Francia

Podría haber estado bien

Francisco Leonarte
jueves, 6 de marzo de 2025
Sellars, Castor et Pollux © 2025 by Vincent Pontet / OnP Sellars, Castor et Pollux © 2025 by Vincent Pontet / OnP
París, martes, 11 de marzo de 2025. Opéra National de Paris. Salle Garnier. Castor et Pollux, tragédie lyrique en un prologue et cinq actes. Música de Jean-Philippe Rameau. Libreto de Pierre-Joseph Bernard. Puesta en escena, Peter Sellars. Escenografía de Joelle Aoun. Trajes de Camille Assaf. Luces, James F. Ingalls. Dramaturgia, Antonio Cuenca Ruiz. Video, Alex MacInnis. Coreografía principal, Cal Hunt. Con Jeanine De Bique (Télaïre), Stéphanie d'Oustrac (Phébé), Reinoud Van Mechelen (Castor), Marc Mauillon (Pollux), Nicholas Newton (Mars, un athlète, Jupiter), Laurence Kilsby (L'amour, un athlète, le grand Prêtre de Jupiter), Claire Antoine (Minerve, une suivant d'Hébé), Natalia Smirnova (Vénus, une ombre heureuse). Cal Hunt, Christopher Beaubrun, Jin Lee Baobei, Andrew Coleman dit Finesse, Xavier Days dit X, Ablaye Diop, Ange Emmanel dit Kendrickble, Kenza Kabisso, Joshua Morales dit Sage, Tom Mornet Bouchiba dit Tomorrow, Cordell Pumell dit Storm, Sarah Querut, Edwin Saco dit Jamsy, Océane Valence (danza y coreografía). Coro y Orquesta Utopia. Jefe de coros, Vitaly Polonsky. Dirección musical, Teodor Currentzis.
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Peter Sellars es un director de escena que ha dado grandes momentos al teatro musical. Su particular visión de la trilogía Mozart-Da Ponte, por ejemplo, brindó a los aficionados múltiples ventanas de reinterpretación. Sus trabajos cinematográficos son más que apreciables... ¿Cómo es posible que las dos últimas puestas en escena a las que hemos asistido resulten tan poco interesantes?*

Para esta producción de Castor et Pollux se hallaban reunidos una serie de elementos valiosos. Cantantes prestigiosos con madera actoral, bailarines electro, una música muy hermosa (la de Rameau) y una idea que podía dar sus frutos: una reflexión en torno a la muerte. ¿Qué ha fallado?

Instalando como decorado unos muebles banales con trajes igualmente banales -diría incluso de clase media-baja- Sellars parece tender una mano a la identificación del público con situación y personajes. Las proyecciones de vídeos tomados desde alto, sean imágenes de la periferia parisina (que pueden ser las de cualquier periferia del mundo), sean imágenes de los astros, parecen asumir la parte metafísica, la parte inaprensible del fenómeno, tanto en su vertiente dolor infinito como en su vertiente de interrogación sobre la vida, sobre el fenómeno mismo de la existencia.

Podría ser un muy buen punto de partida. Pero el todo no está resuelto de forma coherente, o al menos no de forma que todos podamos entenderlo.

‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.

El coro entra y sale del supuesto apartamento de clase media-baja (siempre vestidos igual) y uno no sabe por qué ni qué representan: ¿los vecinos? Tres cuartos de lo mismo puede decirse de los bailarines.

Hay momentos de ensoñación, aquellos en que los vivos recordamos a los seres amados que se fueron: muy bonita idea, sólo que uno no sabe cuándo claramente estamos ante un momento evocador del pasado o ante una nueva peripecia del presente.

Si en efecto se instala la identificación del espectador con los personajes y la racionalización del mito, ¿cómo explicar el viaje hacia el país de los muertos?, ¿cómo explicar la resurrección de Castor simplemente por la muerte de Pollux?, ¿qué sentido darle a la muerte de Phébé engullida por un demoniaco sofá (bien visto por otra parte el efecto visual)?

Por otra parte la repetición de los vídeos (casi constantemente proyectados), la repetición de las entradas y salidas de coro y bailarines, terminan por cansar. Sellars no ha sabido dosificar sus efectos para que pueda también haber sorpresas al final. Por eso al final el espectador ni mira, porque «ya se lo sabe».

El reto de la danza

En la ópera francesa, y muy particularmente en la ópera francesa del siglo XVIII, el ballet es una pieza fundamental. Tener a su lado a un buen coreógrafo es resolver la mitad de la puesta en escena. En este Castor et Pollux nos hallamos ante un buen plantel de bailarines-coreógrafos, con un vocabulario nuevo y relativamente rico, nacido fundamentalmente del baile electro.

Pero al parecer Cal Hunt como «coreógrafo principal» no ha sabido establecer un plan de conjunto que tenga en cuenta el desarrollo de la obra. Pocos son los momentos de baile conjuntados, la mayoría de las veces la estructura es de «battle», es decir la estructura típica de este tipo de bailes nacidos en la calle y con espíritu muy individualista: primero bailas tú, luego bailo yo, y luego vemos cuál de los dos ha gustado más al público. Esta estructura, más propia de la competición deportiva que de la ilustración artística, no acaba de convenir en una obra de más de dos horas y media.

‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.

