Geopolítica y Relaciones internacionales
Trump 2.0 mucho más peligroso, Alemania y la Unión Europea enfrentarán graves consecuencias
Juan Carlos Tellechea

Trump 2.0 no es el mismo trumpismo que ganó las elecciones en 2016. Es un proyecto mucho más peligroso. Tras cuatro años, evitando por los pelos ir a la cárcel, el regreso a la Casa Blanca del delincuente convicto Donald Trump, que intentó anular ilegalmente unas elecciones en los Estados Unidos, es, cuando menos, desconcertante.
La segunda victoria de Trump no ha sido una casualidad ni tampoco el simple resultado de la injerencia de Rusia o de unos votantes extremistas deplorables. Aunque Trump abandonó la política formal en 2021, las fuerzas que lo llevaron al poder no lo hicieron. Esta vez, llegó al cargo mucho mejor organizado, mucho más fuerte y con una base política más diversa. El mundo está presenciando ahora cómo los Estados Unidos están destruyendo su propia era en la historia.
Tecnofascismo y capitalismo autoritario
Trump tampoco está solo: en todo Occidente, el populismo de derechas está en marcha, mientras que los partidos progresistas siguen encontrándose a la zaga. En un mundo cada vez más inestable, la marea creciente de la derecha autoritaria plantea enormes desafíos para la economía mundial. La era del tecnofascismo, el capitalismo autoritario y la militarización del poder por parte de Trump, si no se la controla a tiempo, supone una amenaza para la paz, la prosperidad y todo el planeta.
Por lo pronto, la nueva era Trump tendrá graves consecuencias para Alemania y Europa, vaticina la politóloga Dra Claudia Major, directora del Departamento de Seguridad Internacional de la Fundación Ciencia y Política (SWP) y vicepresidenta senior de Iniciativas de Seguridad Transatlántica de la German Marshall Fund de los Estados Unidos (GMF), en recientes declaraciones a la prensa alemana:
Trump ha comprendido el potencial de chantaje de la dependencia de Alemania respecto a EE.UU. (…) Pero Europa no debe seguir siendo un peón en el juego de los Estados Unidos. (…) Europa ha estado dormida en términos de política de seguridad.
Si somos honestos, el problema es que los europeos se enfrentan al hecho de que no pueden decir mucho porque no son lo suficientemente fuertes, lo que significa que probablemente tendremos que aguantar las decisiones estadounidenses porque no hemos estado preparados para invertir en nuestras propias capacidades de política de seguridad en los últimos años y décadas.
El congelamiento por tres meses de toda la ayuda estadounidense al exterior, excepto a Israel y a Egipto, plantea enormes problemas para Ucrania en su política humanitaria y de defensa contra la guerra de agresión de Rusia en su territorio.
Guerra de agresión en Ucrania
El reto o el mayor problema es que mientras Rusia se aferre a sus objetivos y siga diciendo que Ucrania no puede ser independiente, este país seguirá estando amenazado. De ahí que la cuestión de la seguridad sea tan central, porque de lo contrario solo se alcanzará una tregua en la guerra, durante la cual las fuerzas armadas rusas se recuperarán y volverán a ponerse en marcha tras una breve pausa y seguirán adelante en toda Europa. Sin embargo, los europeos no pueden conseguir su seguridad sin el apoyo estadounidense, sin la cobertura aérea de EE.UU.
En este momento se está muy lejos de ello. EE.UU. tiene un papel de liderazgo político, lo que significa que crea unidad en Europa. La cuestión es: ¿qué europeos serían realmente capaces de liderar a todos los europeos? El año pasado, las exportaciones alemanas de armas alcanzaron un máximo histórico. El gobierno de Alemania aprobó alrededor de 13.330 millones de euros, casi un diez por ciento más que en 2023.
Los estadounidenses tienen un papel de liderazgo convencional, lo que significa que aportan masa, simplemente pueden traer 10.000 refuerzos, algo que los europeos no están en capacidad de hacer. EE.UU. también tiene capacidades clave que los europeos no tienen en cantidad suficiente o no tienen en absoluto. Por ejemplo, defensa aérea, reconocimiento y otros sistemas.
Defensa
Europa está construyendo ahora mismo su seguridad, pero cuesta muchísimo dinero y lleva mucho tiempo. Incluso si se invirtiera más ahora, lo que no está claro todavía, pasará mucho tiempo antes de que sea capaz de defenderse por sí sola. El presidente estadounidense quiere obligar al jefe de Estado ruso a sentarse a la mesa de negociaciones.
La gente en Ucrania tiene expectativas muy diferentes de Trump, quien quiere resultados rápidamente. Asegurar la paz sin EE.UU. es extremadamente difícil. Pero si los europeos tuvieran que hacerlo por sí mismos, entonces tendrían que considerar qué mecanismos de cooperación están disponibles, posiblemente también con países de fuera de Europa que participan en el formato Ramstein-Ucrania.
El anuncio de Putin de que está dispuesto a mantener una reunión con Trump para discutir sobre Ucrania (sin la participación de Kiev) despierta recelos en el gobierno ucraniano, que ve una posible manipulación de la propuesta de conversaciones formulada por Washington. Hasta ahora Ucrania tenía la esperanza de un fuerte apoyo de EE.UU para obligar a Rusia a sentarse a la mesa de negociaciones.
Bandos en el campo de Trump
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenskyi, sigue esperando un "final justo" para la guerra en Ucrania, al menos esto es lo que ha dicho en el Foro Económico Mundial de Davos. El país está en realidad francamente esperanzado porque los últimos tres años no han sido suficientes para ponerles en posición de acabar con la guerra. Existen expectativas e impaciencia en Kiev de que ahora pueda haber un fuerte apoyo de Estados Unidos, lo que podría obligar a Putin a negociar.
