Francia

Dumestre oficia una ceremonia napolitana

Francisco Leonarte
martes, 4 de febrero de 2025
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París, sábado, 18 de enero de 2025. Théâtre des Champs-Élysées. Anónimo: Stabat mater (entonación); Anónimo: Mo'è benuto il Giovedi Santu (tarantela); Anónimo (manuscrito de Monopoli): Stabat Mater; Francesco Durante: Concerto per quartetto nº1 en fa menor; Anónimo (manuscrito de Ostuni): Stabat Mater; Giovanni Battista Pergolesi: Stabat Mater. Con Lauranne Oliva (soprano), Eva Zaïcik (mezzosoprano), Serge Goubioud (tenor), Hugues Primard (tenor), Emmanuel Vistorky (barítono). Le Poème Harmonique. Dirección musical, Vincent Dumestre.
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El Stabat Mater de Pergolesi se ha convertido en una de las obras dieciochesca con más tirón entre el público. Tanto que intépretes y programadores se preguntan cómo presentar un enésimo Stabat Mater de Pergolesi sin que parezca demasiado redundante. Así hemos visto pasar versiones con contratenor, con dos contratenores, o con otros Stabat Mater (el muy bonito de Vivaldi, por ejemplo) en la primera parte del programa, etcétera.

Vincent Dumestre ha optado por una especie de Stabat Mater en su salsa. Y como Pergolesi es considerado puntal de la escuela napolitana, Dumestre propone un Stabat Mater alla napolitana. Se sirve de cantos populares, de manuscritos encontrados aquí o allá, y así construye un espectáculo.

Decimos bien «espectáculo» puesto que los efectos visuales están muy pensados: inicio con la entrada de orquesta y cantantes por el patio de butacas, dos versiones en canto llano interpretadas a uno y otro lado de la sala con un sólo foco iluminando a cada cantante entre el público del primer piso... Una serie de efectos bastante sobrios pero no menos eficaces teatralmente.

Y así, de manuscrito en manuscrito, de versión en versión, se llega hasta la de Pergolesi. No hay aplausos entre las obras propuestas, y todo fluye como una sola unidad.

Funciona. Funciona sobre todo porque musicalmente funciona. Funciona el contraste entre popular y culto, entre músicas del dolor y músicas de la fiesta en la calle.

De lo popular se encargan Serge Goubioud (tenor), Hugues Primard (tenor) y Emmanuel Vistorky (barítono). Rescatando las polifonías tradicionales, el trío no contrahace el canto lírico sino que adopta la impostación folclórica. Muy bien compenetrados, sus intervenciones poseen la frescura de lo honesto. Serán bien recompensados por el público en los aplausos finales.

De la parte culta se encargan Lauranne Oliva, joven soprano de bonito timbre que tal vez deba aún ganar facilidad en los ataques y que parece cómoda en los registros medio y agudo aunque algo menos cómoda en el grave, y Eva Zaïcik, de timbre repleto de armónicos, afrutado, con un precioso pequeño y discreto vibrato natural, y una muy bella inteligencia del texto, sobria pero sentida.

La orquesta, Le Poème Harmonique, conjunto fundado por Dumestre, no busca la perfección. No estamos ante un sonido particularmente bello ni un gran empaste. Pero de nuevo, tiene el sonido de lo honesto, y el espectador bien puede imaginarse que así debían de sonar las orquestas que Pergolesi escuchó. Tal es el mérito por ejemplo de su interpretación del Concerto per quartetto nº1 en fa menor de Francesco Durante, maestro de Pergolesi en el Conservatorio dei Poveri di Gesù Cristo en Nápoles.

En cuanto a Dumestre, su principal cualidad es sin duda la teatralidad que imprime a la interpretación, con volúmenes, crescendi, silencios, contrastes que enriquecen las partituras de Durante y de Pergolesi. Lástima que no cuide los volúmenes, sonando la orquesta demasiado fuerte por momentos, poniendo en peligro la escucha de las voces -en particular los graves de Oliva que resultan inaudibles-.

Cuando termina el concierto los aplausos son entusiastas. Dumestre aprovecha para decir algunas palabras sobre lo escuchado, y en bis, el amén del Stabat Mater de Pergolesi.

El público se va a casa contento. Servidor de ustedes, también. 

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