España - Madrid

Teatro Real

El reino de las voces

Germán García Tomás
miércoles, 8 de enero de 2025
McVicar, Maria Stuarda © 2024 by Javier del Real / Teatro Real McVicar, Maria Stuarda © 2024 by Javier del Real / Teatro Real
Madrid, lunes, 16 de diciembre de 2024. Teatro Real. Maria Stuarda (Milán, Teatro alla Scala, 1835). Tragedia lírica en dos actos. Música: Gaetano Donizetti. Libreto: Giuseppe Bardari, basado en la traducción de Andrea Maffei de Maria Stuart, de Friedrich von Schiller. Estreno en el Teatro Real. Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Teatro del Liceo de Barcelona, el Donizetti Opera Festival - Bérgamo, La Monnaie / De Munt de Bruselas y la Ópera Nacional de Finlandia. Dirección de escena y vestuario adicional: David McVicar. Escenografía: Hannath Postlethwaite. Vestuario: Brigitte Reiffenstuel. Iluminación: Lizzie Powell. Dirección de movimiento: Gareth Mole. Reparto: Silvia Tro Santafé (Elisabetta), Yolanda Auyanet (Maria Stuarda), Airam Hernández (Roberto Leicester), Krzystof Baczyk (Giorgio Talbot), Simon Mechlinski (Lord Guglielmo Cecil), Mercedes Gancedo (Anna Kennedy). Coro (director, José Luis Basso) y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra.
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El polémico reinado de Isabel I de Inglaterra ha despertado un importante grado de fascinación en el arte operístico. Si a mediados del siglo XX Benjamin Britten contribuyó a las celebraciones de la coronación de Isabel II por medio de la memoria de su antepasada en una sensacional ópera como es Gloriana, que alaba las virtudes y no se arredra en resaltar también los defectos de la vanidosa soberana, 120 años antes, en el siglo XIX, el belcantista Gaetano Donizetti se propuso en su trilogía Tudor (Anna Bolena, Maria Stuarda y Roberto Devereux) glosar para el teatro cantado un largo capítulo de la historia de las islas británicas en el que la reina Isabel I tenía un amplísimo rango de protagonismo. En el caso de la segunda haciéndolo desde el papel de antagonista frente a su prima Maria Estuardo, al situar a ésta como la víctima propiciatoria de la tiranía política y la intolerancia religiosa representadas por la monarca inglesa.

Porque Maria Stuarda, que el Teatro Real en una nueva y alabable apuesta en coproducción con Barcelona, Bérgamo, Bruselas y Helsinki ha subido a su escenario por primera vez, al margen del triángulo amoroso que forman las dos mujeres y el noble Roberto Leicester -una componenda amorosa menos acusada en esta ópera que en Roberto Devereux-, es básicamente eso, la rivalidad de dos mujeres aspirantes a la corona inglesa, una, pese a la ejecución de su madre Ana Bolena, está convencida de ser la reina legítima y de pleno derecho de la Inglaterra protestante, la otra, monarca de credo católico que se vio obligada a renunciar al reino de Escocia, prisionera de su pariente por el misterioso asesinato de su esposo y por su insostenible defensa del Catolicismo.

El caldo de cultivo para una ópera romántica estaba servido, máxime cuando fue alimentado por la inspiración literaria de Friedrich von Schiller. Donizetti, por medio del libreto elaborado por Giuseppe Bardari, no busca acción en esta singular ópera, sino la situación de tensión dramática entre dos mujeres enfrentadas que supone la crónica de una muerte anunciada, la crónica de una ejecución anunciada -la de María-, como el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, explica con otras palabras en su prolijo ensayo del programa de mano.

Silvia Tro Santafé en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.Silvia Tro Santafé en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.

David McVicar, director que precisamente ya ofreció su propuesta de Gloriana en este mismo coliseo, vuelve a plasmar en escena toda la imaginería asociada a la reina Isabel en un montaje que se erige con poderosa fuerza visual y escénica por medio del vestuario de época, como en la ópera de Britten, de una asombrosa fidelidad a los retratos pictóricos y cuidadísimo estéticamente, a cargo de su habitual colaboradora Brigitte Reiffenstuel.

McVicar consigue la creación de ambientes íntimos con el apoyo de una escenografía de Hannath Postlethwaite sobria y elemental, al igual que en Gloriana, huyendo del aparato y andamiaje mucho más elaborado de su Adriana Lecouvreur que abrió la temporada madrileña: aquí una mesa que preside todo el acto primero hundiéndose en el suelo cuando es necesario para el movimiento escénico y esa figura esférica de la corona inglesa que va bajando en cada escena hasta aparecer ajada y arrinconada en el suelo en la ejecución pública de María, con la cruz erigiéndose torcida, sobreviviendo simbólicamente a la pugna política y religiosa. El trasfondo colectivo es igualmente fundamental, pues en esta visión lóbrega y tenebrosa, quizá demasiado oscuramente iluminada por Lizzie Powell, McVicar utiliza al coro al modo de la tragedia griega.

