Francia

¿Qué hacemos con la orquesta?

Francisco Leonarte
miércoles, 27 de noviembre de 2024
Sara Blanch © 2024 by sarablanch.com Sara Blanch © 2024 by sarablanch.com
París, jueves, 7 de noviembre de 2024. Théâtre des Champs-Élysées. Le Comte Ory, opera en dos actos. Música de Gioachino Rossini. Libreto de Eugène Scribe y Charles-Garpard Delestre-Poirson. Versión de concierto. Con Cyrille Dubois (Comte Ory), Sara Blanch (Comtesse Adèle), Ambroisine Bré (Isolier), Nicola Ulivieri (le gouverneur), Monica Bacelli (Ragonde), Sergio Villegas-Galvain (Raimbaud), Marielou Jacquard (Alice), Lucas Pauchet, Flore Royer y Pierre Barret-Mémy (trois coryphées). Choeur de Chambre de Rouen. Choeur Sorbonne Université. Frédéric Pineau, director del coro. Orchestre de Chambre de Paris. Dirección musical, Patrick Lange.
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Permítanme comenzar hablándoles sinceramente. Con la catástrofe de la inundaciones en la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Andalucía, servidor de ustedes no tiene ánimo para nada. Pero las entradas fueron compradas hace meses, y es bueno buscar también distracción a la tristeza. 

Así que vamos a escuchar una de las obras más finamente humorísticas del repertorio, la rossiniana Le Comte Ory.

El libreto, que inaugura una cierta tradición -sobre todo francesa- de libretos en que monjas y frailes son puestos en solfa con más o menos acritud, se debe (ya en 1828) a Scribe como coautor. 

Y la música rossiniana, tomada en parte de su deliciosa ópera de circunstancias Il viaggio a Reims, será a su vez fuente de inspiración para buena parte de la opéra-comique y la opereta francesas, con algunas pinceladas que Hervé y Offenbach sabrán mucho más adelante desarrollar y explotar.

Pieza enlazada

Para encarnar al protagonista, Cyrille Dubois. A menudo hemos podido ensalzar a Dubois -recientemente de hecho tras su participación en otra opéra-comique, Le domino noir- pero en este caso fuerza es reconocer que su talón de Aquiles, la falta de agudos, es demasiado notable. 

El conde Ory necesita, como todo rol rossiniano, facilidad en los agudos, y Dubois no la tiene, debiendo negociarlos como puede cuando no hay forma de saltárselos a la torera. Si a eso añadimos que Dubois está muy pendiente de su atril (lo que le impide emitir el sonido hacia el graderío) y que vuelve a hacer su personaje habitual, que es más bobalicón que listo, más inocente que taimado, y más bonachón que depravado, desdibujando al héroe previsto por Scribe, Delestre-Poirson y Rossini, el resultado es pobre. Lástima. No era su papel.

Le da la réplica como condesa Adela la española Sara Blanch. Voz muy limpia, registro homogéneo, gran facilidad en las coloraturas, buena pronunciación francesa (y la cosa no es fácil ni siquiera para los franceses), buena inteligibilidad, agudos de buen volumen, seguros y bien mantenidos... Y además, la guinda del pastel, una irresistible vis cómica. Blanch es la gran triunfadora de la noche. Máxime cuando conoce bien su papel y, menos pendiente de su atril, puede lanzar el sonido hacia arriba. Apabullante. Un placer para todo el público.

Pieza enlazada

A su lado, como el paje Isolier, Ambroisine Bré queda esaboría. Cierto, su timbre es un manjar, afrutadísimo, de esos que abren enseguida el apetito. Pero su volumen es escaso (ya lo hacíamos notar cuando abordó Armide de Lully recientemente en la Opéra-Comique) y poco lucidos sus graves, y nada notable hay en la composición de su personaje. Cumple pero sin más.

Más a gusto se encuentra el más experimentado Nicola Ulivieri, con buen fraseo y buena extensión, amén de volumen e inteligibilidad más que aceptables.

También la Ragonda de Monica Bacelli resulta satisfactoria, gracias sobre todo a su bonito color de contralto y a su presencia vocal; y satisfactoria Marielou Jacquard como Alice.

En cuanto a Raimbaud, a quien Rossini reserva una de esas arias de catálogo propias de la ópera bufa (y que la opéra-comique adopta también) en que se cuenta tanto como se canta y que son una fiesta cuando están bien conta-cantadas, Sergio Villegas-Galvain no da tampoco la talla. Volumen escaso, escasa inteligibilidad, poca gracia... ¿Todo culpa del barítono?

Pues tal vez no, y aquí llegamos al mayor problema de este concierto.

El problema de la orquesta

La Orquesta de Cámara de París en principio es el instrumento adecuado para una ópera como Le Comte Ory. Una formación pequeña (el jueves 7 eran tres contrabajos y cuatro violoncelos, creo recordar) que en principio sería perfecta para acompañar sin avasallar. ¿Cómo es entonces que resultó avasalladora?

En efecto, se escuchan muchos comentarios en el entreacto: la orquesta suena demasiado fuerte. Sin embargo Patrick Lange no parece forzar el volumen, sin tampoco aligerarlo, todo sea dicho. Las voces no son grandes pero tampoco pequeñas: el volumen de Dubois por ejemplo nos ha parecido más que suficiente en otras ocasiones y con otros papeles en esta misma sala.

Cierto, la sala, el Teatro de los Campos Eliseos, es relativamente grande (más que la de la Opéra-Comique por ejemplo) pero tal vez no mayor que la de la desaparecida Salle Le Peletier donde se estrenó la obra.

Por otra parte, la partitura misma reserva a los cantantes ciertas frases en momentos de tutti orquestal. Y no creo que pueda hablarse de impericia del compositor tratándose de la penúltima ópera de Rossini.

¿Sonaba la orquesta del estreno con menos volumen? Muy probablemente, puesto que las cuerdas debían de ser naturales y no sintéticas, y los vientos menos sofisticados. ¿Eran las voces de 1828 mayores que las actuales? Bueno, la obra fue estrenada por algunas leyendas del canto como Nourrit, Cinti-Damoreau o Levasseur... Y en aquella época eran mucho menos estrictos que nosotros con nuestras categorizaciones de las voces que a veces pueden parecer un tanto exageradas y que parecen dividir ineluctablemente entre volumen y agilidad...

Lo cierto es que en el concierto de 2024 ciertas intervenciones, como la citada de Raimbaud, quedaron completamente ahogadas por la orquesta y durante toda la obra persisitió la desagradable sensación sonora de que no había equilibrio entre instrumentos y voces.

Por lo demás, Lange, director al que ya habíamos escuchado y apreciado dirigiendo ballet en Garnier, parecía entender la obra, su comicidad... Eso sí, en raras ocasiones girose hacia los cantantes...

El coro, compuesto por el Coro de Cámara de Ruán y el coro de la Sorbona, estuvo a buena altura.

El público, divertido por el libreto, por la música y por los pequeños guiños que, incluso en versión de concierto, Dubois o Blanch supieron deslizar, aplaudió generosamente.

Servidor de ustedes, tras el concierto, volvió a su teléfono para seguir las noticias que llegaban de España. Y el corazón volvió a encogerse por la tragedia y a enaltecerse por la generosidad de los voluntarios que tan magníficamente están brillando estos días en los lugares de la catástrofe. 

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