Alemania
Hansel y Gretel, una ópera tan sustanciosa como un buen pan de jengibre
Juan Carlos Tellechea
El Adviento y la Navidad en los países de habla germana son inimaginables sin Hansel y Gretel, el cuento de los hermanos Grimm, ya sea narrado por padres o abuelos a los niños más pequeños en el hogar, y ante el abeto resplandecientemente decorado para estas fiestas, o en el teatro, para presenciar la ópera homónima de Engelbert Humperdinck, como en esta bulliciosa tarde del miércoles en Duisburgo colmado de chavales... y de adultos, que evocan, entre lágrimas de emoción, su infancia.
Desde hace 55 años la Deutsche Oper am Rhein (Düsseldorf/Duisburgo) representa durante cada temporada navideña esta clásica puesta de Andreas Meyer-Hanno con escenografía de Gerda Zientek, estrenada el 26 de octubre de 1969 precisamente en este Teatro de Duisburgo, y renovada hace un par de años a través de la cuidada producción escénica de la directora teatral Esther Mertel, de esta casa de ópera. Los ensayos y preparativos comienzan siempre en octubre.
La trama
Por supuesto, es mucho más divertido jugar que ayudar en las tareas domésticas. Hansel (Anna Harvey) y Gretel (Heidi Elisabeth Meier) también lo saben. Lástima que, en su alborotado juego, se rompa la lechera de barro y se queden sin cena. ¿Qué puede poner ahora la familia en la mesa? La madre, Gertrud (Romana Noack) regaña a sus hijos y los envía al bosque a buscar bayas. El resultado son imágenes atractivas con un bosque que cambia de color como leitmotiv.
Pero lo que empieza como una aventura se complica al anochecer: los hermanos se pierden y tienen que pernoctar en un claro de la foresta donde los visita el hombrecillo de la arena (Annabel Kennedy), que les coloca un grano de arenilla en los ojos antes de dormir, y al otro día se les aparece el hombrecillo del rocío de la mañana (Elisabeth Freyhoff), quien alegremente los despierta de su profundo sueño.
Mas pronto caen en las garras de la malvada bruja (Morenike Fadayomi), que vive en una tentadora casucha de crujiente pan de jengibre (“Lebkuchen“, en alemán, aquí van algunas recetas culinarias) cubierta de apetitosos dulces y una nívea capa de azúcar. Ahora los hermanitos tienen que hacer acopio de todo su valor e ingenio para liberarse de esta dramática situación. No son los primeros niños que la bruja atrapa para engordarlos y comerlos.
Los papeles
Mientras, el padre, Peter (Richard Šveda) y Gertrud, salen en su busca y los encuentran días más tarde, cuando los chicos lograron meter a la bruja en el horno que utilizaba para asar a a sus víctimas antes de engullirlas, convirtiéndose también ella en un gigantesco y crocante pan de jengibre.
La producción no ha perdido nada de su fascinación con el paso de las décadas. Este clásico sigue deleitando a grandes y chicos, incluido el vuelo de la bruja montada sobre su escoba mágica sobre el escenario y el foso de la orquesta.
Anna Abendsegen (Bendición vespertina) está finamente equilibrado y es sencillamente una delicia.
La bruja
La soprano Romana
Mucho más relajado es el marido de Gertrud, Peter, quien pese a las miserables condiciones en las que viven él y su familia, no ha perdido su sentido del humor. Con su actitud despreocupada, confía en la ayuda de Dios en tiempos de necesidad, pero también busca y encuentra consuelo en el alcohol. De ahí que le guste canturrear para sí mismo de forma animada. Es un buen papel para Richard
En el papel de la bruja, Morenike
La música
Desde el estudio de ópera llegan encarnando al hombrecillo de arena y al hombrecillo del rocío matinal, respectivamente, las polifacéticas Annabel
También destaca el coro de niñas y niños de Düsseldorf, que actúa de forma impresionante, preparado por Ricardo Navas Valbuena y Melanie Schüssler, profesora del Conservatorio de Música y Danza de Colonia.
La orquesta Duisburger Philharmoniker, dirigida por Sebastian Ludwig, ofreció una excelente interpretación de la maravillosa música de , que ha sido un éxito desde su estreno en 1893 con canciones (“Lieder”) que han quedado para siempre en la memoria popular: “Brüderchen, komm tanz mit mir!” (Hermanito, ven baila conmigo), “Suse, liebe Suse, was raschelt im Stroh?” (Suse, querida Suse, ¿qué susurra en la paja?, antigua melodía de autor anónimo) o “Ein Männlein steht im Walde” (Un hombrecillo está de pie en el bosque)...y la hermosa nana: “Abendsegen” (Bendición vespertina), con los 14 ángeles de pie en torno a los niños a punto de irse a dormir.
