Discos
CD Gabriel Fauré, Réquiem
Juan Carlos Tellechea
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Thibaut Lenaerts, el Choeur de Chambre de Namur y la Millenium Orchestra ofrecen la versión eclesiástica original (1888) del Réquiem de Gabriel Fauré, llena de poderoso fervor, en un brillante álbum (sello Alpha/Outhere), grabado, lejos de toda exageración, para conmemorar el centenario de la muerte del agnóstico compositor.
El disco, una joya que merece ser atesorada, comienza con la interpretación de otras bellas obras menos tocadas o casi desconocidas de Fauré, Cantique de Jean Racine op 11, En prière (1890), Madrigal op 35 (1 de diciembre de 1883), Messe des pècheurs de Villerville (1881), Ave verum corpus op 65/1 (1894), Maria Mater Gratiae op 47/2 (1 de marzo de 1888), y Tantum ergo sacramentum op 65 (1864), antes de concluir con el Réquiem, que ha seducido a varias generaciones de amantes de la buena música.
Este Réquiem, “compuesto para nada”, como escribiera el mismo Gabriel Fauré en una oportunidad, se estrenó el 16 de enero de 1888 en la iglesia de la Madeleine de París, de la que era organista titular, “¡con motivo del funeral de algún feligrés!” Esta primera versión, sin Ofertorio ni Libera me, estaba apoyada únicamente por un conjunto de cuerdas, órgano y arpa, pero desde entonces parece iluminar con su luz eterna a quien la escuche
Raíces
La Messe des pécheurs de Villerville fue compuesta en Normandía, en colaboración con André Messager, muy lejos del boato y de las grandes solemnidades clericales parisinas. Su versión original fue escrita para voces femeninas con acompañamiento de armonio y violín.
El Choeur de chambre de Namur invita al oyente a retornar a estas raíces en ocasión de esta solemne evocación de Fauré, quien compuso sin duda uno de los Requiems más hermosos de la historia. Esta primera versión consta de solo cinco movimientos: Introito y Kyrie, Sanctus, Pie Jesu (para soprano solo: Caroline Weynants), Agnus Dei e In paradisum. En comparación, la versión para orquesta completa, estrenada en la Exposición Universal de París de 1900, tenía siete y su gestación hasta ese entonces fue larga.
Humildad
La economía de medios (instrumentales) confiere a la obra, profundamente conmovedora, un alma suplementaria y una mayor humildad. En la presente interpretación con coro, cuerdas, arpa, órgano (Cavaillé-Coll) y timbales, su atmósfera es más compasiva que religiosa. Basta con escuchar los primeros compases, apoyados por el órgano y el suave pedal de las cuerdas graves, para captar hasta qué punto Fauré quería establecer un marco especial de fervor contenido, sin tristeza, más allá de lo litúrgico, y un lenguaje de fe universal.
La ejecución de Thibaut
Éxtasis
El Choeur de chambre de Namur ilumina más de una página, como en el Introito y Kyrie, donde es tomado por las cuerdas. Más tarde, el Sanctus a coro completo, suena glorioso. Y el seráfico In paradisum, con su delicado latido de órgano, el flujo extático de las voces de soprano y la infinitesimal línea de cuerda, transporta al oyente más allá de las palabras y de las notas.
En cuanto a los solistas, las intervenciones del barítono Samuel Namotte son delicadas y evitan el énfasis. Con su timbre claro, Pierre aporta un fervor elegíaco, susurrado en algunoa pasajes como una plegaria. La elección por parte de Thibaut Lenaerts de Caroline Weynants, una soprano lírica, más que puramente angelical y de coloratura, encuentra su verdadera vena contemplativa en la fabulosa línea etérea de Pie Jesu.
Lo dicho más arriba, si bien el concierto gira en torno al célebre Réquiem de Fauré, Thibaut Lenaerts ausculta otras piezas menos conocidas e interpretadas de este compositor, presentadas en arreglos inéditos. Del Réquiem de Fauré emana un sentimiento de paz, muy lejos del terror inspirado por la amenaza del Juicio Final.
Idea
A diferencia de Johann Sebastian Bach o de Olivier
Algunas páginas del Réquiem se interpretaron en 1888 para el funeral de Joseph-Michel Le Soufaché (arquitecto que participó en el desarrollo de Versalles bajo Luis Felipe I y que diseñó, entre otras construcciones, el castillo de Sceaux), con el futuro compositor Louis Aubert como solista en el Pie Jesu.
Motetes
La obra religiosa de Gabriel Fauré se limita a estas dos misas (Réquiem y la Messe des pêcheurs de Villerville) y a una quincena de motetes de tamaño bastante modesto, tanto en número como en extensión. La mayoría de estas composiciones fueron escritas para la Madeleine y son posteriores al Réquiem. Cabe señalar a este respecto que Fauré ya había cantado algunos de sus pequeños motetes sin que el párroco se lo hubiera reprochado. Así que, por lo visto, estaban muy próximos al repertorio ordinario de la referida iglesia parisina.
Debut
Si bien es cierto que cuando Fauré dejó su puesto de organista en la Madeleine, la música polifónica y coral abandonó su mesa de trabajo, había debutado sin embargo con una de las grandes obras maestras del género, la sublime Cantique de Jean Racine, cuyo texto es la traducción de un texto litúrgico latino realizada por el célebre dramaturgo.
Esta composición, escrita para coro y órgano, fue la que le valió a Fauré, a la sazón de 19 años de edad, el primer premio de composición en el concurso de la École
Desde aquel entonces, la Cantique de Jean Racine nunca ha dejado de asociarse al Réquiem, y es otra de las bellas obras grabadas aquí por el ingeniero de sonido Manuel Mohino de forma perfectamente natural y equilibrada en la captación de las masas sonoras (coro, conjunto instrumental y solistas; estos últimos situados a cierta distancia).
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