En el seno del gobierno de Trump hay dos corrientes con ideas sobre cómo se podría poner fin a la guerra:
1. El primer bando cree en "la paz mediante la adaptación adoptando las demandas rusas". Por ejemplo, el vicepresidente JD Vance y el secretario de Defensa Pete Hegseth, que dicen:
Hacemos lo que quieren los rusos, entonces habrá paz.
El segundo bando, en torno al secretario de Estado estadounidense Marco Rubio y el consejero de Seguridad Mike Waltz, opinan:
No, Rusia no tiene ningún interés en poner fin a la guerra, así que tenemos que obligarla a sentarse a la mesa de negociaciones mediante presión económica y militar.
La llegada de
Dudas
Lo que Trump había dicho hasta ahora -ejercer presión- corresponde a este segundo grupo, es decir, la paz a través de la fuerza. Pero la analista de la SWP, gabinete estratégico que asesora al gobierno y al parlamento federal de Alemania, tiene sus dudas:
La única cuestión para mí es: ¿prevalecerá esta idea realmente ahora o Trump solo lo dice y mañana vendrá algo completamente diferente? No lo sabemos. Trump quiere paz a través de la fuerza en Ucrania. Ha amenazado a Rusia con sanciones si no se pone fin a la guerra en Ucrania. De seguir adelante con esta política, esa sería una señal, pero no creo que sea suficiente. Rusia está señalando actualmente en todos los canales que sigue queriendo ganar y que no quiere negociar. Y la presión económica no cambiará esa posición. En última instancia, será necesaria la presión militar, y no veo que eso ocurra todavía.
Ucrania tiene grandes esperanzas en Trump, en que pueda poner fin a la guerra, pero la frustración en Kiev es grande. Allí se tiene la impresión de que la administración del presidente Joe Biden y Europa solo han ayudado a Ucrania en la medida en que el país no pierde... pero tampoco puede ganar. Por eso en realidad los ucranianos están depositando muchas esperanzas en Trump, porque creen que las cosas en realidad no pueden empeorar, solo pueden mejorar.
Cifras astronómicas
Sin embargo, aún no es posible decir cuál de los dos bandos prevalecerá realmente en Washington. Donald Trump quiere poner fin a la guerra en Ucrania lo antes posible. Según el nuevo presidente estadounidense, Kiev está preparada para un acuerdo y quiere hablar pronto con Putin. Ucrania está consiguiendo repetidamente éxitos menores, penetrando en el interior de Rusia y destruyendo infraestructuras críticas allí. Pero si se mira el panorama general, está claro que Rusia está consiguiendo terreno cada día y ganando esta guerra poco a poco.
Ucrania no puede hacer mucho para contrarrestar esta situación. Trump lo dejó claro desde el principio durante las campañas electorales:
Europa debe desempeñar un papel más importante y pagar mucho más en la OTAN.
El presidente Volodimir Selensky respondió a esto que esperaba "más mano de obra" de Europa. Dijo que era necesario disponer de 20.000 soldados para garantizar una posible paz. EE.UU. ciertamente no lo hará. La primera cuestión para alcanzar las condiciones de un posible alto el fuego es si se llegará a esa situación, subraya la politóloga Dra Claudia Major:
Eso ni siquiera es seguro todavía. La segunda cuestión es: ¿cómo se puede garantizar ese alto el fuego? Aquí hay que poner cifras sobre la mesa. La probable línea del frente o línea de alto el fuego tendría unos 900 kilómetros de longitud y la frontera entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia alcanzaría los 3.000 kilómetros. Y luego Zelenski llega a la cifra de que se necesitarían unos 200.000 soldados para asegurarla. Los europeos no tienen esos soldados. Hay que plantearse cuál sería un modelo en el que los ucranianos y los europeos trabajen juntos para asegurar un posible alto el fuego.
La amenaza del populismo
Para evaluar a fondo la amenaza que supone el populismo de derechas y cómo contrarrestarlo, se deben valorar detenidamente las condiciones en las que Trump ha asumido el poder, así como los planes que está desarrollando en su ejercicio. Como todos los acontecimientos políticos, el dramático regreso de Trump no se ha producido en el vacío.
Por el contrario, debe considerarse en el contexto de una serie de profundos cambios políticos y económicos que están remodelando la faz del capitalismo occidental, afirma el economista Laurie McFarlane, redactor de economía en la plataforma de debate político openDemocracy y jefe de Finanzas en el Instituto de Innovación y Propósito Público de la University College London.
El primer cambio, y con mucho el más significativo, es el surgimiento de una superpotencia económica rival que podría amenazar la supremacía tecnológica que durante tanto tiempo ha sustentado la hegemonía estadounidense. La implacable carrera en pos de la supremacía en el campo de la inteligencia artificial es uno de sus más nítidos exponentes.
Un sorprendente avance de la IA china llamado DeepSeek causó el desplome de las acciones estadounidenses este lunes 27 de enero. Las acciones estadounidenses y europeas se preparaban para una fuerte venta el lunes por la mañana después de que un sorprendente avance de una empresa china de inteligencia artificial, DeepSeek, amenazara el aura de invencibilidad que rodea a la industria tecnológica de Estados Unidos.
DeepSeek, una empresa emergente de un año de antigüedad, mostró la semana pasada una capacidad asombrosa: Presentó un modelo de IA llamado R1, similar a ChatGPT, que tiene todas las capacidades conocidas, funcionando a una fracción del coste de los populares modelos de IA de OpenAI, Google o Meta.