Otrosí, todos los bailarines aparecen de golpe, y desde esa primera aparición, cada uno de ellos muestra varios movimientos, movimientos que volverán a retomar a lo largo de la obra. Es decir, que pasado el primer momento de curiosidad, los bailarines se limitan a repetirse, instalando finalmente el cansancio en el espectador. El hecho también de que, salvo en contadas ocasiones, se encuentren todos ellos en casi todos los números, impide también la dosificación.

¿Muestra entonces sus limitaciones el electro como tipo de danza? ¿O más bien muestra sus limitaciones el haber querido realizar una creación colegial? ¿O es simplemente la falta de costumbre de los bailarines-coreógrafos, poco habituados a obras de tanta duración?

El caso es que, a pesar de algún que otro efecto bien conseguido (baile de las manos saliendo de puertas y rincones, cantante engullida por el sofá, etc.) al final el espectador deja de estar interesado por el ballet. Lástima.

Los chicos ganan esta vez

Para este Castor y Pólux la Ópera de París había reunido un reparto prestigioso. A comenzar por Jeanine de Bique, soprano de voz carnosa que hemos tenido ya la suerte de aplaudir en Alcina de Haendel. Sin embargo, en Rameau, de Bique no brilla igual, su voz desmaya en ciertos finales de frase que así resultan inaudibles, y, lo que es peor, apenas se le entiende. Tratándose de ópera francesa del XVII y XVIII en que tan importante es el texto, es un gran defecto.

Tampoco es fácil entender lo que dice Stéphanie d'Oustrac. Otrora campeona de la pronunciación francesa, d'Oustrac ha ensanchado la voz, sin duda para asumir papeles de más calibre, y ese ensanche le pasa factura a la hora de acometer el repertorio barroco francés con el que la mezzosoprano había comenzado su carrera. Lástima

Más fresca resulta la voz de Natalia Smirnova, a la que sin embargo tampoco se le entiende demasiado. Asumiendo un papel menor, el de ‘sombra feliz’, menos recitante y más cantante, se le perdona un poco mejor. Claire Antoine, entre todas las chicas, es aquella que sale tal vez más airosa de la difícil prueba de la inteligibilidad, con además un buen estilo y un bonito color de voz.

‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.‘Castor et Pollux’ de Rameau. Dirección musical, Teodor Currentzis. Puesta en escena, Peter Sellars. Opéra National de Paris, febrero de 2025. © 2025 by Vincent Pontet / OnP.

Por contraste, a los intérpretes varones se les entiende muy bien. Nicholas Newton, en sus papeles de Marte, un atleta, y de Júpiter, muestra una voz noble, cómoda en sus graves, con empaque. Laurence Kilsby, tenor que lleva camino de convertirse ya en estrella, emocionó como Amor, dando sentimiento, comprensión del texto, estilo y estupenda utilización del canto.

El aficionado conoce ya de sobra a Renoud van Meichelen, y cada vez nos gusta más. Voz segura, potente, cómoda en toda la extensión del registro, repleta de armónicos, estilo cuidado, gran capacidad de expresión, van Meichelen lo tiene todo.

En cuanto a Marc Mauillon, para quien esto escribe es uno de los grandes cantantes de su tiempo. Por personalidad, por carisma, por imposición de una vocalidad a caballo entre la impostación culta y la impostación popular (técnica que tal vez fuera la que históricamente se usaba antes de los trabajos sobre la voz de Manuel García y otros especialistas del XIX, ¿quién sabe?), por facilidad en toda la tesitura (revelando esta vez unos graves suntuosos), por capacidad de expresión, por inteligencia del fraseo, (y algo me debo de dejar por ahí, pero bueno) por todo eso, Marc Mauillon nos parece un auténtico lujo.

El Coro y la Orquesta Utopía, bajo la dirección de Currentzis, cumplieron con creces. Tal vez el sonido de la orquesta resulte un punto demasiado redondo, un punto alejado de los parámetros a los que nos tienen ya acostumbrados la orquestas históricamente informadas, con algún que otro ramalazo que sonaba un punto demasiado a escuela romántica. Pero si algún pero serio podemos objetar a la dirección de Currentzis es sobre todo el haber estirado los tiempos en la primera parte. Cierto, la muerte no es momento de algarabías y de rapideces, pero al alargar tanto los tiempos a Currentzis acaba por caérsele la obra, y cuando lanza aquí o allá alguna danza en que, esta vez sí, se vuelve a tiempos muy vivos, el interés del auditor ya ha caído, siendo muy difícil recuperarlo. En ese sentido podemos decir que Currentzis, a pesar de momentos muy hermosos como la citada intervención de Kilsby como amor, no supo mantener el equilibrio entre emoción y languidez, entre intensidad y lentitud.

El público abarrotaba la sala Garnier. Pero no fue tan entusiasta como en otras ocasiones. No hubo protestas, incluso hubo buena acogida para los bailarines-coreógrafos, pero los aplausos acabaron pronto. Y, después de haber visto en breve lapso de tiempo cuatro óperas del XVIII, una bien servida escénicamente (Semele, por Mears), otra fallida (este Castor et Pollux por Sellars) y otras dos horrorosas (Médée por Signeyrole y Orlando por Desoubeaux, una y otra ad majorem gloriam scenae directorae), servidor de ustedes se dice que esto de la puesta en escena cada día está más complicado... 

Notas

'Beatrice di Tenda' de Bellini y este 'Castor et Pollux' de Rameau

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