Alemania
Gesualdo a la luz de las velas
Juan Carlos Tellechea
El público guarda respetuoso silencio cuando el Coro Il Pomo d'Oro, dirigido por Giuseppe Maletto, entona música espiritual de Carlo Gesualdo y solo aplaude efusivamente al término de la primera y de la segunda parte de este maravilloso concierto en la gran sala auditorio Alfried Krupp de la Filarmónica de Essen.
Tras ofrecer aquí dos extraordinarias presentaciones con el oratorio Theodora (2021) de Georg Friedrich Haendel, y la ópera Dido y Eneas de Henry Purcell, con la mezzosoprano Joyce
La primera mitad del recital fue dedicada a una selección de motetes para cinco voces de las Sacrae Cantiones, Libro primero; y la segunda a una recopilación de motetes para seis y siete voces del Libro segundo de la misma colección, con la reconstrucción de las voces perdidas de sextus y bassus por Marc Busnel.
Fascinantes
Hasta entonces, Gesualdo había sido considerado más bien como un maestro de los madrigales profanos, con los que sabía irritar a sus contemporáneos. Mas sus cánticos espirituales también hablan un lenguaje musical especial, con sus acordes idiosincrásicos, su cromatismo áspero y su excesiva expresividad.
Se trata de fascinantes oraciones musicales que no solo reflejan pecados y penas, sino también el matrimonio roto de Gesualdo (asesinó o mandó asesinar a su mujer y al amante de ésta) y su excéntrica personalidad.
Desde hace algún tiempo se está dando más importancia a la música sacra de Gesualdo. El coro Il Pomo d'Oro lo hace en este concierto, al comienzo de una gira europea (ya grabó un CD bajo el sello Aparté, que reseñaremos en estas páginas próximamente) que hará estaciones también en Lisboa y Amberes. La música tiene una cualidad subjetiva, inusual en la música sacra, y Maletto logra un fino equilibrio que la capta sin hacer que las piezas suenen como madrigales.
Voces
Esta tarde no hay aquí ningún instrumento a la vista. Los suplantan las exquisitas cuerdas vocales de las tres sopranos (Francesca Cassinari, Laura Fabris, Marta Redaelli), las tres contraltos (Giulia Beatini, Elena Carzaniga, Isabella Di Pietro), los cuatro tenores (Raffaele Giordani, Massimo Altieri, Massimo Lombardi, Roberto Rilievi) y los dos bajos (Matteo Bellotto, Gabriele Lombardi).
Hasta ahora el público conocía a Il Pomo d'Oro como una orquesta que en el pasado había colaborado reiteradamente con conjuntos vocales y coros, pero no aguardaba ni mucho menos un concierto exclusivamente a cappella. Lo novedoso es que el conjunto instrumental, fundado en 2012, ha formado ahora su propio coro.
Éste se escuchó por primera vez en la grabación de Theodora, en la que cantaba de fondo con la orquesta. Los 12 cantantes, seis voces femeninas y seis masculinas, son los protagonistas de la actuación con la música sacra de Carlo Gesualdo, cuyos motetes han estado en el candelero durante mucho tiempo más aún.
Expresividad
En comparación con sus madrigales más conocidos, sus obras sacras tienden a llevar una existencia en la sombra. Sin embargo, no tienen nada que envidiar en cuanto a la expresividad típica de Gesualdo. El Coro Il Pomo d'Oro presenta las canciones a cinco voces de una manera sencilla y bella. El director Giuseppe Maletto (él mismo tenor), moldea las voces en una unidad sin desdibujar sus contornos.
Alabanza mariana, intercesión, súplica, versos de contrición...Gesualdo presentó en sus dos antologías toda la variedad de oraciones eclesiásticas cantadas en latín para el servicio de la Iglesia Católica.
El libreto del programa de mano es bastante escueto y la música de estas Sacrae Cantiones es para puristas: Ave, Regina coelorum, un himno mariano medieval que alaba a la Madre de Dios e implora su intercesión ante Jesús el ungido. Su gracia cantada se convierte en un sonido humilde y apacible.
