Alemania

Orchestre de Chambre de Paris y la trompetista Lucienne Renaudin Vary en Düsseldorf

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 18 de diciembre de 2024
Lucienne Renaudin Vary © 2024 by Christian Palm Lucienne Renaudin Vary © 2024 by Christian Palm
Düsseldorf, jueves, 5 de diciembre de 2024. Gran sala auditorio Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf. Solista Lucienne Renaudin Vary (trompeta). Orchestre de Chambre de Paris. Deborah Nemtanu (violín y dirección). Wolfgang Amadé Mozart, Sinfonía nº 31 en re mayor KV 297 “Pariser Sinfonie”. Johann Nepomuk Hummel, Concierto para trompeta y orquesta en mi bemol mayor S 49. Johann Sebastian Bach, “Erbarme Dich, mein Gott” de la Pasión según San Mateo BWV 244 (arr. Cyrille Lehn). Antonín Dvořák, Danza eslava en mi menor op 72 nº 2 (arr. Cyrille Lehn). Fritz Kreisler, Marche miniature viennoise (arr. Cyrille Lehn). Piotr Chaikovski, fragmentos de la Suite El Cascanueces op 71a (arr. Mattéo Vignier). Ciclo: Faszination Klassik. Organizador Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. 100% del aforo.
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Bajo la égida de Deborah Nemtanu, la Orchestre de Chambre de Paris y la trompetista Lucienne Renaudin Vary ofrecieron un impresionante programa lleno de sorpresas esta tarde. Lo hicieron deliberadamente más allá de los caminos trillados, y fueron ovacionadas en el gran auditorio Mendelssohn de la Tonhalle al término del concierto del ciclo Faszination Klassik organizado por Heinersdorff Konzerte-Klassik für Düsseldorf.

La Orquesta de Cámara de París hace un bienvenido y variado regreso a Wolfgang Amadé Mozart, Johann Sebastian Bach, Johann Nepomuk Hummel, Fritz Kreisler, Antonín Dvořák y Piotr Chaikovski durante la presente gira por Alemania. Con Thomas Hengelbrock, su nuevo director artístico desde la pasada temporada, la Orchestre de Chambre de Paris abarca un vasto repertorio que va desde el siglo XVII hasta nuestros días, con un centenar de estrenos en su haber.

Sus músicos replantean la interpretación de las obras clásicas, en particular mediante colaboraciones con directores del mundo barroco o con solistas que tocan sus instrumentos y simultáneamente dirigen a la orquesta, como es el caso de la violinista Deborah Nemtanu en esta oportunidad.

Sinfonía parisina

Una mezcla de buen humor domina el concierto desde un comienzo. La Orquesta de Cámara de París hace sonreír al público y tiene el mérito de no alargarse eternamente con su repertorio. Abrió el concierto la Sinfonía nº 31 en re mayor KV 297 (“Pariser Sinfonie”) que Mozart escribió durante su prolongada estancia en París, mostrándose adaptable a las costumbres locales y prescindiendo del minué, poco habitual en la capital francesa en aquel entonces.

La interpretación de la Sinfonía por Deborah Nemtanu con la Orchestre de Chambre de Paris fue extremadamente elegante, noble, vívida y fresca. La música estaba impulsada por energía pura y su interpretación estuvo perfectamente en línea, marcando acentos dinámicos y aumentando el tempo.

El primer movimiento, Allegro assai, se abre con tres notas largas, seguidas de un audaz ligado ascendente que sonó como un latigazo. Este impulso duró con mesura a través del Andante y hasta el final. Los emocionantes cambios entre grupos individuales y tutti en el último movimiento (Allegro) fueron recibidos con vítores por la platea.

La orquesta

Las secciones de viento-madera y viento-metal, así como toda la sección de cuerda de la Orchestre de Chambre de Paris ofrecen un ramillete de colores increíblemente frescos. En las piezas para trompeta, son mucho más que accesorios decorativos que estimulan a la solista. Los músicos de París, en su mayoría jóvenes, demostraron enfáticamente su verdadera clase en su acompañamiento de apoyo.