La empresa afirmó haber gastado solo 5,6 millones de dólares en entrenar a su modelo de IA más reciente, frente a los cientos de millones o miles de millones de dólares que gastan las empresas estadounidenses en sus tecnologías de IA. Este es solo un ejemplo de la ferocidad de esta carrera tecnológica temida por unos Estados Unidos que la administración Trump puede llevar al desastre total en muy poco tiempo.
El auge del dragón rojo
Tras la entrada de China en el sistema de comercio mundial en 2001, muchos economistas occidentales supusieron que el modelo de capitalismo de Estado chino generaría un cierto crecimiento de recuperación, para luego agotarse rápidamente. La teoría era que, aunque los sistemas dirigidos por el Estado pueden ser eficaces para movilizar rápidamente los recursos existentes, tienen dificultades para impulsar el crecimiento de la productividad y la innovación. Se pensaba que esto obligaría a China a abrir su economía y a abrazar la democracia liberal.
Sin embargo, los logros de China hasta la fecha han hecho que estas declaraciones parezcan muy ingenuas. La democracia liberal no solo no ha llegado a la República Popular, sino que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha desarrollado un modelo económico distinto que ha sacado de la pobreza a casi mil millones de personas y ha transformado el país en una de las economías más grandes y dinámicas del mundo. Irónicamente, son los gobiernos occidentales los que han tenido que adaptarse al modelo chino, y no al revés. En los últimos años, los éxitos de China han obligado a los gobiernos occidentales a alejarse de la ortodoxia del libre mercado y a resucitar una política industrial musculosa, desterrada durante mucho tiempo de los instrumentos políticos occidentales.
No se puede exagerar la importancia del espectacular ascenso de China para la victoria de Trump en 2016. En un momento en que la mayoría de los estadounidenses pensaban que la economía simplemente no funcionaba, Trump ofreció un diagnóstico claro, aunque falso, de los problemas -China e inmigración- y una estrategia agresiva para hacerles frente, cuando los demócratas no hacían ni lo uno ni lo otro. Su objetivo era plantar cara a China, recuperar el empleo y poner a "América primero".
Tecnología
Su arma elegida, los aranceles, supuso una importante ruptura con el consenso neoliberal de las últimas décadas. Volvía el proteccionismo, encabezado por la mayor potencia económica y militar del mundo. Pero en realidad, la "guerra comercial" de Trump nunca tuvo que ver con el comercio o el empleo. Fue principalmente una respuesta a los temores estadounidenses de perder la supremacía tecnológica frente a la exitosa política industrial china.
Desde el principio, la "guerra comercial" tuvo menos que ver con el comercio y más con limitar el desarrollo chino e impedir el ascenso de China como potencia tecnológica rival. Desde la salida de Trump de la Casa Blanca en 2021, este "retorno del Estado" en las economías occidentales se ha acelerado, impulsado por otras dos fuerzas.
La primera ha sido la intensificación de la acción mundial para hacer frente a la crisis climática. A medida que un número creciente de países se ha ido adhiriendo a los objetivos de cero emisiones netas, muchos han promulgado nuevas políticas industriales para tratar de reforzar las capacidades de competir en las cadenas de suministro ecológicas emergentes.
El segundo factor fue la pandemia de Covid-19, que hizo que los gobiernos intervinieran en las economías a una escala sin precedentes. Para contener las consecuencias económicas, los países occidentales desecharon el manual neoliberal en favor de la planificación estatal generalizada y las transferencias de efectivo.
Ley de Reducción de la Inflación
Aunque las promesas de "reconstruir mejor" inevitablemente sonaron vacías, muchos gobiernos y empresas actuaron para reforzar las cadenas de suministro nacionales en un intento de abordar la falta crónica de resiliencia que la pandemia puso de manifiesto.
Consciente de estos retos, en 2021 la administración entrante de Joe Biden trató de romper con el consenso económico de sus predecesores demócratas. Biden no solo mantuvo la mayoría de los aranceles de Trump a China, sino que los aumentó. Su administración se embarcó entonces en el experimento de política industrial más importante de Estados Unidos en décadas.
El pilar fundamental de la llamada Bidenomics fue la Ley de Reducción de la Inflación (IRA). A pesar de su nombre, la IRA no tenía como objetivo principal reducir la inflación. En su lugar, puso en marcha el mayor programa de inversión de la historia moderna de Estados Unidos para revitalizar la economía, mejorar la seguridad energética y hacer frente a la crisis climática.
El paquete incluía grandes exenciones fiscales y subvenciones para reforzar la capacidad de fabricación estadounidense y alejar a Estados Unidos de las importaciones chinas. En la práctica, el IRA era una versión considerablemente suavizada del programa inicial de Biden Reconstruir mejor, que, además de un ambicioso gasto climático, también proponía billones de dólares adicionales en gasto social en ámbitos como la vivienda, la atención infantil y la sanidad, así como subidas de impuestos más progresivas.
Esta agenda fue bloqueada por los republicanos y los senadores demócratas conservadores, que también consiguieron grandes regalos para la industria de los combustibles fósiles. No obstante, la IRA representó un cambio significativo en la perspectiva ideológica de la mayor economía del mundo. También planteó nuevos retos para China, sobre todo porque algunas políticas se diseñaron explícitamente para disuadir a las empresas de utilizar componentes chinos.
El desempleo
En una notable inversión de papeles, en mayo de 2024 China presentó una queja contra EE.UU. ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), argumentando que las subvenciones del IRA "distorsionan la competencia leal". Según las métricas económicas convencionales, la Bidenomics parecía estar funcionando.
Tras la pandemia, el crecimiento económico de Estados Unidos superó al de otros países, la inversión empresarial se disparó y el desempleo se mantuvo bajo. El problema era que los estadounidenses simplemente no lo sentían. Una de las principales razones fue la inflación, que se disparó en todo el mundo a medida que las economías se reabrían tras la pandemia y Rusia invadía Ucrania.