Penitencia
En contraste, Gesualdo pone música al verso 'Laboravi in gemitu meo' con lamentos. Las lágrimas que mojan el lecho del penitente están cargadas de dolorosa tensión. En un gesto suplicante, por los versos 'Tribulationem et dolorem' en tonos que proclaman no solo la súplica de salvación de la angustia mortal, sino también la misericordia de Dios.
El dolor y la salvación encuentran su correspondiente expresión armónica. La composición O sacrum convivium fue una expresión de armonía casi completa. Los versos sobre el misterio de la Eucaristía se convierten en música en un entretejido de estados de ánimo devotamente delicado.
La súplica Domine, ne despicias por la ayuda de Dios en la hora de la muerte está llena de una intensidad inquietante, siempre sin fricciones, y hasta qué punto Carlo Gesualdo se mantuvo en el terreno de la tradición más reciente y, sin embargo, estiró su corsé armónico hasta sus límites, se muestra con una mirada y un oído comparativos en la secuencia Peccantem me quotidie, también musicada por Giovanni Pierluigi da
Miedo
En ella, el miedo a la muerte y al infierno desemboca en una súplica de clemencia. Aquí Palestrina nunca llevó su complejo movimiento a los límites del dolor, enfatizando el miedo a la muerte (timor mortis) de una manera sorprendentemente homofónica y transformando la tristeza en brillante esperanza.
En contraste con Palestrina, Gesualdo llevó el poema lleno de miedo a extremos musicales en su motete del mismo nombre, Peccantem me quotidie, creando un continuo cromático vertiginoso. Los versos 'Hei mihi, Domine', también en el oficio de difuntos, describen el miedo al día del juicio final. Gesualdo les puso música de forma humilde, enfatizando la autoacusación e ilustrando fugazmente los pensamientos de huida.
En contraste, dejó que las palabras de un Magnificat de Adviento sobre la llegada del Mesías (el ungido) brillaran con un sonido denso: 'O oriens' conjura la luz del Salvador para sacar al Hombre de las tinieblas (igualmente colorista en el sonido).
Intensidad
También resuena brillante y ligera la alabanza a la Madre de Dios Ave senctissima Maria, en la que la conmovedora confidencia termina con una súplica llena de luminosa certeza por la propia existencia como pecador, mientras que los versos “O vos omnes, qui transitis” lamentan el propio dolor, enunciados inicialmente por Gesualdo en tonos sorprendentemente suaves antes de que las armonías se intensifiquen y se agudicen.
La intercesión 'Deus, refugium et virtus', claramente fluida, irradia estabilidad, pero es precisamente la mención de la piedad (pietatis) lo que la hace vacilar armónicamente. El movimiento musical de Gesualdo sobre el verso 'Venit lumen tuum', que se remonta al Libro de Isaías y profetiza un futuro brillante para Jerusalén, está compuesto sin más enturbiamientos ni tensiones.
Intercesora
Pese a su compleja estructura polifónica, el himno Assumpta est Maria, en el que se canta la Asunción de la Madre de Dios, desprende una gran calma. La red de voces aparece como una sensación de seguridad musicalmente tejida. Expresivo, pero no por ello menos apacible, Gesualdo inicia el himno de alabanza Ave dulcissima Maria, que termina con una fuerte densidad armónica y una clara petición de interceder ante Jesús.
Ave, dulcissima Maria,
vera spes et vita, dulce refrigerium!
O Maria, flos virginum, ora pro
nobis Iesum.
Un conmovedor cántico de devoción a María, la mujer judía nacida en Nazaret, que vivió entre finales del siglo I a.C y mediados del siglo I d.C, según diversos pasajes neotestamentarios y distintos apócrifos, así como también el Corán. Las escrituras la presentan como la madre de Jesús. Su condición de vírgen es solo una declaración dogmática de la Iglesia Católica. María habría concluido humildemente sus días en Jerusalén o en Éfeso, muy lejos de todo boato religioso cristiano.
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