Hummel

El Concierto para trompeta y orquesta de Hummel fue la segunda obra de esta velada. El ritmo de la presentación se ve aquí acelerado. La composición es cautivadora por su escritura salvajemente virtuosa, que culmina en un Rondo final que exige a la solista un dominio total del instrumento.

Para Lucienne Renaudin Vary no cabe la menor duda, ella tiene que tocar descalza para que las plantas de sus pies apoyadas directamente sobre el suelo del escenario sientan la música que resuena a su alrededor. Así es como domina mejor las exigencias atléticas de su instrumento en esta pieza, quizá la más interpretada de Hummel. Asombra lo ligera y flexible que susurra cuando celebra motivos elegíacos.

Sobre todo en el Andante lento, da la impresión de que canta con su trompeta la pegadiza y serpenteante melodía. Luego, en el Allegro final, se deshace en notas a un tempo rápido y lleno de vitalidad, obsequiando a su público con notas altas suaves y redondeadas. Su toque es absolutamente impecable, virtuoso y veloz. Vive la música tan intensamente que danza durante la interpretación; cautiva al público con su chispa y fascina con su juventud.

Bach

A los espectadores les parece como si un ángel hubiera descendido del cielo en esta época prenavideña para anunciar con su trompeta algún mensaje divino. Éste abrió la segunda parte del recital con el 'Erbarme Dich, mein Gott' (Ten piedad, Dios mío) de la Pasión según San Mateo BWV 244 (arr. Cyrille Lehn), las palabras de Pedro al negar a Jesús, antes de derrumbarse, una de las arias más tristes que se puedan imaginar en esta obra revolucionaria que los contemporáneos de Bach consideraban anticuada y que solo Felix Mendelssohn-Bartholdy descubrió realmente en 1829.

Es música ortodoxa de la Iglesia Luterana capaz de llegar a personas de todas las confesiones, pero especialmente también a los no creyentes y agnósticos, como casi ninguna otra obra de arte. Verbigracia, Friedrich Nietzsche, el filósofo que pronto declararía muerto a Dios, creía que quienquiera que hubiera olvidado por completo el cristianismo lo escucharía realmente en la Pasión de San Mateo como un evangelio. Así suena este cántico sagrado de Bach.

Lucienne Renaudin Vary demuestra fehacientemente que su instrumento no solo es para hombres de constitución fuerte. Ella, de frágil figura, domina ya, a sus 25 primaverales años, una técnica de respiración maravillosamente segura, además de tener vigor y resistencia.

Dvořák

La interpretación de la segunda Danza eslava de Antonín Dvořák es estilísticamente segura y llena de emoción romántica. Es una paradoja de la historia de la música checa que sus danzas nacionales más famosas, las Danzas Eslavas de Dvořák, fueran creadas a sugerencia de dos alemanes: Johannes Brahms y Fritz Simrock.

Brahms era admirador de su colega checo, ocho años menor que él, desde mediados de la década de 1870. Al principio, intentó obtener una beca para Dvořák del Ministerio de Educación de Viena. Luego, en 1877, envió una recomendación a su editor en Berlín: 

Dvořák ha escrito todo tipo de cosas, óperas (bohemias), sinfonías, cuartetos, obras para piano. En cualquier caso, es un hombre de gran talento. ¡Pobre por cierto! Y te pido que lo tengas en cuenta.

Simrock omitió deliberadamente la última frase y no pagó honorarios a Dvořák ni por los Sonidos de Moravia, que incluyó por primera vez en el programa editorial ni por las Danzas eslavas para piano a cuatro manos que había encargado. Solo por la versión orquestal de esta última, que contribuyó significativamente al éxito de la Opus 46, Dvořák recibió 300 marcos de Simrock, su primera remuneración como compositor, que presentó con orgullo a sus amigos de Praga.

Genuinas

De la perspicacia de Simrock para los negocios habla el hecho de que reconociera en el bohemio Antonín Dvořák al hombre adecuado para un género que en aquella época agitaba las mentes musicales de toda Europa: las danzas nacionales de Europa del Este. En el programa editorial de Simrock, Brahms había sido el primero en fomentar esta afición por la originalidad de los pueblos orientales de Europa con sus Danzas húngaras.

