Francia
Dumestre oficia una ceremonia napolitana
Francisco Leonarte

El Stabat Mater de Pergolesi se ha convertido en una de las obras dieciochesca con más tirón entre el público. Tanto que intépretes y programadores se preguntan cómo presentar un enésimo Stabat Mater de Pergolesi sin que parezca demasiado redundante. Así hemos visto pasar versiones con contratenor, con dos contratenores, o con otros Stabat Mater (el muy bonito de Vivaldi, por ejemplo) en la primera parte del programa, etcétera.
Vincent Dumestre ha optado por una especie de
Stabat Mater en su salsa. Y como Pergolesi es considerado puntal de la
escuela napolitana, Dumestre propone un Stabat Mater alla napolitana. Se
sirve de cantos populares, de manuscritos encontrados aquí o allá, y así
construye un espectáculo.
Decimos bien «espectáculo» puesto que los
efectos visuales están muy pensados: inicio con la entrada de orquesta y
cantantes por el patio de butacas, dos versiones en canto llano interpretadas a
uno y otro lado de la sala con un sólo foco iluminando a cada cantante entre el
público del primer piso... Una serie de efectos bastante sobrios pero no menos
eficaces teatralmente.
Y así, de manuscrito en manuscrito, de versión
en versión, se llega hasta la de Pergolesi. No hay aplausos entre las obras
propuestas, y todo fluye como una sola unidad.
Funciona. Funciona sobre todo porque
musicalmente funciona. Funciona el contraste entre popular y culto, entre
músicas del dolor y músicas de la fiesta en la calle.
De lo popular se encargan Serge Goubioud
(tenor), Hugues Primard (tenor) y Emmanuel Vistorky (barítono). Rescatando las
polifonías tradicionales, el trío no contrahace el canto lírico sino que adopta
la impostación folclórica. Muy bien compenetrados, sus intervenciones poseen la
frescura de lo honesto. Serán bien recompensados por el público en los aplausos
finales.
De la parte culta se encargan Lauranne Oliva,
joven soprano de bonito timbre que tal vez deba aún ganar facilidad en los
ataques y que parece cómoda en los registros medio y agudo aunque algo menos
cómoda en el grave, y Eva Zaïcik, de timbre repleto de armónicos, afrutado, con
un precioso pequeño y discreto vibrato natural, y una muy bella inteligencia
del texto, sobria pero sentida.
La orquesta, Le Poème Harmonique, conjunto
fundado por Dumestre, no busca la perfección. No estamos ante un sonido
particularmente bello ni un gran empaste. Pero de nuevo, tiene el sonido de lo
honesto, y el espectador bien puede imaginarse que así debían de sonar las
orquestas que Pergolesi escuchó. Tal es el mérito por ejemplo de su interpretación
del Concerto per quartetto nº1 en fa menor de Francesco Durante, maestro
de Pergolesi en el Conservatorio dei Poveri di Gesù Cristo en Nápoles.
En cuanto a Dumestre, su principal cualidad es
sin duda la teatralidad que imprime a la interpretación, con volúmenes, crescendi,
silencios, contrastes que enriquecen las partituras de Durante y de Pergolesi.
Lástima que no cuide los volúmenes, sonando la orquesta demasiado fuerte por
momentos, poniendo en peligro la escucha de las voces -en particular los graves
de Oliva que resultan inaudibles-.
Cuando termina el concierto los aplausos son
entusiastas. Dumestre aprovecha para decir algunas palabras sobre lo escuchado,
y en bis, el amén del Stabat Mater de Pergolesi.
El público se va a casa contento. Servidor de ustedes, también.
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