Aunque en Estados Unidos la inflación había caído por debajo del 3% en el momento de las elecciones del año pasado, el daño ya estaba hecho. Bajo el liderazgo de Biden, los ingresos reales habían caído y la satisfacción con la economía se desplomó. Meses antes de las elecciones presidenciales, más de la mitad de los estadounidenses creían erróneamente que Estados Unidos estaba sufriendo una recesión, según una encuesta del periódico The Guardian.
Las consecuencias de esta desconexión entre las boyantes estadísticas económicas y las experiencias vividas por la gente fueron fatales. Como dijo la economista Isabella Weber en el New York Times:
El desempleo debilita a los gobiernos.
Empeora o mejora la vida
En cuanto al programa de Biden de reindustrialización ecológica, no cumplió sus promesas. Aunque el IRA consiguió catalizar miles de millones de inversiones en energías limpias, el impacto inmediato sobre el empleo y el nivel de vida fue modesto. Desde 2020, el número de puestos de trabajo en el sector manufacturero y de la construcción en la economía estadounidense ha aumentado en unos 800.000 empleos. Aunque pueda parecer impresionante, supone menos del 0,5 % de la población activa total.
Esto no significa que el IRA deba considerarse un fracaso, ni mucho menos. La inversión tarda en dar sus frutos, e irónicamente será Trump quien recoja las recompensas políticas cuando empiecen a materializarse. Pero estas estadísticas también revelan un fallo importante en el planteamiento de Biden sobre la política industrial.
En el siglo XXI, la mayoría de los estadounidenses no trabajan en la industria manufacturera ni en la construcción, y probablemente nunca lo harán. No les importan mucho los semiconductores, ni prestan mucha atención al crecimiento del PIB y la inversión empresarial. Lo que les importa es si su vida mejora o empeora. El programa inicial Build Back Better reconocía esto, mientras que el IRA suavizado no lo hacía.
Trumpismo 2.0
Aunque Bidenomics no consiguió que su homónimo fuera reelegido, desempeñó un papel crucial al devolver la política industrial a la agenda mundial. Aunque esto debería haberse hecho hace tiempo, es un error pensar que un Estado más intervencionista siempre empuja la política en una dirección progresista. Lo que realmente importa es quién gana y quién pierde con estas intervenciones. En otras palabras: ¿a quién están realmente diseñadas para servir estas intervenciones?
Visto a través de esta lente, la visión de Trump sobre el papel del Estado parece bastante diferente. Ya ha prometido acabar con las medidas climáticas del IRA, refiriéndose a la ley como "la mayor estafa de la historia de cualquier país". En su lugar, Trump tiene un nuevo plan de política industrial: "perfora, nene, perfora".
También ha prometido llevar a cabo (y ha comenzado a hacerlo) "la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos", dirigida contra millones de inmigrantes indocumentados que, según él, están "envenenando la sangre" de Estados Unidos, y utilizando al ejército para ello.
El impacto económico a largo plazo de esta medida sería grave, ya que algunos análisis estiman que podría reducir el PIB anual de EE.UU. hasta un 7%, o casi 1,7 billones de dólares. Como medio de flexibilizar el músculo económico estadounidense a nivel mundial, Trump también ha prometido duplicar los aranceles, elevando del 10-20% a todas las importaciones de EE.UU. y al 60% a los productos procedentes de China.
BRICS
En un signo de paranoia progresiva ante la posibilidad de que algunos países actúen para reducir su dependencia del comercio estadounidense, recientemente amenazó con imponer aranceles del 100% a las diez naciones que forman el bloque BRICS -Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos- si crean una moneda que aspire a desafiar el dominio del dólar estadounidense en el comercio mundial.
Para recaudar los miles de millones de ingresos arancelarios previstos, el presidente entrante también anunció recientemente la creación de un nuevo "Servicio de Ingresos Externos":
A través de acuerdos comerciales blandos y patéticamente débiles, la economía estadounidense ha proporcionado crecimiento y prosperidad al mundo, mientras nos gravábamos a nosotros mismos.
Queda por ver si estos aranceles más elevados representan un compromiso firme o simplemente una táctica de negociación. Sin embargo, está claro que Trump pretende utilizar la influencia económica de Estados Unidos como arma para presionar a aliados y adversarios por igual. El objetivo es el de "Estados Unidos primero", mientras que la guerra económica es el juego, según parece.
Una vez más, esto tendría un coste económico, tanto para Estados Unidos como para sus socios comerciales. Pese a ser la política estrella de Trump, sigue sin estar claro si sabe cómo funcionan realmente los aranceles. Ha insistido repetidamente en que los pagan "otros países", cuando en realidad son un impuesto que pagan las empresas estadounidenses cuando los productos fabricados en el extranjero llegan a la frontera de EE.UU.
Groenlandia, canal de Panamá, Canadá
Tal vez lo más alarmante es que Trump ha llevado el intervencionismo estatal a un nivel completamente nuevo al amenazar con apoderarse de territorios pertenecientes a otras naciones soberanas. Uno de los objetivos principales es
Otro es el Canal de Panamá, cuyo control Estados Unidos cedió a
No es nada nuevo que Estados Unidos proyecte su poder en el extranjero para asegurar sus intereses económicos. Pero rara vez un presidente ha sido tan directo y explícito al respecto. La atención prestada a los metales de tierras raras de Groenlandia no es casual. China domina actualmente la producción mundial de metales de tierras raras y recientemente ha restringido la exportación de minerales críticos y tecnologías asociadas de cara al segundo mandato de Trump.
