Discos
Ostrava Days 2023 Live (II): espacialidad
Daniel Martínez Babiloni

Si el primer disco de la serie Ostrava Days 2023 Live presentaba una serie de continuidades estilísticas entre autores nacidos en la década de 1930 y otros más jóvenes, el contenido del segundo volumen pertenece a la corriente exploratoria del sonido como generador de espacios.
Ciertamente, es un aspecto controvertido a la hora de plasmarlo en una grabación, pero, a tenor del resultado, no hay que desestimar por ello esta grabación.
Sobre todo, si se escucha con unos auriculares que permitan apreciar el matiz.
Sirva como ejemplo Riviere souterraine 3 (2023), del polaco Zygmunt (1938), para piano, electrónica y orquesta de cámara. Es una página que conserva el marchamo rapsódico de la música new age. En algunos rasgos es próxima a la forma de escribir del finés Einojuhani . Especialmente, el crescendo que lleva al clímax de la sección central y su carácter melancólico. El resultado discográfico es notable.
Tiene profundidad y transmite bien la aportación en escena de la cuadrafonía, mediante la que se lanza la parte electrónica. Sobre ella evoluciona el piano interpretado por el propio Krauze, siempre titilante y luminoso hasta más de la mitad de la obra. A partir de ahí, la atmósfera se oscurece y la Ostravská banda, fundiéndose con la electrónica, consigue una textura granular constante hasta que se extingue al final como lo hace el Lontano ligetiano.
La segunda pista, Earth Waves (2017–18), de la compositora irlandesa Ann (1983) nos remite a algunas páginas de Kalheinz como, por ejemplo, In Freundschaft para clarinete y Stimmung. La partitura marca los movimientos que ha de hacer el solista de trombón, aquí un creativo , para esparcir el sinfín de efectos sonoros que se le encomiendan.
La grabación deja percibir, de nuevo, el marco que proporciona al intérprete un primer círculo formado por una serie de altavoces. En un segundo círculo interviene el sexteto vocal formado por soprano, mezzo, contratenor, tenor, barítono y bajo. En sus peroraciones sobre versos de antiguos poetas irlandeses llegan a crear, junto al trombón, masas sonoras muy plásticas, que van y vienen constantemente. Solista y sexteto se contestan, se contraponen, se imitan o se funden en un balance verdaderamente interesante.
En Diptych (2023) para doce cuerdas asistimos al cincelado en vivo de un bajorrelieve sonoro. El checo Petr Bakla (1980) dispone los efectivos instrumentales de modo que una parte del ensamble reitera insistentemente un mismo acorde, formando el primer plano de esa hipotética escultura. En el fondo, a veces imperceptible por su naturaleza, que no por la grabación que denota aquí altas dosis de calidad, transcurren en sentido horizontal unos cromatismos cual sombras de aquella figura principal. Pero, pese a la diferente dinámica y densidad de cada capa, ambas son imprescindible e inseparables. El discurso no tendría sentido si faltase alguna de las dos.
La pieza más breve es la aportada por la compositora germano-checa Franziska
El último título, Pale Blue World (2023) está firmado por el neoyorkino Ian Mclellan (1989). La propuesta surge de una improvisación, que se graba, se manipula y se transcribe para orquesta y electrónica. Pero, más que jugar con el espacio como las demás piezas, ahonda en la percepción del tiempo. Encadena una serie de episodios ejecutados en vivo sobre un colchón pregrabado que enmascara la tímbrica del conjunto. Los protagonistas de cada episodio son, entre otros, una delicada arpa, un nocturnal saxo tenor, una interrogativa flauta alto, un psicodélico piano Fender, unos ensoñadores violines o un fagot que compadrea con otros instrumentos graves. En definitiva, veinte minutos de exquisitez sonora.
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