Alemania
Hollín, el cuento de La Cenicienta contado por los mineros del carbón
Juan Carlos Tellechea
La Cenicienta, en esta genial, singular, laureada y aclamada versión de Bridget Breiner, es la dulce y encantadora Clara (Emilia Peredo Aguirre), quien crece en compañía de rudos mineros del carbón, ya sea en el corazón de la cuenca del Ruhr, donde la coreógrafa se inspiró y la estrenó en el Musiktheater im Revier (MiR) en 2013, o en los montes Apalaches, en los Estados Unidos, de donde provienen algunas de las canciones de estilo blues utilizadas en la puesta en escena.
Sea como fuere, esta Cenicienta que Breiner titula Ruß, léase “Russ”, (Hollín), ganadora del Premio Faust de Teatro (a la mejor coreografía) en aquel mismo año y reestrenada este viernes por el Ballett am Rhein en el Teatro de Duisburgo, es muy diferente a todas las demás conocidas: no se centra en el personaje principal de Clara, sino en Livia (Francesca Berruto), una de sus hermanastras.
El mal
La perspectiva de Breiner plantea nuevas interrogantes sobre el antiguo material, sobre todo si se trata de esclarecer que el “mal”, en sí mismo, es presumiblemente una cuestión que depende del ángulo desde el que se lo mire. Sufriendo las manipulaciones de su dominante madre (Norma Magalhães) Livia descubre en Clara a su homóloga. La admiración y la fascinación se convierten entonces en celos.
La trama sigue su curso archiconocido: el príncipe elegido para Livia por su madre encuentra el amor verdadero en Clara. Pero Livia sigue su propio derrotero, se libera de las ataduras de la bruja que es su progenitora, así como de su entorno y toma las riendas de su propia vida.
Contrastes
El collage musical de acordeón (Marko Kassl) en directo y diversas grabaciones en banda sonora no puede ser más contrastado y abre también nuevas perspectivas, abarcando un arco que va desde la colorida música de ballet Cenicienta de Johann Strauss hasta las canciones de protesta y de los mineros estadounidenses de la década de 1930 de Woody Guthrie, Hazel Dickens (Pretty Bird), Nina Simone y Sarah Ogan Gunning y uno de sus últimos títulos, Hello Coal Miner, pasando por composiciones contemporáneas.
Dicho sea al margen, para sus orquestas tradicionales los mineros de la cuenca del Ruhr utilizaban no el acordeón, sino el bandoneón como instrumento típico, inventado y diseñado por Heinrich Band, músico, pedagogo y comerciante de Krefeld. A finales del siglo XIX y comienzos del XX (¡quién lo hubiera profetizado!) el bandoneón se convertiría en el alma del tango en Buenos Aires y Montevideo.
Hollín
La historia de Hollín no es un romántico cuento de hadas; se desarrolla en una dura región, parecida a cualquier otra donde rijan las mismas condiciones de explotación (inhumana e industrial capitalista). El escenario minimalista (y vestuario), diseñado por Jürgen Franz Kirner, ambienta la poética leyenda en la atmósfera cargada de clichés de la vida en un pueblo minero.
Paredes de tablones móviles dejan entrever las constelaciones familiares entre la felicidad y la miseria. Después, en el lavadero de la mina, donde cuelga, alineada en cestos, la ropa de trabajo de los obreros, se insinúa en el techo la oscuridad de la galería hasta donde deberán bajar para extraer el carbón.
El príncipe, J.R. Prince (Olgert Collaku) es el hijo de un barón de la industria carbonífera; un aspecto conflictivo éste que Bridget Breiner quiere hacer explícitamente tangible sobre las tablas. Clara, la niña buena surgida de las cenizas y sucia de hollín, socialmente desfavorecida, experimenta un fabuloso ascenso social hasta convertirse en la novia del príncipe contra todas las adversidades. Las raíces de su infortunio hay que buscarlas en la malvada familia adoptiva.
Sinopsis
Es preferible ir por partes: en el primer acto, muere un hombre y su fallecimiento lo cambia todo para sus deudos: mujer y dos hijas, Livia y Sophia (Phoebe Kilminster). Ante la amenaza del declive social, la madre parte con sus niñas hacia un futuro incierto. En una zona minera de carbón encuentra por fin el apoyo (Nelson López Garlo) que esperaba para ella y sus hijas: el capataz del yacimiento.
Pero el nuevo hombre también aporta una hija al matrimonio, Clara, una chica desenfadada, natural y de carácter fuerte, todo lo contrario que su sensible hermanastra Livia: dócil y seria. Livia sufre bajo el control de su madre y sus ambiciosos planes de futuro, que parecen hacerse realidad cuando J. R. Prince, el hijo del barón industrial local, invita a la familia a un baile. Solo la “Cenicienta” Clara tiene que quedarse en casa a instancias de su madrastra.
El segundo acto se desarrolla en el salón de baile; allí es donde el sueño de felicidad de Livia se hace añicos a los pocos instantes: cuando se denota incapaz de atraer a largo plazo el interés del hijo del industrial. Al aparecer de pronto Clara en el salón para estar al lado de su padre, J. R. Prince queda encantado por la naturalidad de la tiznada muchacha.
Cuando la reencuentra después del baile con la ayuda de un zapato que se ha dejado, la Cenicienta ha encontrado a su príncipe... Mas, ¿qué pasa con Livia? Tras un último enfrentamiento con su madre, consigue liberarse de ella y encontrar su propia felicidad enamorándose del ágil trabajador Mitch (Gustavo Carvalho).
Reversión
Breiner evoca también que en el popular cuento de los hermanos Grimm, las dos hermanastras se cortaban los dedos de los pies o los talones para poder fingir que llevaban el zapato que el misterioso desconocido encontró en el baile. Así que hay mucho en juego para los representantes del supuesto mal.
Pero la coreógrafa no puede dar vuelta todo. La Cenicienta Clara, de buen corazón y aparentemente poco sociable, es su personaje más pintoresco e imposible de ignorar. Emilia
Francesca
Vocabulario
Bridget psicograma familiar, el esplendor musical en compás de tres por cuatro con rudas canciones obreras.
Descalzos y con zapatillas de punta, las potentes actuaciones de conjunto triunfan en la danza de los trabajadores. Emilia Peredo Aguirre, encarnando a Clara, y Francesca Berrueto, que baila un grandioso y expresivo número en el momento del fracaso, resultan ser las figuras ideales en sus respectivos papeles.
La brillante coreógrafa quita la dimensión en blanco y negro de la leyenda y escudriña exegéticamente su estructura psicológica. Hete aquí que ni siquiera los supuestos malos lo tienen tan fácil como se podría creer.
Y colorín colorado este cuento de hadas felizmente se ha terminado con los efusivos y merecidos aplausos de la platea, para todo el elenco de excelentes bailarinas y bailarines, así como para el equipo entero de Bridget Breiner sin excepciones.
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