Estos elementos, que desempeñan un papel fundamental en la fabricación de baterías e innumerables productos de alta tecnología, se están convirtiendo rápidamente en uno de los campos de batalla geopolíticos más importantes.
Con China y Estados Unidos adoptando medidas cada vez más agresivas para limitar el comercio de recursos y componentes clave, la deriva hacia una nueva "guerra fría tecnológica" -además de una guerra caliente militar- entre Oriente y Occidente parece que se acelerará bajo el segundo reinado de Trump.
Tecnologías china y estadounidense
La desvinculación parcial de los ecosistemas tecnológicos estadounidense y chino ya está en marcha: un ejemplo de ello es la extrema presión que Estados Unidos ejerció sobre el Gobierno británico en 2020 para que prohibiera a
Otro ejemplo es la reciente represión de la aplicación de redes sociales china
Si estas tendencias siguen acelerándose, es posible imaginar un mundo bifurcado en distintas "zonas" tecnológicas. En este escenario, los países podrían utilizar tecnología estadounidense o tecnología china, pero no ambas. Cada país debe elegir un bando.
Una carrera armamentística tecnológica
Cualquier nuevo deslizamiento hacia la bifurcación tecnológica entre Oriente y Occidente plantearía enormes desafíos para Estados Unidos y sus aliados. Ya se trate de energías limpias, vehículos eléctricos, inteligencia artificial o radiocomunicaciones como la 5G, las empresas chinas están llegando rápidamente a dominar muchos mercados críticos del siglo XXI, en algunos casos hasta un grado extraordinario.
Como tal, cualquier nuevo intento de restringir la tecnología china o excluir los productos chinos de los mercados occidentales tendría graves consecuencias económicas, al tiempo que aumentaría las tensiones militares. También supondría un desafío existencial para el modelo económico chino, que durante mucho tiempo ha dependido de la exportación a Estados Unidos y otras economías occidentales para impulsar el crecimiento económico.
Las pruebas indican que China también está avanzando rápidamente para dominar muchas tecnologías avanzadas del futuro. Según un reciente estudio del Instituto Australiano de Política Estratégica, está ganando la carrera tecnológica a Estados Unidos en 37 de los 44 campos de tecnología avanzada evaluados en el informe, que abarcan defensa, espacio, robótica, energía, biotecnología e inteligencia artificial.
Inteligencia artificial
El estudio también concluyó que existe un alto riesgo de que China establezca un monopolio efectivo en ocho tecnologías -incluidos los supercondensadores, las comunicaciones 5G y 6G, las baterías eléctricas y la biología sintética-, mientras que EE.UU. no disfruta de tales oportunidades de monopolio. En el caso de algunas tecnologías, las diez principales instituciones de investigación del mundo tienen su sede en China, que genera colectivamente nueve veces más artículos de investigación de alto impacto que EE.UU.
Tal vez no resulte sorprendente que los rápidos avances de China se extiendan también a la tecnología de armas letales. Mientras que los recientes avances chinos en misiles hipersónicos con capacidad nuclear supuestamente tomaron "por sorpresa" a las agencias de inteligencia estadounidenses, China ha generado más del 60% de los artículos de investigación de alto impacto del mundo sobre motores avanzados de aviación e hipersónicos en los últimos cinco años, y actualmente alberga siete de las diez instituciones de investigación más importantes del mundo.
En los últimos cinco años, China ha producido más del 60% de los artículos de investigación de mayor impacto sobre motores aeronáuticos avanzados e hipersónica.
Aunque los rápidos avances de China han confundido a sus críticos, su economía dista mucho de ser invencible. A pesar de los esfuerzos del último plan quinquenal del PCCh, el crecimiento económico chino se está ralentizando considerablemente y se espera que este año no alcance su objetivo. Una de las razones ha sido el frágil sector inmobiliario chino, que tras décadas de especulación alimentada por la deuda ha empezado por fin a desmoronarse.
Crisis en China
En 2021, el mayor promotor inmobiliario de China, Evergrande, dejó de pagar su deuda, y muchos otros grandes promotores le siguieron de cerca. Estos impagos obligaron a Pekín a anunciar un paquete urgente de medidas de apoyo para estabilizar el sector, que representa aproximadamente una quinta parte de la actividad económica del país.
En muchos sentidos, los problemas del sector -la deuda galopante y la ralentización del crecimiento- se han convertido en un emblema de los retos a los que se enfrenta la economía china en su conjunto. Mantener el crecimiento en medio de una guerra comercial cada vez más intensa exigiría una reorientación radical del modelo económico chino, reduciendo la dependencia de las exportaciones y la especulación inmobiliaria para impulsar sustancialmente la demanda interna.
La inminente crisis demográfica de China supone otra gran amenaza para su futuro económico. La "política del hijo único" del PCCh, que se aplicó entre 1980 y 2015, significa que su población está envejeciendo más rápido que la de cualquier otro país en la historia moderna. En la próxima década, unos 300 millones de personas de entre 50 y 60 años abandonarán la población activa china. En 2020, había cinco trabajadores por cada jubilado; en 2050 se espera que esta cifra descienda a 1,6 trabajadores por jubilado.
El efecto agravante de un mercado laboral en rápida contracción, y la consiguiente reducción de la base impositiva, plantea enormes desafíos para el crecimiento y la política fiscal futuros, así como para la provisión de pensiones y cuidados en la vejez. El reto al que se enfrenta Pekín es, por tanto, contundente: ¿puede China seguir impulsando el crecimiento y el avance tecnológico en la era del trumpismo 2.0, evitando al mismo tiempo el contagio financiero y una bomba de relojería demográfica? China ha confundido antes a sus críticos, pero nunca antes sus perspectivas habían parecido tan inciertas.
