España - Madrid
Misticismo en el siglo XXI
Maruxa Baliñas

Comentaba Xoán M. Carreira hace unos días, respecto a los conciertos del Bach Vermut en el Auditorio Nacional, el placer de escuchar un concierto rodeado de gente que disfruta, y algo parecido se podría decir de los conciertos en la Fundación Juan March, por lo menos en su sede madrileña.
De hecho, en un momento del concierto, viendo la cantidad de gente y la relativa abundancia de jóvenes y gente de mediana edad, pensé si será necesario replantearse los horarios de los conciertos de música clásica. Este tipo de conciertos se concibieron para un público con bastante tiempo de ocio -más del que solemos disfrutar ahora, especialmente las mujeres, casi siempre con obligaciones familiares más acuciantes- y con otra distribución del tiempo.
Este concierto, celebrado un domingo a las 12 de la mañana, durante mucho tiempo la hora de la misa o del paseo de después de la misa, una costumbre ahora minoritaria, puede ser un momento privilegiado para el público trabajador, que ahora somos la mayoría. Aunque a lo mejor no son necesarias tantas filosofías y simplemente el ciclo de 'Jóvenes Intérpretes' es de los más veteranos y tiene un público 'fidelizado'.
Los dos hermanos -gemelos- Prolat son madrileños, formados en la Escuela Superior de Música de Friburgo, la Academia de Música de Basilea y la Universidad Anton Bruckner de Linz, y -a pesar de su juventud y su reciente debut- tienen una discreta carrera nacional e internacional. Tras escucharlos no me cabe duda de que su carrera va a despegar porque trabajan bien juntos, tienen una técnica muy sólida y sobre todo saben presentar un programa interesante.
El concierto se programó en torno a Castillo interior (2013) de Pēteris (1946), la obra -inspirada en Las Moradas de Santa Teresa- que cerraba el programa. Misticismo del siglo XXI, una curiosa elección para un programa que, para muchos de los allí presentes, significaba la presentación del dúo, su 'puesta de largo'. Se trata de una meditación -así la define Vasks- que a partir de una aproximación libre al texto de Santa Teresa realiza una "deformación hipnótica del tiempo, que evoca la contemplación mística [a la que] se oponen brotes aislados de frases agresivas, provenientes del caótico mundo exterior".
El dúo Fasla Prolat se lució en las partes más tranquilas, presentándolas con una sensación de atemporalidad fascinante, mientras en las partes más agresivas me sonaron menos 'naturales', acaso porque el dúo tendía a separarlas demasiado entre sí, a hacer una pausa bien marcada entre ambas la contemplación y el caos, cuando para mí debían plantearse como dos facetas que son casi indisolubles: distintas pero complementarias.
La primera obra del programa, las Ocho piezas op. 39 (1909) de Reinhold
(Kiev, 1875 - Moscú, 1956), no era propiamente mística, pero nos permitió descubrir a un compositor apreciado por los intérpretes pero muy poco escuchado fuera de Rusia (creo que en España se le conoce como profesor de Prokofiev y poco más). La primera de las ocho piezas, también llamadas Ocho duetos para violín y cello, fue la única que tuvo un toque místico, al modo un poco esotérico de Scriabin (casi contemporáneo de Glière). Pero las siguientes fueron un interesante repaso a los diferentes estilos y compositores que sonaban en la Rusia de los primeros años del siglo XX, enormemente variados: hubo música de salón, Haydn-Mozart con disonancias, música tradicional 'culturizada', improvisación virtuosa, romanticismo algo anticuado, etc. En estas piezas de Glière me llamó más la atención el sonido de Sofía Fasla, sin duda favorecida por una partitura en la que Glière -violinista él mismo- cuida más su parte que la del violonchelo, quien en algunas partes fue más acompañante que compañero.Sonaron a continuación Dos haikus (2014) del español Josep Maria (Reus, 1967), con los que se entró en el carácter 'místico' de este concierto. Son dos piezas breves, sobre todo el primer haiku, más preciosas, espectrales o celestiales que propiamente espirituales o meditativas. El Dúo Fasla-Prolat se mostró sobrio y seguro, y dejó claro que no tienen problema con la música contemporánea. No estoy segura sin embargo de que sea el tipo de música que mejor les va, o en el que se sientan más relajados.
Más convincentes me parecieron en su interpretación del Dúo nº 1 para violín y violonchelo, H 157 (1927) de Bohuslav (1890-1959), otro compositor que merece mejor suerte en las programaciones concertísticas (aunque las Sociedades Filarmónicas 'locales' le son mucho más fieles que las grandes salas de Madrid o Barcelona). La interpretación de los Fasla-Prolat fue muy musical e hicieron una versión muy vivaz. A destacar el segundo movimiento, Rondo. Allegro con brio, que tiene una sección muy 'falsa' porque ambos instrumentos en vez de tocar juntos tienen que alternarse como si fueran un solo instrumento de registro muy amplio y es difícil conseguir que suene natural, pero el Dúo Fasla-Prolat lo consiguió, manteniendo un impecable sentido melódico en todo momento.
La cuarta pieza me resultó un poco desconcertante en el conjunto del programa: un arreglo propio de la Sonata en La mayor K 208 de Domenico . Preciosa, centrada en lo fundamental (violín haciendo la melodía y el violonchelo un acompañamiento más escueto que el de un clave) y ciertamente muy apropiada para un 'concierto de presentación' del dúo, pero no me quedó clara su finalidad en el conjunto de las obras que tocaron y esta idea general de la espiritualidad o el misticismo.
La segunda parte del concierto fue en muchos momentos impresionante. La conjunción del compositor lituano Jurgis Juozapaitis (Pykuoliai, Lituania, 1942) con Vasks resultó muy acertada. Intima (2016) me impresionó y me dejó con muchas ganas de escuchar más música de este compositor (cosa que ya he hecho parcialmente). Se trata de una obra breve y muy personal, que mima la sonoridad -abundaron los recursos tímbricos, los glissandi e incluso flautados, que los Fasla-Prolat bordaron- pero sobre todo me gustó por su libertad estilística. Como tantos compositores de su época, Juozapaitis hizo en la década de 1970 obras aleatorias, dodecafónicas o en cuartos de tono, mientras en las décadas siguientes empezó a alternar esta música más vanguardista con obras casi románticas o minimalistas; y el resultado final -esta obra es de 2016- es muy personal. Como declaró Juozapaitis ya hace años, tras alejarse de la música 'matemática' o constructivista
me ha centrado en componer una música en la que es mucho más importante sentir intuitivamente el libre fluir de la música, el momento adecuado de inspiración.
Tras la intensidad de Intima y de Castillo interior, el Dúo Fasla-Prolat ofreció una propina que casi resultó irreverente por comparación: Gulfstream (2010) de la ucraniana Victoria (Kiev, 1962), otra compositora que tras su etapa vanguardista se integró en esa corriente musical báltica de Pärt, Vasks, etc. que muchos descubrimos a partir de Gidon Gulfstream , aunque la musicología británica tiende a llamarle "minimalismo sacro" e integrar también a compositores como o . Ciertamente no se puede considerar "minimalismo sacro", sino un divertido juego musical entre Bach, Liszt, etc., un poco al modo de standards jazzísticos sobre los que se improvisa.
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