Tradición wagneriana
Engelbert Humperdinck y su hermana, Adelheid Wette, titularon esta ópera de 1893 “Märchenspiel in drei Bilder” (Obra de cuento de hadas en tres cuadros). Humperdinck se hizo famoso y rico de la noche a la mañana con la pieza, que pronto triunfaría en los Estados Unidos. El compositor la llamó también “Kinderstubenweihfestspiel” (Festival de guardería infantil), aludiendo irónicamente a la ópera Parsifal (“Bühnenweihfestspiel”, Festival de consagración escénica) de Richard Wagner, de quien fue asistente (y persona de confianza) para su estreno en Bayreuth el 26 de julio de 1882.
Dicho sea de paso, pero yendo en cierto modo al grano, la secretaria de Estado de Cultura del gobierno de Alemania, Claudia Roth, decía con toda razón durante su reciente visita al Festival de Bayreuth en julio de este año que en ese escenario deberían representarse no solo obras de Wagner y mencionaba como ejemplo a Hansel y Gretel de Engelbert Humperdinck, una ópera que procede de la tradición wagneriana:
Hay bastantes obras así (…) y es importante que instituciones como el Festival de Bayreuth se abran en general más al público joven y se dirijan a él de forma específica.
La directora del Festival, Katharina Wagner, también tiene buenas ideas y conceptos para ello.
El Festival ya no funciona solo como antes, donde a veces había que esperar muchos años para conseguir una entrada. Bayreuth debería ser más diverso, colorido y joven en general.
Conexiones
El estreno mundial de Hansel y Gretel de Humperdinck tuvo lugar en el Teatro de la corte de Weimar el 23 de diciembre de 1893 bajo la égida de Richard Strauss. Las conexiones de Engelbert Humperdinck con los grandes directores de orquesta de su época, Felix Mottl, Hermann Levi (el mismo que rechazara dirigir el estreno en 1887 de la Sinfonía nº 8 de Anton Bruckner porque le resultaba muy difícil) y Richard Strauss, se convirtieron en algo importante para él.
Poco antes del estreno de Hansel y Gretel, Strauss había escrito Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel (1890). Eran aquellos además los tiempos en los que Pietro escribía Cavalleria Rusticana (1890) y Ruggero Pagliacci(1892).
Éxito
El género de la ópera basada en cuentos de hadas convirtió rápidamente a Humperdinck en un hombre con fortuna; en 1897 se trasladó a su imponente villa de Boppard (a orillas del Rin). Se vio confirmado y animado a retomar otros relatos legendarios: “Die Königskinder” (Los hijos del rey), todavía bajo la estela de Richard Wagner, y “Dornröschen” (La bella durmiente del bosque). “Die sieben Geislein” (Los siete cabritillos) siguió siendo una obra para voz y piano.
En 1900, Humperdinck fue nombrado sucesor de Max Bruch en la Academia de Música de Berlín, tras haber recibido previamente el título de doctor honoris causa por la universidad. Max Reinhardt convenció a Humperdinck para una estrecha colaboración con el Deutsches Theater; Leo Blech, alumno destacado de Humperdinck, interpretó Die Königskinder en Berlín con gran éxito.
Menos conocidas
La ópera cómica Heirat wider Willen (Matrimonio contra su voluntad) sigue apareciendo ocasionalmente en el repertorio de la Deutsche Oper am Rhein (Düsseldorf/Duisburgo). Die Marketenderin (Proveedora de vituallas al ejército) y la ópera estudiantil Gaudeamus solo son conocidas por los historiadores.
La pantomima mística de Karl Vollmoeller Das Wunder (El milagro), estrenada en el Olympia Hall de Londres en 1911, con música de acompañamiento de Humperdinck para una orquesta de hasta 200 músicos, pareció volver a tener éxito después de la Segunda Guerra Mundial, pero finalmente dejó de representarse.
Crueles historias
En la época de los hermanos
Un pobre leñador yace en la cama por la noche, preocupado por cómo va a alimentar a sus dos hijos y a su mujer al día siguiente. Sencillamente, no hay suficiente para todos. ¿Qué se supone que debe hacer?. A lo que su mujer responde:
¿Sabes qué, hombre? Mañana temprano llevaremos a los niños al bosque, donde está más espeso, encenderemos un fuego y les daremos un trozo de pan a cada uno; luego nos iremos a trabajar y los dejaremos solos. No volverán a encontrar el camino a casa y nos libraremos de ellos.
