Italia

Cagliari: vuelve una gran Adriana

Jorge Binaghi
viernes, 22 de noviembre de 2024
Pontiggia, Adriana Lecouvreur © 2024 by A. Giuntini / Teatro Lirico di Cagliari Pontiggia, Adriana Lecouvreur © 2024 by A. Giuntini / Teatro Lirico di Cagliari
Cagliari, domingo, 3 de noviembre de 2024. Teatro Lírico. Adriana Lecouvreur (Milán, 6 de noviembre de 1902). Libreto de Arturo Colautti. Música de F. Cilèa. Dirección escénica; Mario Pontiggia. Escenografía: Antonella Conte. Vestuario: Marco Nateri. Luces: Andrea Ledda. Coreografía: Luigia Frattaroli. Intérpretes: Fiorenza Cedolins/Rachele Stanisci (Adriana), Marco Berti/Aleksandr Antonenko (Maurizio), Anastasia Boldyreva/Chiara Mogini (Princesa de Bouillon), Enrico Marrucci/Italo Proferisce (Michonnet), Abramo Rosalen/Volodymir Morozov (Príncipe de Bouillon), Saverio Pugliese/Mauro Secci (Abate de Chazeuil), y otros. Bailarines, coro (preparado por Giovanni Andreoli) y orquesta del Teatro. Director: Fabrizio Maria Carminati.
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Han pasado más de cuarenta años desde la última de vez de la presencia de este título en los escenarios de la ciudad. Ahora el Teatro Lirico decidió reponerlo en un nuevo acto del interés de sus autoridades por la llamada ‘giovane scuola’, que no es el caso aquí de identificar con ‘verista’. Y se trata del título fundamental de su autor y de uno de los pilares de esa época y estilo.

La nueva producción de Mario Pontiggia, con la colaboración de Angelica Dettori, es simple, clásica, tradicional, sin sorpresas. Según lo que piense cada uno eso puede ser bueno o malo. Al público le agradó y también a quien esto escribe, pues es ópera firmemente vinculada a una época, que no admite transposiciones de tiempos, lugares, y no da lugar a inspiraciones más o menos geniales. Los resultados fueron en general correctos, aunque no todos los intérpretes (como es habitual en la actualidad en muchos sitios se alternaron dos repartos) estuvieron a la altura.

Bellos trajes de Marco Nateri, decorados apropiados de Antonella Conte, iluminación correcta pero no muy original de Andrea Ledda. Si la coreografía de Luigia Frattaroli para ‘El juicio de Paris’ del tercer acto sólo era funcional (y el ‘pastorcillo’ un tanto robusto y crecido) pasaba sin dejar huella y no molestaba.

En todo caso este título, como es bien sabido, hay que evaluarlo sobre todo por el aspecto musical. Repitiendo que todo no se situaba al mismo nivel, podíamos contar con una buena versión orquestal y una gran protagonista en el primer reparto.

Fabrizio Maria Carminati dirigía con gran oficio a los profesores de la orquesta del Teatro con resultados en conjunto buenos. Tal vez en algunos momentos sonaba fuerte y pesada, pero nunca comprometía el rendimiento de los cantantes. El coro, preparado por Giovanni Andreoli, participaba con gran corrección en todos los aspectos.

Lo que se retendrá siempre de esta reposición es que con ella regresaba a las escenas italianas, luego de siete años de ausencia de las mismas, Fiorenza Cedolins para interpretar una ópera completa. Los motivos de ese paréntesis seguramente forzado (ha estado muy activa en otros terrenos, ha cantado en conciertos y concursos, y ha interpretado al menos tres óperas en Sofía) pueden ser varios, y no es una crítica el lugar adecuado para intentar explicarlos o comprenderlos.

‘Adriana Lecouvreur’ de Cilèa. Director musical: Fabrizio Maria Carminati. Dirección escénica; Mario Pontiggia. Cagliari, Teatro Lírico, noviembre de 2024. © 2024 by Ariana Giuntini / Teatro Lirico de Cagliari.‘Adriana Lecouvreur’ de Cilèa. Director musical: Fabrizio Maria Carminati. Dirección escénica; Mario Pontiggia. Cagliari, Teatro Lírico, noviembre de 2024. © 2024 by Ariana Giuntini / Teatro Lirico de Cagliari.

El caso es que la artista ha demostrado una vez más estar a la altura de su -más que bien ganada- fama y se encuentra siempre en posesión de un instrumento utilizado con precisión, firmeza, volumen y extensión sobrados, de bello color y reconocible, aparte de homogéneo, que ha adquirido mayor consistencia aún en los registros central y grave sin haber perdido sus recordadas notas filadas o la seguridad en sus agudos. La emisión y proyección siguen siendo un ejemplo de la gran escuela de canto italiana y le sirvieron, además, para una interpretación magnética y totalizadora de un personaje que siempre ha sido uno de sus caballos de batalla. En particular se ha acentuado su capacidad para los momentos más dramáticos (el dúo con la princesa en el segundo y los dos últimos actos), lo que no significa que su aria de entrada o los dúos y diálogos con Maurizio y Michonnet no la hayan encontrado siempre en gran forma, sino que no me sorprendieron.

Obviamente destacó en el monólogo de Fedra y el final del tercer acto. El secreto del arte de conversación sigue en buenas manos y bien harían muchas ‘especialistas del verismo’ en seguir su ejemplo. Sería mucho más que interesante que recuperara (no sólo en Italia) el lugar que le corresponde.

Marco Berti posee siempre un timbre claramente tenoril y una extensión notable, con un agudo seguro, que fuerza sin necesidad y no intenta las medias voces que la parte del pretendiente al trono de Polonia exige. También como actor resulta sumamente convencional.

Anastasia Boldyreva fue una Bouillon de bella estampa, y es lástima que su voz y su emisión resulten en general demasiados ‘eslavos’ y guturales como para permitirle una caracterización completa de su parte.

Enrico Marrucci presentó un Michonnet excesivamente cómico en el primer acto, cantado de modo discreto (echa los restos en el monólogo, con razón), pero el personaje exigiría más, mejor y diverso enfoque. Muy bien en cambio el Abate de Saverio Pugliese y el Príncipe de Bouillon de Abramo Rosalen, en absoluto voces ‘de comprimario’. Por una vez bien conjuntados y de dicción clarísima los cuatro artistas amigos de Adriana en las voces de Marco Puggioni, Alessandra Della Croce, Anastasiya Snyatovskaya y Nicola Ebau.

Público bastante numeroso y con demostraciones de entusiasmo para Cedolins.

En el segundo reparto la asistencia y el éxito fueron menores. Rachele Stanisci debutaba la protagonista y lo hizo muy correctamente, pero con poca personalidad y acento convencional, además de un canto bastante monótono. Chiara Mogini fue muy interesante en la princesa, pero la voz es, por ahora, demasiado clara. Aleksandr Antonenko resultó una sorpresa en Maurizio, pero si la voz sigue siendo voluminosa y extensa los ataques son inciertos, y las medias voces que intentó, totalmente destimbradas; por actuar no es que se haya preocupado demasiado. Italo Proferisce fue un buen Michonnet, acertado en todo aunque no siempre de relieve. El Abate de Mauro Secci y el Príncipe de Volodymyr Morozov resultaron correctos. Lo demás se repitió sin variaciones. 

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