Dvořák pudo ahora repetir este éxito con mayor autenticidad aún con sus Danzas eslavas, ya que componía en su “lengua materna”, por así decirlo. Mientras que en la primera serie, opus 46 de 1878, utilizó exclusivamente formas de danza de su patria bohemia, amplió la segunda serie, opus 72, convirtiéndolas en auténticas Danzas eslavas. Las formas proceden de Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Serbia y la República Checa, describiendo así un panorama paneslavo. “Las danzas eslavas me divierten mucho y creo que éstas serán muy diferentes”, escribía Dvořák a Simrock en junio de 1886, mientras trabajaba en la segunda serie.

Kreisler

Además de la colección de manuscritos clásicos compuestos por Fritz Kreisler, que publicó como transcripciones de movimientos de antiguos maestros, el violinista también publicó obras originales en sus inicios. Al propio Kreisler le gustaba tocarlas como bises, endulzando muchos de sus conciertos con estos “bomboncitos musicales”.

Entre las piezas más famosas se encuentran Liebesfreud, Liebesleid y Schön Rosmarin, sus viejas melodías de baile vienesas en las que Kreisler evocaba el ambiente de los cafés de su ciudad natal con maravillosas melodías y armonías congraciadoras.

Su Marche miniature viennoise encaja a la perfección, con su tema caprichoso y una sección central más bien marchosa, y Kreisler sorprende con un poco de “humor vienés” a lo largo de toda la obra.

Lucienne Renaudin Vary ameniza con garbo, sutileza y brío esta Pequeña marcha vienesa. Acompañada por la Orquesta de Cámara de París, difunde su contagioso y animado sonido por todo el recinto. Las composiciones originales de Kreisler son miniaturas entrañables, vivas y pegadizas, incluso un poco elegíacas, pero llenas de encanto y elegancia.

Chaikovski

Con su ballet El Cascanueces, Piotr Chaikovski no compuso música puramente navideña, pero sí especialmente adecuada para una historia bailada llena de magia para esa fecha, paquetes de regalos y movimientos de baile. La obertura y las danzas de la Suite del Cascanueces son las piezas más famosas del ballet y también son conocidas por un público más amplio que, de otro modo, no tiene nada que ver con el ballet. Junto con La bella durmiente el compositor creó sus partituras musicalmente más ricas e instrumentalmente más maduras, sin las cuales el éxito de los grandes ballets del siglo XX, especialmente los Ballets Rusos de París, no habría sido posible.

Mientras seguía orquestando la música para el ballet, Chaikovski escribió la Suite del Cascanueces en enero y febrero de 1892, recopilando ocho movimientos del ballet particularmente logrados y coloridamente orquestados, especialmente del segundo acto, que dirigió más de medio año antes del estreno de todo el ballet en San Petersburgo.

Una maravilla musical de cuento de hadas

La obertura y la marcha, que abren la serie de danzas características, proceden del primer acto del ballet. Las demás danzas se encuentran en el segundo acto: la breve 'Danza del Hada de Azúcar', cuya voz principal en el original la lleva característicamente durante casi todo el tiempo la celesta (admirada y adquirida por Chaikovski en la Exposición Universal de París de 1889, donde fue presentada como gran novedad); el fogoso 'Trepak', que recuerda la lealtad nacional de Chaikovski; la 'Danza Árabe', con su tranquilo toque melancólico; la 'Danza china', con un ritmo triple en ostinato; la elegante 'Danza silbante' y, por último, la pieza más larga de la suite, el 'Vals de las flores', con el que Chaikovski expresó su afinidad musical con Johann Strauss en la última etapa de su vida.

La suite se estrenó el 7 de marzo de 1892 en el noveno concierto sinfónico de la Sociedad Musical Rusa en San Petersburgo y desde entonces ha disfrutado de una marcha triunfal por todo el mundo como una maravilla musical de cuento de hadas, especialmente para la época navideña.

El arreglo orquestal de cámara de la Suite del Cascanueces de Chaikovski también es danzante y brillante. Los músicos de la Orchestre de Chambre de París dirigidos por Deborah Nemtanu ejecutaron las danzas con gran sentimiento y estilo, emocionando maravillosamente a la platea al término de este precioso concierto de Heinersdorff en Düsseldorf

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