La difícil situación de Europa
Atrapada en el fuego cruzado entre China y Estados Unidos, Europa se encuentra en una coyuntura crítica. Carente del dinamismo tecnológico necesario para competir con las dos superpotencias económicas mundiales, y con muchas industrias clave en declive, los dirigentes europeos han tenido dificultades para responder con eficacia. Hasta la fecha, su estrategia ha consistido en una tibia incursión en la política industrial a través del Plan Industrial Verde, cuyo objetivo es contrarrestar la dependencia de la UE de las importaciones de materias primas y tecnologías clave.
En una admisión a regañadientes de que el dogma del libre mercado que sustenta el mercado único podría ser un obstáculo para la reactivación industrial, la Comisión Europea también ha relajado las normas sobre ayudas estatales, permitiendo a los Estados conceder subvenciones más generosas a las industrias verdes. Aunque estas reformas necesarias del mercado único deberían haberse llevado a cabo hace tiempo, la actual incapacidad para reformar la arquitectura fiscal de la eurozona hace difícil pensar que la UE pueda suponer una amenaza seria al dominio tecnológico de EE.UU. y China en un futuro próximo.
Para los líderes de la UE, la cuestión más acuciante es la perspectiva de nuevos aranceles y amenazas al territorio soberano europeo. Aunque Europa no puede competir con Estados Unidos ni tecnológica ni militarmente, como mayor bloque comercial del mundo sí puede hacerlo en el terreno comercial.
Los informes sugieren que la Comisión Europea está explorando un enfoque de "palo y zanahoria": aplicar sus propios aranceles de represalia al tiempo que se compromete a comprar más productos estadounidenses. Es poco probable que una guerra comercial entre Estados Unidos y Europa acabe bien para ninguna de las partes, pero sería especialmente dolorosa para Europa.
Entre la espada y la espada
La perspectiva de una escalada de coordinación transatlántica entre la derecha autoritaria y los ególatras multimillonarios es una de las mayores amenazas para el futuro de Europa; incluso si se evitan los aranceles transatlánticos, queda la cuestión de qué hacer en relación con China.
Si Trump sigue adelante con la imposición de aranceles del 60% a los productos chinos, ¿debería hacer lo mismo la UE? Si no lo hace, Europa podría enfrentarse a una avalancha de productos chinos baratos vertidos a sus puertas, perjudicando aún más a los productores nacionales. También está la cuestión de cómo debe responder Europa a la aceleración de la disociación tecnológica entre Oriente y Occidente.
Aunque en los últimos años la UE ha tomado diversas medidas para impulsar la investigación y la innovación, sigue estando muy por detrás de Estados Unidos y China. En teoría, hay razones de peso para que Europa forje su propio camino, sin doblegarse ante el autoritarismo estadounidense o chino. Sin embargo, esta ambición puede verse frustrada por retos más cercanos.
En los últimos años, los partidos de extrema derecha han experimentado un espectacular aumento de apoyos en todo el continente. El año pasado, Francia estuvo a punto de elegir al Rassemblement National de Marine Le Pen, mientras que en 2023 los Países Bajos eligieron a un populista islamófobo.
Elon Musk
Los partidos de extrema derecha siguen abriéndose camino en Alemania, España, Italia y otros países. Muchos de estos partidos están en contacto directo con las amplias redes de Trump y también han recibido elogiosos apoyos del multimillonario y fanático de Trump Elon
Además de ser el mayor donante de Trump, Musk se ha posicionado rápidamente como uno de los ayudantes más influyentes del presidente. La perspectiva de una escalada de coordinación transatlántica entre la derecha autoritaria y los ególatras multimillonarios representa una de las mayores amenazas para el futuro de Europa.
El problema de alineación de Gran Bretaña
Los retos a los que se enfrenta la UE son quizá aún más agudos en el Reino Unido. Se suponía que el Brexit volvería a convertir a Gran Bretaña en una gran nación comercial de capa y espada. Pero esta fantasía siempre estuvo arraigada en un fracaso a la hora de aceptar el poder cada vez menor del Reino Unido en el mundo.
Mientras que la UE carece de liderazgo tecnológico pero tiene un considerable poder comercial, el Reino Unido no tiene ni lo uno ni lo otro. En un momento de crecientes tensiones geopolíticas en torno a la tecnología y el comercio, el Reino Unido es un blanco fácil: en caso de que Trump intensifique una guerra comercial mundial, el Gobierno de Keir
Esta fue siempre la profunda ironía del Brexit: aunque se suponía que se trataba de “retomar el control”, el Reino Unido siempre iba a verse obligado a alinearse con las decisiones tomadas por uno de los principales bloques de poder del mundo, aunque sin tener ningún control sobre las reglas.
Esta realidad fue recientemente explicada sin rodeos por Stephen Moore, uno de los asesores económicos más cercanos de Trump. En declaraciones a la BBC de Londres Moore opinó que:
El Reino Unido realmente tiene que elegir entre el modelo económico europeo, más socialista, y el modelo estadounidense, más basado en un sistema de libre empresa. Avanzar hacia el modelo estadounidense de “libertad económica” aumentaría significativamente la probabilidad de conseguir un acuerdo comercial con Estados Unidos.
Alineamiento
Sin embargo, esto también implicaría probablemente ceder a las exigencias estadounidenses de abrir mercados británicos clave -como el agrícola y el farmacéutico- a los competidores estadounidenses. Dada la diferencia de poder de negociación y la agresividad de Trump a la hora de negociar, es casi seguro que esto no acabaría bien para el Reino Unido.
Alinearse con Estados Unidos para evitar aranceles y asegurar un acuerdo comercial, y sufrir las consecuencias profundamente impopulares de las condiciones comerciales de Trump, desde pollo clorado hasta precios significativamente más altos de los medicamentos del Seguro Nacional de Salud (NHS). O alinearse más estrechamente con la UE una vez más, y arriesgarse a sumir al país en una guerra civil por el Brexit de nuevo.
