Francia
Prenavideño con brío
Francisco Leonarte
Venga, uno de esos programas que llenan la sala. Y vamos a llamarlo «Concierto de Navidad» : dos suites de ballets archifamosos y un Rachmaninov un pelín más infrecuente. Y en efecto, la sala está llena. Bastantes jóvenes y niños. La pareja sentada juste delante de mí, de mediana edad, se toman la mano en distintos momentos, emocionados sin duda de escuchar en directo melodías que siempre les han gustado. Ya sólo por eso vale la pena haber organizado este concierto. Es bonito de ver.
Llega
la directora, originaria de Hong-Kong, en un vestido negro con hechuras mil
novecientos, un poco de ama de llaves de novela decimonónica. Su vestido es lo
de menos, sólo una anécdota visual. Lo importante es la energía que despliega
al dirigir. Ataca la «Danza de los caballeros» de la suite de Romeo y
Julieta con mucho vigor, su ritmo es implacable, no se pierde en
delicadezas, salvo momentos muy puntuales en que demuestra también su sentido
del rubato. En ciertas ocasiones, durante la suite, el oyente podría
tomar flautas y violines por instrumentos de percusión. Atenta a todos los
pupitres, Elim Chan sobre todo sabe dar el carácter eminentemente teatral de la
partitura. Y en su brillante interpretación, de repente salta a la vista todo
lo que el Berstein de West Side Story le debe a este ballet sobre el
mismo mito shakespeariano, no sólo ciertos finales de frase, también ciertos
acompañamientos. Al finalizar, Chan hace saludar a todos los solistas y todos
los pupitres.
Después
del entreacto, Rachmaninov: Rapsodia sobre un tema de Paganini, de 1934.
Influencia neoclásica, algún apunte que hace pensar en la Rhapsodie in blue
(1924) de Gershwin, una lejana influencia del jazz. Pudiera pensarse que al
lado de otras obras de esos mismos años como Lady Macbeth de Mtsenk de
Shostakovitch, como la Lulu suite de Berg, o sobre todo como Ionisation
de Varèse, estas Variaciones de Rachmaninov son poca cosa. Pero fuerza
es reconocer la influencia de Rachmaninov en la música ligera de los decenios
posteriores. Hay por ejemplo alguna variación que bien podría figurar en una
comedia musical de Demy/Legrand de los años 60 y 70, y el tema central al
piano, tan rachmaninoviano, podría servir para cualquier canción melódica hasta
prácticamente finales del siglo XX.
Chan
hace encaje de bolillos para que piano y orquesta se engarcen. Puede que
hubiera algún ligero descuadre, pero realmente de forma puntual. En general, la
directora hongkonesa hace un estupendo trabajo, escucha a Goerner y hace que la
orquesta le siga, cante con él, sin nunca avasallar, al contrario, midiendo los
volúmenes. Aquí sí que se muestra Chan de gran delicadeza, dirigiendo sin
batuta para mejor calibrar, mejor expresar, muy cerca de los instrumentistas.
Goerner,
a su vez, hace demostración de virtuosismo, como requiere la partitura.
Potencia sonora. Y siempre en diálogo con orquesta.
Para
agradecer el entusiasmo del público, Goerner agrega un Chopin muy bien cantado,
con esa melodía que llega a la nota aguda casi como en un pequeño grito de
presa herida, pero sin ser melífluo ni exagerar pedales ni mezzevoci ni rubati.
Y
la cosa terminará con otra obra repleta de melodías de esas que todo el mundo
reconoce sin necesariamente saber quién las ha compuesto, la suite del Lago
de los cisnes, el famoso ballet de Chaikovsky. Chan, que esta vez sí empuña
la batuta, sabe mostrarse toda la pasión.
Y
es que dispone de una orquesta, la Filarmónica de Radio France que -no me
cansaré de repetirlo- es un lujo. Las cuerdas nítidas -especialmente en esa
prueba del fuego que es la muerte de Tebaldo del Romeo y Julieta-, los
metales vibrantes, las madera sensibles, las percusiones atentas. Los solistas
se lucen particularmente en el Lago de los cisnes, el trágico oboe, la
delicada arpa (qué consumado arte de manejar los silencios), el violín solista
elegantísimo, como el violonchelo solista...
Como
bis, algunos maestros de la orquesta se calzan un gorro navideño en la cabeza,
otros ponen guirmaldas en sus atriles, y, tras unas palabras en inglés de Chan,
básicamente felicitando las fiestas y deseándonos una bonitas vacaciones,
vuelven a interpretar el tema de Odette del Lago de los cisnes.
Público feliz. Operación Concierto Navideño finalizada con (mucho) éxito. Que de eso se trataba.
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