Suiza

Lucerna: el universo de ‘Le piano symphonique’ (II/III): De Grieg a Bartok y Berg

Agustín Blanco Bazán
lunes, 27 de enero de 2025
Kovacevich y Stephanie Argerich © 2025 b Philipp Schmidli Kovacevich y Stephanie Argerich © 2025 b Philipp Schmidli
Lucerna, martes, 14 de enero de 2025. Konzert Saal del Centro Cultural de Lucerna (KKL). Leif Ove Andsnes, piano. E. Grieg, Sonata op. 7. G. Tveitt, Sonata nº 29 'Etere'. F. Chopin, 24 Préludes op. 28. Stephen Kovacevich, piano. Alban Berg, Sonata para piano op.1. Béla Bartók, Klänge der Nacht, de Im Freiem. (acompañado de la película ‘The Night’s Music’ de S. Argerich). Michael Schade (tenor) y Justus Zeyen (piano). Franz Schubert, Cinco lieder. Festival Le piano symphonique 2025
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La segunda noche del festival comenzó con una sensible interpretación de la bellísima Sonata para piano nº 7 de Edward Grieg por su compatriota Leif Ove Andsnes. Bien le cupo a esta primera parte del concierto el apodo de “Perlas de Noruega”. Porque con redondez y destello de perla salió la controlada y expresiva exposición del Allegro Moderato. Similarmente brillante (¡y sin exhibicionismos!) fue el Molto Allegro final. Decididamente, Grieg es un compositor imposible de encasillar, porque el hacerlo disminuiría su esa grandeza tan suya, simple e intemporal en su poética musicalidad. Unas veces me pareció escuchar Mozart, otras a Schubert en esta interpretación modélica.

Ello en contraposición de lo que siguió, decididamente una perla negra de Geirr Tveitt, (1908-1981), un noruego que sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial exploró el oeste de su país en busca de temas musicales autóctonos. El resultado fue su Sonata Etérea nº 29 salvada del incendio de la granja del compositor que destruyó mas del 70 por ciento de su obra. Una verdadera tragedia, si es que las obras perdidas tienen una calidad similar a esta sonata, cuyo apodo radica en originalísimas exploraciones acústicas. Por ejemplo, en repetidas oportunidades el pianista, luego de algunos acordes en resoluto forte apoyó todo su antebrazo izquierdo sobre el teclado para prolongar un eco cuya dinámica fue desapareciendo progresiva y lentamente hasta culminar en un silencio total (ver foto).

Este tipo de efectos obligaron a Andsnes a cambiar de piano luego de la Sonata de Grieg. Pero aún sin este tipo de sorpresas, la obra es modélica por su complejísima exploración de texturas a lo largo de todo el teclado. Las pulsaciones extremas en el movimiento final (apropiadamente llamado Tempo di Pulsazione) salieron como una experiencia auditiva original y luminosa.

Después del intervalo que siguió a la Sonata de Tveitt, Andsnes continuó su tour de force con los 24 Preludios opus 28 de Chopin que comenzó desarrollando con destreza pero un poco en 'piloto automático'. A partir del Largo nº 4 su energía y su sensibilidad volvieron al nivel gracias al cual es hoy uno de los mas buscados pianistas internacionalmente. El Lento nº 12 fue a la vez oxigenado y cautivante y el Sostenuto nº 15 conmovió con su poética moderación y el magnífico contraste entre el cantábile de la mano derecha y los sombríamente premonitorios acordes de la izquierda.

Y nueva pausa, esta vez antes de una culminación cuya expectativa decreció por la noticia que Martha Argerich y Mikhail Pletnev se habían enfermado y no podrían interpretar el estreno mundial de una transcripción para dos pianos de la Sinfonía Inconclusa de Schubert comisionada por el Festival. En su reemplazo, el tenor Michael Schade, acompañado por Justus Zeyen (¡otro pianista importante!) consoló a la audiencia con cinco bien cantados lieder schubertianos: Ständchen, Der Neurgierie, Ganymed, un Nacht und Träume antológicamente suspirado, y Musensohn.

Previamente a esta inesperada Schubertiade, Stephen Kovacevich hizo un breve pero intenso trabajo con una magistral interpretación de la Sonata para piano nº 1 de Alban Berg y Klänge der Nacht (de Im Freien) de Béla Bartók. Esta última pieza fue ilustrada por una filmación de su hija, Stephanie Argerich, que mostraba al pianista enfrascado en su alma musical, ora mirando un poquitín en la lejanía, ora a un noticiero meteorológico de la tele, ora manejando su Mercedes Benz. Pero siempre marcando suavemente la música con sus dedos. Tal vez algo traído de los pelos en medio de un programa tan intenso y variado, pero de cualquier manera bastante conmovedor. Porque finalmente, también este encuentro entre padre e hija logró insertarse en la completísima variedad pianística de este festival.

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