Dada la actual dinámica política en Gran Bretaña, esto podría ser desastroso para el Partido Laborista. Aunque, sobre el papel, la aplastante victoria que los laboristas obtuvieron en las elecciones del año pasado parecía decisiva, las apariencias engañan. En realidad, la mayoría del partido se construyó sobre unos cimientos increíblemente frágiles, y el Reino Unido está lejos de ser inmune a la amenaza del populismo de derechas.
Desde entonces, el apoyo electoral al partido ha caído en picado, mientras que el apoyo al partido reformista pro-Brexit de Nigel
Fracturas globales
El ascenso global de China, combinado con la fractura política de Estados Unidos, ha llevado a algunos a especular con la posibilidad de que se esté asistiendo al “fin del siglo americano (estadounidense)”. Ya en 2020, el economista Laurie McFarlane afirmaba que tales premoniciones eran prematuras.
Sin embargo, estaba claro que la elección de Trump en 2016 estaba erosionando el poder blando de Estados Unidos y su capacidad para actuar como parangón de la democracia liberal. El posterior intento de Trump de anular el resultado de las elecciones de 2020 no hizo sino agravar esta situación.
Lejos de ser visto como un modelo exitoso a imitar, EE.UU. comenzó a parecerse a un cuento con moraleja a evitar. Biden hizo un esfuerzo consciente para reparar el prestigio de EE.UU. en la escena mundial. “Estados Unidos ha vuelto”, prometía en su primer discurso a los líderes mundiales desde el Departamento de Estado en febrero de 2021.
Somos un país que hace grandes cosas. La diplomacia estadounidense lo hace posible.
Sistema político roto
Sin embargo, las encuestas realizadas en 2021 revelaron que, aunque la mayoría de los europeos se alegraban de la elección de Biden, creían que el sistema político estadounidense estaba “roto”. Y lo que quizá resulte más alarmante para los estrategas estadounidenses, la mayoría creía también que China sería más poderosa que Estados Unidos dentro de una década, y afirmaban que querrían que su país se mantuviera neutral en un conflicto entre las dos superpotencias.
En los años posteriores, la reputación internacional de Biden se ha visto aún más empañada por su decidido apoyo al brutal ataque israelí contra Gaza, que ha generado una intensa animadversión hacia EE.UU. en muchas partes del mundo. Pese a los esfuerzos de Biden, es probable que este segundo mandato de Trump fracture aún más las relaciones en Occidente, a medida que las tensiones relacionadas con los aranceles, Ucrania y la OTAN empiecen a hacer mella.
Queda por ver cómo evoluciona esto, pero cualquier agriamiento prolongado de las relaciones entre los países occidentales probablemente beneficiaría a China y aceleraría la transferencia del poder mundial de Occidente a Oriente. Mientras tanto, el tan cacareado “orden internacional basado en normas” parece más frágil que nunca.
Retiro del Acuerdo de París y de la OMS
Bajo el primer reinado de Trump, Estados Unidos retiró la financiación de múltiples agencias de la ONU, se retiró del Acuerdo de París sobre el cambio climático e incluso se retiró de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la pandemia de Covid-19; actos que repite ahora en su segundo mandato.
Mientras tanto, Trump y sus aliados criticaron duramente a instituciones como el FMI y el Banco Mundial, durante mucho tiempo una herramienta fundamental para proyectar el poder estadounidense. Al mismo tiempo, el número de países que recurren a alternativas respaldadas por China para financiar proyectos de desarrollo y que se unen a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China ha seguido creciendo en la última década.
En los últimos meses, la guerra en curso en Oriente Medio ha puesto de manifiesto la debilidad del derecho internacional, con múltiples países signatarios desafiando abiertamente la orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) contra el primer ministro y el ex ministro de Defensa de Israel.
Estados Unidos nunca ha firmado la CPI, pero Trump ya sancionó a dos fiscales de la CPI después de que empezaran a investigar si las fuerzas estadounidenses habían cometido crímenes de guerra en Afganistán, y el secretario de Estado Mike
A principios de este año, la Cámara de Representantes de EE.UU. volvió a votar a favor de sancionar a la CPI en represalia por sus órdenes de detención contra dirigentes israelíes. Queda por ver cuál será la postura de Trump hacia estas instituciones internacionales en su segundo mandato. Pero como es poco probable que su postura de “América primero” se suavice pronto, la llamada “crisis del multilateralismo” parece destinada a profundizarse.
Una llamada de atención global
En general, está claro que la reelección y el segundo gobierno de Trump representa un punto de inflexión crítico para Occidente. Mientras que su primera victoria representó una apuesta de alto riesgo hacia lo desconocido, esta vez los estadounidenses sabían perfectamente lo que estaban votando.
Lejos de suavizar las tendencias autocráticas por las que fue ampliamente criticado, las ha redoblado. Hacia el final del último reinado de Trump, se observaba ya que Occidente estaba siendo acechado por el espectro del “capitalismo autoritario”.
El análisis identificaba tres profundos cambios económicos y políticos que estaban remodelando las economías occidentales: un giro inducido por China que se alejaba de la ortodoxia del libre mercado, una restricción de las libertades democráticas y un aumento de la vigilancia estatal.
Gracias a la emergente alianza transatlántica entre Trump, la extrema derecha europea y los magnates multimillonarios de las redes sociales, esta es la realidad a la que se enfrenta el mundo ahora. Es imposible predecir exactamente qué hará Trump en el poder y si sus aliados de extrema derecha en Europa lograrán seguir sus pasos.
