se ha visto que, dado que las partes vocales
no son especialmente extensas, la ópera puede confiarse fácilmente a una
compañía de jóvenes; por otro, ofrece a los directores imaginativos la
posibilidad de entregarse a la puesta en escena y a los trucos de dirección,
como es el caso de esta divertidísima versión de Jan Essinger con escenografía y
vestuario de Benita Roth
estrenada en el Teatro de Mönchengladbach.
Concertante magistral
Entre los números más destacables está sin duda
el gran concertante a catorce voces (tres sopranos, una contralto, dos tenores,
cuatro barítonos y cuatro bajos) con el que magistralmente se señala el nudo
central de la trama. En él Rossini lleva al extremo su habilidad para concertar
a todos los solistas del elenco en el momento de estupor general. La magnífica
interpretación, bajo la égida de
Los personajes de la obra se dividen, pues, en
dos grupos. Los primeros son los viajeros del siglo XIX que se dirigían a Reims
y también van vestidos con trajes de época. Los otros forman parte del equipo
de arqueólogos que quiere devolver a los viajeros al siglo XIX con ayuda de la
susodicha máquina del tiempo.
Essinger desarrolla una comedia que
se desvía algo del original de Rossini (los viajeros no podían partir porque no
había caballos disponibles) en algunos aspectos, pero no por ello es menos
disparatada y despliega una exuberante comedia de situaciones. Tras la
decepción inicial, los invitados hacen de la necesidad una virtud y celebran su
propia fiesta en el jardín del Hotel de la Flor de Lis de Oro.
Locura
La Condesa de Folleville (Sophie Witte), loca por la
moda, está desesperada porque el carruaje que transportaba su guardarropa se ha
estrellado y ahora no tiene ni idea de qué ponerse para la fiesta. El general
ruso Conde de Libenskof (Patrick
Kabongo) está furiosamente celoso del Grande español Don Álvaro (Rafael Bruck) porque
coquetea con la Marquesa polaca Melibea (Eva Maria
Günschmann) y quiere retarle a duelo.
El tímido Lord Sidney (Matthias
Wippich) está locamente enamorado de Corinna (Sofia Poulopoulo),
una artista repentizadora romana, pero no se atreve a confesarle abiertamente
su amor, a diferencia del oficial francés Cavaliere Belfiore (Bryan López
González), que la corteja abiertamente pese a mantener una relación
con la Condesa de Folleville. El literato italiano Don Profondo (Hayk Deinyan) es un
apasionado coleccionista siempre a la caza de extrañas antigüedades, y el
comandante Barón de Trombonok (Gereon
Grundmann) se ve a sí mismo como el tesorero encargado de organizar
el viaje con disciplina germánica.
Esta producción
Rossini enriquece esta historia más bien escasa
con una música increíblemente viva y compone arias y escenas grandiosas para
cada uno de estos personajes, haciéndoles parecer entrañables pese a su locura.
En esta producción, Essinger introduce los mayores cambios en los
cuatro últimos viajeros. Trombonok pasa de tesorero a cochero, que conducía el
carruaje en el accidente y se rompió el brazo en el proceso. Melibea ya está
casada con Libenskof, por lo que Delia (Sabine Sanz) muta de la
huérfana real que acompaña a Corinna a la madre de gatillo fácil de Libenskof,
que primero mata a una liebre, luego a un pájaro y finalmente incluso a un
jabalí. Ella tiene tan poco que cantar como en la versión original de la obra.
El hecho de que la Sra Cortese (Antonia Busse)
sea la directora del instituto de investigación es una consecuencia lógica de
esta interpretación. Si la artista de la improvisación Corinna puede ser
considerada un genio de la informática es ciertamente una cuestión de opinión.
Lo que sí tiene gracia es la idea de presentar al grande de España, Don Álvaro,
enamorado de Melibea, como el principal científico del instituto, que acaba
saboteando su propia investigación y a la máquina del tiempo por amor a la
Marquesa polaca.
Coronas
Con una buena dosis de ironía, esta máquina es
literalmente llevada a su tumba en el sitio arqueológico tras el intermedio,
antes de que se celebre un festín con los animales sacrificados por Delia.
Aunque al final la máquina del tiempo destruida ya no puede transportar a nadie
a otra época, al menos escupe numerosas coronas durante el canto de homenaje de
Corinna, con las que todos los personajes de la obra se coronan al final.
El hecho de que el estreno pueda tener lugar se
debe principalmente a la soprano Antonia Susanne
Seefing como Maddalena y Lisa
Kaltenmeier y Anna Lautwein,
que se insertan en la historia como las dos policías Angela e Isabella.
Busse interpreta su cavatina de apertura “Di
vaghi raggi adorno” con una esbelta voz de soprano y clara coloratura, de forma
casi cómica y juguetona. La Orquesta Sinfónica del Bajo Rin, bajo la égida de
Giovanni Conti, entregó una brillante interpretación. Los tempi vertiginosos en
los pasajes parlando, la coordinación entre el colectivo musical y los
cantantes fue siempre perfecta.
Maravilla
Sophie
Eva Maria
Como Melibea, Günschmann posee una rica voz de
mezzosoprano que adquiere rasgos muy seductores. Los dos desarrollan un gran
entusiasmo en el dúo de reconciliación tras el intervalo, en el que no solo
brillan vocalmente, sino que también desaparecen sugerentemente en la cabina de
una plataforma elevada a la izquierda del escenario para un pequeño y erótico
retozo pastoril.
En el papel de Álvaro, Rafael
Cautivante
La poderosa y redonda voz de soprano de
En el dúo con Bryan
Wippich también se marca una maravillosa
comedia en “Dell' aurea pianta” (“Dios salve al Rey”) en el final. Gereon
Rossini anticipa himno alemán
Otro momento musical culminante, como se señala
más arriba, es el gran conjunto de 14 voces antes del intervalo, en el que al
principio todos están desesperados porque el viaje no puede continuar, pero
luego todos se alegran porque deciden viajar a París en su lugar. La carta que
la Sra. Cortese supuestamente recibe de su marido la trae el pájaro que Delia
había derribado antes.
Los solistas llegan a un furioso final vocal.
Giovanni Conti da vida a la sobrecogedora música de Rossini con la Orquesta
Sinfónica del Bajo Rin. Un momento de sorpresa puede ser también el hecho de
que Rossini ya anticipara en 1825 las armonías del Himno nacional alemán al
utilizar el Himno
imperial compuesto por Joseph Haydn a finales del
siglo XVIII como parte de las melodías tradicionales que los invitados cantan
individualmente a sus respectivas patrias al final de la pieza. Las casi tres
horas pasan como si hubieran sido 30 minutos y el público celebra a la
producción y a todo el elenco con estentóreas y merecidas ovaciones. ¡Muy buen
trabajo!
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