Airam Hernández, Silvia Tro Santafé y Coro del Teatro Real en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.Airam Hernández, Silvia Tro Santafé y Coro del Teatro Real en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.

De los dos elencos, en el segundo el trío protagonista estuvo protagonizado por cantantes españoles, algo que nos congratula tal y como está la situación de reivindicación de voces patrias en las producciones de nuestros teatros. Las dos mujeres, por sus diferentes y contrastantes cualidades vocales, pudieron lucirse en sus respectivos cometidos, de una dificultad pareja, pues más que la pura agilidad y el ascenso a notas altas, que lo poseen en este título, y en gran abundancia, se requiere de ellas un gran dominio de la recitación y la musicalidad asociada al texto dramático.

De un lado, Silvia Tro Santafé compone una memorable Elisabetta, de las que se recordarán por mucho tiempo, tal es su altura y dignidad vocal, y su regia presencia teatral. Su canto, siempre afinado, no pierde nunca la ortodoxia de la línea vocal y delinea el canto melismático con una intachable limpieza. Si son robustos sus agudos, la valenciana acomete los graves con no menor vigorosidad. No sabríamos decir con qué momento de su vibrante papel nos quedaríamos, pues demostró ser una mezzo con agilidades a la Rossini en la escena inicial, y demostró gran personalidad y dotes para demostrar la altivez y el desdén en el enfrentamiento con su pariente, donde sobresalió aún más si cabe su rival, por el protagonismo que Donizetti da a Maria Stuarda en ese final del acto primero. También reservó una actitud de auténtica soberana a la hora de firmar la sentencia de muerte de la protagonista en su dúo con Roberto del segundo acto.

Yolanda Auyanet y Coro del Teatro Real en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.Yolanda Auyanet y Coro del Teatro Real en ‘Maria Stuarda’ de Donizetti. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: David McVicar. Madrid, Teatro Real, diciembre de 2024. © 2024 by Javier del Real / Teatro Real.

Y es que otra de nuestras más extraordinarias artistas, la soprano Yolanda Auyanet, ha vuelto a sobrecogernos con una nueva recreación de gran hondura de un personaje belcantista, tras disfrutarla en el inolvidable Il pirata de Bellini en 2019, aunque el que esto escribe no pudo escucharla en la Norma de 2021. La canaria brilla en solitario o en grupo en el personaje titular de la malograda reina de Escocia, exhibiendo el acostumbrado canto de gran pureza, aterciopelado y terso, de técnica tan depurada, con filados y medias voces marca de la casa -tan cercanos al estilo de Caballé-, que llega a extremos de profunda emoción en su gran escena del acto segundo, esas confesiones que en arioso y en aria dirige al personaje de Giorgio Talbot. Su personaje es el más extenso, pero sus cualidades vocales no decayeron en toda la función, luciendo siempre ese reconocible timbre y su esmalte tan característico, con la fortaleza y la proyección adecuadas para afrontar la aludida escena de la prisión y el agitado final de la ópera, con una sensible y entregada preghiera con acompañamiento coral.

Otro cantante de las islas, el tenor Airam Hernández, todo un valor en alza y excelente en roles mozartianos, se metió en la piel del arriesgado papel de Roberto Leicester, tal es la exigente tesitura en la zona superior que Donizetti escribe para él, siendo el compositor hasta bastante despiadado en momentos con su personaje como el dúo con Elisabetta. Si bien se percibió ligeras tiranteces a la hora de llegar a algunos agudos, que tienen que emitirse con voz plena, el tinerfeño hizo correr con holgura y facilidad, y con un sobresaliente arrojo y poderío vocal, su hermosa voz de tenor lírico, en la que no se aprecia discontinuidad entre registros.

Por fin, las dos voces graves masculinas, ambas oriundas de Polonia, poseen sendas participaciones de gran relevancia: el bajo Krzystof Baczyk dando vida a un Giorgio Talbot de gran presencia, y de timbrado y cálido instrumento, y el barítono Simon Mechlinski como el noble confidente de la reina, cantante de línea exquisita y firmes agudos, que se destaca en el dúo con Isabel y posterior terceto junto a Roberto. Esta ópera de Donizetti no posee el tradicional barítono villano y aquí el pérfido Lord Guglielmo adopta un perfil bajo, espléndidamente defendido por Mechlinski.

José Miguel Pérez-Sierra, un director de orquesta muy solicitado en los últimos meses en teatros de toda España, ejerce de auténtico concertador huyendo del puro efectismo orquestal -ofreciendo una magnífica obertura, de gran ligereza y muy contrastada dinámicamente -, dando siempre protagonismo a los cantantes y equilibrando fuerzas para que instantes como el concertante del acto primero sea una espectacular y ordenada conjunción de canto y orquesta.

En ese puzle juega un papel fundamental el coro titular del teatro preparado por José Luis Basso: al margen de sus diversas intervenciones como parte integrante y comentarista de la trama, sus siempre diferenciadas secciones vocales brindaron en solitario el número coral que abre la escena final de Maria Stuarda, y que ya quiere anunciarnos el Nabucco verdiano. 

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