Sentimiento antichino no cura los males
Pero no hay que hacerse ilusiones sobre la amenaza que supone esta alianza. No se trata del mismo trumpismo que ganó las elecciones en 2016: es un proyecto totalmente diferente -y más peligroso-. Una cosa está clara: avivar el sentimiento antichino no curará los males del capitalismo occidental.
Las raíces de estos problemas, y por tanto sus soluciones, pueden encontrarse mucho más cerca de casa. Intentar simplemente prohibir o censurar las voces de la derecha autoritaria tampoco funcionará. Cuando las voces en cuestión incluyen al presidente de Estados Unidos y al segundo partido más popular del corazón palpitante de Europa, silenciarlas no es una opción (aunque eso no ha impedido que cientos de políticos alemanes lo hayan intentado).
En lugar de eso, hay que tratar las raíces de estos problemas en su origen. En realidad, no son ni China ni los inmigrantes los que están vulnerando a los trabajadores de a pie, sino un sistema económico extractivo y desigual. El capitalismo en el “mundo desarrollado” se ha convertido principalmente en un motor de redistribución de la riqueza hacia arriba.
El 1% más rico del mundo posee hoy más riqueza que el 95% de la humanidad. El año pasado, la riqueza total de los multimillonarios aumentó en 2 billones de dólares, tres veces más rápido que el año anterior. La riqueza de los cinco hombres más ricos del mundo se ha más que duplicado desde 2019, disparándose de $506 billones a más de $1,1 trillones.
Esa lista incluye al animador en jefe de Trump, Musk, que pagó una tasa impositiva real de poco más del 3% en los Estados Unidos entre 2014 y 2018, según una investigación de ProPublica. El trabajador medio de las economías avanzadas, por su parte, ha visto cómo su salario real caía o se estancaba.
Los megaoligarcas fascistas
Las fortunas opuestas de los mega-ricos y de todos los demás no son ajenas. Pese a lo que afirman los dirigentes políticos, el capitalismo en el “mundo desarrollado” se ha convertido principalmente en un motor de redistribución de la riqueza hacia arriba, tanto de sus propios ciudadanos como del resto del mundo.
El aumento vertiginoso de la desigualdad también está inextricablemente ligado a la crisis climática y medioambiental. Además de acaparar gran parte de la riqueza mundial, el 1% más rico emite tanta contaminación por carbono como los dos tercios más pobres de la humanidad. Pero al desviar las legítimas quejas económicas hacia los fantasmas externos y los inmigrantes, es la derecha autoritaria, y no la izquierda progresista, la que mejor ha sabido sacar partido de este sistema roto.
Las fuerzas progresistas ya han transformado la economía política occidental en el pasado, y la tarea por delante es volver a hacerlo. El objetivo debe ser acabar con las desigualdades, elevar el nivel de vida y hacer frente a la crisis medioambiental, al tiempo que se apoya a los inmigrantes y a otros grupos minoritarios en su lucha contra la persecución y la opresión.
Esto implicará inevitablemente un papel más proactivo del Estado. La pregunta clave es: ¿en interés de quién actuará? La lección de Bidenomics es que centrarse principalmente en sectores industriales como las energías renovables y la industria manufacturera no funcionará a menos que vaya acompañado de políticas para frenar el poder empresarial y redistribuir la riqueza.
Aprender de errores
Este proyecto también debe tener como objetivo reforzar la democracia y proteger las libertades civiles en un momento en que ambas están cada vez más amenazadas. En los últimos años, los gobiernos de Estados Unidos, Europa y Reino Unido han reprimido el derecho a la protesta con leyes draconianas.
Dada la aterradora trayectoria de Trump, incluido el llamamiento al ejército para sofocar las protestas pacíficas de los “lunáticos de la izquierda radical”, es de esperar que se intensifique el asalto al derecho a protestar, junto con un recorte de las libertades civiles más amplio.
La protesta pacífica será absolutamente fundamental para resistir a la derecha autoritaria en todo el mundo, que es exactamente la razón por la que es probable que sea suprimida. A nivel mundial, se pueden aprender lecciones del propio libro de jugadas de Trump. En el poder, Trump no ha rehuido romper las normas internacionales o sacudir las instituciones globales. Los progresistas deben estar dispuestos a hacer lo mismo, aunque con fines muy diferentes.
Aunque esto pueda incomodar a algunos, es un requisito previo necesario para lograr el tipo de transformación global que se necesita. El actual “orden internacional basado en normas” carece de sentido cuando algunos de los actores más poderosos no las respetan. La cooperación mundial es más necesaria que nunca, pero el orden multilateral existente está fundamentalmente roto.
El enemigo
Sin embargo, lo más importante es que se determine claramente quién es el verdadero enemigo y qué objetivos hay que alcanzar para derrotarlo. Durante décadas, la izquierda ha considerado que su enemigo era el neoliberalismo y que su principal tarea era construir una alternativa a él. Pero si el neoliberalismo aún no ha muerto, está muriendo lentamente.
En lugar de luchar en la última guerra, los progresistas deben empezar a lidiar con la distinta economía política de un nuevo autoritarismo. En la práctica, esto requiere desarrollar un conjunto completamente nuevo de estrategias, tácticas y políticas.
No solo se está perdiendo, sino que se está perdiendo gravemente. Por tanto, el desafío actual es mucho mayor que cuando Trump asumió la presidencia por última vez. El espectro del capitalismo autoritario no solo está rondando Occidente, sino que ya está aquí, y de hecho es bastante popular.
La pregunta clave es: ¿se puede construir el poder necesario para desafiarlo? Por ahora, no parece prometedor. Solo se puede esperar que la llegada de Trump 2.0 proporcione la llamada de atención que el mundo necesita tan desesperadamente.
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