Así comienza uno de los cuentos más populares de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, con este intento premeditado del asesinato de dos niños. En la primera versión de 1812, seguía siendo la madre biológica la que quería deshacerse de los niños. A partir de 1843, los Grimm la sustituyeron por una madrastra. Estas sutilezas también consolidaron en el mundo la imagen de la madrastra malvada.
Guerra de los Treinta Años
Sin embargo, la historia de los dos niños abandonados también contiene otros motivos que difícilmente encontrarían cabida en los cuentos pedagógicos de hoy en día: hambre, canibalismo, muerte. En Hansel y Gretel, que trata del hambre y el canibalismo, debe de haber antecedentes históricos de una época en la que se sabe por fuentes históricas que hubo terribles hambrunas.
Y siempre en esas épocas [...] hubo casos de canibalismo e incluso, el mayor y peor tabú de la historia de la humanidad, casos de canibalismo infantil,
explica el escritor y estudioso de la literatura Michael Maar, en una entrevista publicada hace poco por la prensa alemana.
El cuento fue recogido oralmente por los hermanos Grimm y se dice que se originó en la histórica región de Hesse. Según la folclorista Sabine Wienker-Piepho, existen versiones locales de este cuento, incluso en la isla de Madagascar.
Hay pruebas históricas de que el hambre siempre fue un problema en la época de los Grimm. El periodo de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) se caracterizó por la penuria. En la segunda mitad del siglo XVII, los inviernos fríos provocaron repetidamente el fracaso de las cosechas; los años comprendidos entre 1770 y 1772 fueron una catástrofe para la agricultura en Europa. Y la erupción del volcán Tambora en Indonesia dio a los años 1816/1817 el título de “año sin verano”.
Tabúes
El hambre era moneda corriente y los cuentos de hadas transmitían tabúes de la historia de la humanidad, subraya Michael Maar.
Este cuento de hadas, muy cruel, se grabaría a fuego en la infancia; Hansel y Gretel es uno de los más impresionantes de la historia.
El filólogo y crítico literario se plantea además la cuestión lógica: ¿por qué querría la bruja comerse a los niños? No le faltan calorías, después de todo, vive en una casa de azúcar. Su teoría: los cuentos de hadas se remontan a viejas historias de tiempos más remotos, que reflejan experiencias de épocas pasadas. Maar sitúa la historia de Hansel y Gretel en la Guerra de los Treinta Años, una época en la que hubo terribles hambrunas. Y en tiempos tan espantosos surgiría también uno de los peores tabúes posibles: el canibalismo.
Magistral
Richard Strauss describió al endiabladamente difícil pequeño Hansel, como una obra maestra de primer orden. Con toda razón, porque aunque atrajo a generaciones de niños a la ópera por primera vez y desde luego nunca decepcionó, su reputación de inofensiva “pieza infantil” no le hace justicia a sus aspiraciones musicales.
El tono congraciador, por ejemplo, en el que la crujiente bruja engorda al pobre Hansel, no tiene nada que envidiar en ambigüedad a ciertos idilios en trío de las sinfonías de Gustav Mahler. Esto ha tentado a veces a los directores a crear escenas de canibalismo en el matadero de las brujas, psicológicamente bien fundadas, pero poco aptas para toda la familia. Sin embargo, en el final feliz de Engelbert Humperdinck, se supone que todos los niños de jengibre encantados por la bruja vuelven a la vida.
Navidad en el hemisferio norte
Ella y la casa crocante son probablemente la única referencia navideña real, porque la obra está presumiblemente ambientada en verano. De lo contrario, los niños no habrían sido enviados al bosque a recoger bayas, la noche a cielo abierto provocaría un frío intenso a pesar de los 14 ángeles que vigilan su sueño, y el hombrecillo del rocío podría repartir cristales de hielo.
Sin embargo, Hansel y Gretel está perfectamente situada en los programas líricos durante el Adviento y la Navidad porque si se escucha con atención, el oyente se dará cuenta de que esta ópera es al menos igual de rica en contenido: esta ópera es al menos tan sustanciosa como un buen pan de jengibre.
En la Alemania de hoy, pero también en muchos otros países que disfrutan con estas leyendas, los confiteros comienzan a preparar la masa de estos panes en marzo y en octubre les dan forma para convertirlos en la cabaña de la bruja decorada con multicolores dulces que comienzan a exhibir en sus escaparates en noviembre para venderlos antes de la Navidad en sus comercios.
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