España - Cataluña
Gran Teatre del LiceuEl crecimiento de una artista
Jorge Binaghi
![Elina Garanca © 2018 by Holger Hage](/img/retratos/24c5e78d-d4ac-43d5-b842-229a611dd63d.jpg)
Desde los primeros éxitos de la mezzo letona no había vuelto a salir tan fascinado de una de sus prestaciones. Recuerdo perfectamente su primer concierto en la Scala y la desilusión que me provocó. Esta vez casi todo funcionó a altísimo nivel y lo que tal vez no tanto se debió a detalles mínimos, probablemente de gusto personal.
Lo que está fuera de duda es que la cantante ha desarrollado
más y mejor su registro grave, aunque eso haga a veces que el agudo, luminoso
pero claro, más de soprano, no evidencie la misma homogeneidad que antes y en
algún momento parezca menos desahogado y más fijo.
Pero ya en el primer ciclo de Brahms, muy comprometido, las
versiones fueron excelentes (el público que colmaba la sala como pocas veces en
un recital aquí oscilaba entre la impaciencia por aplaudir y la de oír ‘ópera’,
que estaba anunciada, y desde el vamos se volvieron a oír toses, ruidos y
celulares que ya nos habíamos desacostumbrado a soportar). Empezó con
‘Liebestreu’, siguió con un ‘Geheimnis’ donde fue perceptible esa dualidad
entre agudo y grave que señalaba, ‘Wir wandelten’, ‘O wüsst’ich doch’, ‘Alte
Liebe’, para acabar con los conocidos y difíciles ‘Die Mainacht’ y sobre todo
‘Von ewiger Liebe’, que dentro del uniforme nivel elevado fue la que más
destacó.
Del alemán pasó al francés con una buena versión de ‘D’amour
l’ardente flamme’ de La damnation de
Faust de Berlioz, en la que el ascenso al agudo no fue siempre fácil, y que
al público le gustó más que Brahms (por el aplausómetro), pero menos que las
otras arias que siguieron en la velada. Personalmente habría preferido que,
como cada vez menos se hace, en todo caso se reservara un aria o dos para los
bises y el resto fuera canto de cámara, que se escucha menos y del que como
quedó claro antes y después la cantante es excelente cultivadora.
El intermedio pianístico fue de gran enjundia, no sólo por la
magnífica interpretación de
Siguiendo con el francés para terminar la primera parte,
La segunda parte se inició con el, para mí, momento más
perfecto de toda la velada, la gran escena de Juana de Arco en La doncella de Orléans de Chaikovski,
que la artista haría bien en interpretar en su totalidad. El dominio de la
lengua, la expresividad en la despedida a su tierra, conectaron con la más gran
tradición de la escuela rusa (por ejemplo, Irina Arkhipova).
La parte rusa prosiguió con canciones de Rachmaninov (‘No me
creas, amigo’, ‘Un sueño’, ‘Oh, no estés triste’, y la conocidísima ‘Aguas de
primavera’) que se mantuvieron en el mismo nivel de excelencia.
La parte española comenzó con la interpretación del Tango
op.165 nº 2 de Albéniz por Martineau en una interpretación tan mágica que por
una vez impuso silencio y galvanizó al público.
Garança, que vive en España, ama y conoce bien la zarzuela, y
tiene una pronunciación más que respetable (sólo las ‘r’ se le resisten) dio
dos versiones elocuentes de sendas obras de Chapí, con sentimiento y profundidad
(‘Cuando está tan hondo’ de la menos conocida El barquillero, y tal vez la más completa de las dos) y de picardía
y chispa en las célebres ‘Carceleras’ de Las
hijas del Zebedeo.
Entre ambas intercaló la ‘Habanera’ de Carmen (supongo que por el tema español), que cantó mejor que
cuando se la escuché entera en Nápoles, con más sensualidad y realizando la
proeza de cantar de espaldas y mantener una corona. Me habría gustado que
evitara el guiño y la mano en la cadera, pero fueron sólo dos instantes que
justamente marcaron la diferencia con alguna célebre colega que en el mismo
fragmento no hace mucho fue silbada por su vulgaridad.
Como bises, en un perfecto y simpático castellano, cantó una
canción letona bellísima, luego un Rachmaninov archiconocido (‘No cantes,
hermosa doncella’) que explicó que sentía como un autor muy particularmente
conectado con la cuerda de mezzo, el aria de entrada de Adriana Lecouvreur, que ya ha grabado y no me parece lo más
interesante que podría hacer, y una fascinante entrega (que no anunció porque
correctamente pensó que la conoceríamos todos) de la ‘Nana’ de De Falla. Las
ovaciones fueron enormes para ambos artistas (digamos que la elegancia de la
mezzo es proverbial y sus dos vestidos -tan opuestos- fueron una muestra más).
Les dejo para finalizar lo que se lee en la hoja que se distribuye
gratuitamente al público y donde al parecer la crítica ya está hecha antes de
empezar. ¿Para qué más?
“Con un timbre cautivador bello, sin fisuras en los cambios de registro, con un centro sedoso, unos graves resonantes y unos agudos penetrantes, la cantante letona se adentra en cada rol [o sea se está hablando sólo de ópera] viviendo la esencia de la música. Siempre seduciendo con su voz y sus inflexiones, pasando por los filatos [sic], la sensualidad o languidez en el fraseo.”
Lo que me habría podido -y ustedes- ahorrar.
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