España - Cataluña
Madamigella Valéry (Recordando a Marcel Cervelló)
Jorge Binaghi

De nuevo entradas agotadas para ese segundo reparto del cual hablaba hace tiempo. Viene a cuento la famosa frase del autor en la correspondencia recogida por G. Monaldi (1839-1898) cuando se le preguntó, pocos años después de la reposición que llevó al triunfo esta obra en la misma Venecia que la había visto caer en su estreno absoluto, aunque en otro teatro, cuál de sus óperas escritas hasta entonces consideraba la mejor: “Hablando como profesional, Rigoletto; como aficionado, La Traviata.” (Budden, The Operas of Verdi, vol. II, cap. 4. p.164).
Y sin volver a decir nada sobre la reposición del
espectáculo de McVicar (que a algunos les ha parecido deformada y deformante -no
es mi caso-) no estará mal recordar que por fin se siguieron para las pausas
los dos intervalos marcados por Verdi sin desequilibrar ni acumular tensiones.
Después de ‘Sempre libera’ tiene que haber una pausa (también para que la
soprano pueda reponerse un poco, pero porque la situación cambia radicalmente).
También estaba mal cuando, en el pasado no tan reciente, se la hacía en cuatro
actos, haciendo de los dos cuadros del segundo, actos independientes, lo que en
el caso del primer cuadro era un disparate total.
Nada nuevo que decir sobre la actuación de coro y
orquesta y la labor de los comprimarios. Me gustaría sí volver a remarcar lo
bien que ha estado Sagripanti en la dirección de una ópera ‘demasiado’ famosa
por lo que se suelen perpetrar toda suerte de fechorías con algunos fragmentos.
El mejor uso del coro de ‘zíngaras’ (¿se puede decir?) que recuerdo es el que
hizo Visconti en la llegada de la familia de Il Gattopardo a su castillo en el campo. En este caso esos coros
estuvieron bien ejecutados sin exageraciones, y lo mismo dígase del maltratado
‘brindis’ del primer acto: aquí fue lo que debía ser, y eso no es poco mérito.
Del maestro esta vez me interesaron mucho ciertos acompañamientos (como por
ejemplo el de ‘Addio del passato’, y en particular la segunda estrofa) y los pizziccati
tan expresivos del preludio inicial.
Esta vez el rol de Violetta fue confiado a Ruth Iniesta.
Para hacer rima, diremos en primer lugar que es una cantante honesta. No ‘hace
ver’, no ‘disimula’, no pretende cubrir limitaciones vocales con dotes
actorales más o menos buenas (que es lo que la mayoría de Violettas hace y
siempre ha hecho). Canta bien y tiene extensión suficiente, sobre todo en la
zona alta del registro. Aquí había hecho una excelente ‘Lauretta’ en Gianni Schicchi, pero claro este rol es
más largo y complicado y la lleva al límite, por una cuestión de timbre y
dimensiones. Con todo sale airosa de los momentos más peligrosos que son los de
los actos siguientes e incluso hace una lectura de la carta muy imaginativa y
eficaz. O sea que es una buena Violetta; que es mucho: si me apuran, muy buena
o mejor que algunas de las que hoy tienen ‘fama’ (recuerdo a mi admirado
compatriota Cortázar cuando estableció la categoría de ‘fama’ como tipo de
persona).
Debutaba como Alfredo, Xabier Anduaga. No sé si no es demasiado
pronto para que cante este rol, aunque la voz parece más oscura, incluso
demasiado para la parte, pero también más opaca, salvo en el registro agudo que
retiene luminosidad. Como actor y fraseador resultó insulso, salvo su mejor
momento, que fue, extrañamente, la escena de Flora donde dijo, cantó y actuó
con acierto. Sorprende un poco la forma inerte en que pasaron algunos dúos (los
del último acto, sobre todo) o el recitativo y gran parte del aria (la cabaletta,
como tiene el agudo, fue otra cosa). Por supuesto tuvo mucho éxito, en especial
en los saludos finales.
También debutaba en Germont, Mattia Olivieri. Y aquí
viene el porqué de la dedicatoria de esta nota. Marcel Cervelló era una de las
personas que aquí más sabía de voces y tenía una memoria prodigiosa al
respecto. No siempre estábamos de acuerdo, pero su opinión siempre era
atendible y valiosa. Recuerdo que tras una función de La favorite con la que Olivieri debutó aquí mismo yo estaba a su
lado y -no era muy expresivo- percibí un ligero movimiento que me pareció de
aprobación. Cuando terminó la función (los demás intérpretes ciertamente no
provocaron ningún movimiento ‘sospechoso’) le pregunté. Y me dijo: ‘Oiremos
hablar de este muchacho. Déjalo crecer’.
Pues lamento tantísimo que por un año no haya podido
comprobar qué razón tenía. Si Olivieri era entonces una brillante promesa hoy
es una sólida realidad. No sólo. Ha conseguido hacer que uno se reconcilie con
la imagen de este pequeñoburgués de provincia que no ve más allá de sus narices
porque luego de las primeras frases duras y distantes (de allí el nombre de la
reseña) parece -al menos- de veras impresionado y hasta conmovido por lo que la
cortesana devoradora de hombres le dice. ‘Sento nell’anima già le tue pene’
puede ser una frase de una hipocresía abismal, pero en el canto del barítono
(no en vano ha tenido largo contacto con el belcanto) era creíble. Su ‘Pura
siccome un angelo’ fue entonada con suficiente volumen mas no vociferada y la
empatía se extendió a su hijo en la ficción con un magnífico ‘Di Provenza’
donde evitó el riesgo corriente de la monotonía por el texto (y hasta esa cabaletta
posterior que yo detesto profundamente pareció tener un mínimo sentido)
para hacer una reaparición remarcable en el cuadro de Flora con esa frase tan
verdiana que es ‘Di sprezzo degno’ y lo que sigue en el gran concertante donde
sin forzar su voz se oyó siempre.
Y además tuvo el detalle, como en el primer reparto había ocurrido, de agradecer al traspunte (el excelente Jaume Tribó, otro pozo de sabiduría, que este mismo año cumplirá cincuenta años en su puesto donde muchas veces se las ha visto y deseado con más de un famoso o famosísima).
Pues eso, Marcel: tenías razón. Ojalá hubieras podido verlo y oírlo. Seguramente te habrían fastidiado como solían los coros de toses, estornudos, bolsos u otros objetos que caían al suelo y los celulares que coprotagonizaron el ‘gioir’ de Violetta y la introducción de ‘Di Provenza’, siempre tan divos y oportunos ellos. Las veces que habrás ido resfriado y ni se te oía respirar.
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