Recensiones bibliográficas
Novedades bibliográficasTrump 2.0, el agotamiento de la democracia en EE.UU puede acabar en suicidio colectivo
Juan Carlos Tellechea

Hacía falta la conmoción de la última década:
la elección del errático presidente Donald Trump por segunda vez, tras la
pandemia del coronavirus, y la guerra de agresión rusa contra Ucrania, para
liberarnos de la soporífera fuerza seductora del síndrome de la línea de base
cambiante y estar en condiciones de “pensar lo casi impensable”, que
las democracias también pueden morir, como afirmaba el historiador británico James Runciman.
Así describe este momento el Dr Ferdinand
Bitz, asesor científico del parlamento y gobierno de Alemania en los
últimos decenios en su nuevo libro Demokratie im Burnout (Democracia en el agotamiento), publicado por la editorial Lau
de Reinbek (cerca de Hamburgo) y presentado en la reciente Feria del Libro de
Leipzig, que este año superó todos los récords históricos de visitantes.* El
libro merecerá seguramente una actualización porque fue terminado antes de la
elección presidencial en EEUU, el 5 de noviembre de 2024.
Análisis
El Dr Bitz, nacido en 1957, estudió Filosofía y
Letras, Psicología, y Veterinaria, fue ayudante de investigación en varios
centros de Ciencias de la Educación de las universidades de Bonn y Colonia,
antes de integrar como experto el Servicio Científico del parlamento federal
alemán (Bundestag) y de asesorar a varios ministerios del gobierno federal de
Alemania, así como al presidente federal Dr Horst Köhler. Actualmente
dicta conferencias en la Universidad de Bonn y en la Universidad Internacional
de Bad Honnef (IUBH).
Esta vez, la muerte no viene en la forma
familiar de una amenaza agresiva desde el exterior, porque nuestras democracias
obviamente están muriendo desde dentro, “lentamente y a pasos apenas
perceptibles”, como sostienen Steven
Levitsky y Daniel
Ziblatt en Como mueren las democracias, autores también de La tiranía dela minoría.
Esta es la razón por la cual un análisis de su
erosión e inminente autodestrucción, al que el volumen del Dr Bitz quisiera
contribuir, no debe conformarse con análisis superficiales de comportamiento,
como los emprendidos muy tempranamente por Juan J. Linz en La quiebra
de los regímenes democráticos (1978).
Demasiados “Trumps”
El propósito de su análisis es profundizar y
adoptar un enfoque sistémico, porque además de los conocidos y nuevos déspotas
y psicópatas autocráticos, ha habido demasiados “Trumps” en todo el mundo en el
pasado reciente, como Jair
Argentina
Y, por desgracia, nuevos emuladores entran
constantemente en la escena política. El caso más reciente y probablemente más
espectacular es el de Javier Milei,
que ganó las elecciones presidenciales en Argentina por un claro margen el 19
de noviembre de 2023. Milei, a quien le encanta empuñar una motosierra y se
define como “anarcocapitalista”, ha resumido su política así:
¡Todo debe desaparecer!
Ha adoptado el principio de disrupción del
hipercapitalismo. Su mensaje político es similar al de la Sociedad de las
Sombras de la trilogía de Batman, que reza: pánico y destrucción. El
conocimiento de lo que es el bien y el mal también se difumina en el reino
sombrío de los Caballeros Oscuros y el Joker.
En un país que lucha contra una inflación del
150% y donde el 40% de la población tiene que sobrevivir por debajo del umbral
de la pobreza, le resultó fácil canalizar populistamente en su dirección la
rabia por el fracaso y la mendacidad del establishment político.
Ingenuidad
Además, hay demasiados hombres de Estado que,
aunque de forma diferente, como el primer ministro Le Petit Robert).
El Dr Ferdinand Bitz advierte en la
introducción de su libro que:
Durante demasiado tiempo, con demasiada ingenuidad y siguiendo más nuestra comodidad que nuestra vigilancia democrática y nuestro deber cívico de defendernos, hemos dado crédito a los testigos de cargo de lo impensable, que nos han asegurado que la difusión de las ideas democráticas puede equipararse a las ideas de progreso y que, por lo tanto, son evidentes.
Gobierno fascista
El gobierno por decretazos de Trump significa
que el parlamento, un pilar fundamental de la separación de poderes está siendo
parcialmente desautorizado, mientras que el poder del presidente está
creciendo. El gobierno de Trump es fascista. El país aún no lo es. Si los
tribunales estadounidenses no se mantienen firmes vendrá un golpe de Estado,
previene el catedrático de Derecho de la Universidad de Stanford, Mark A. Lemley en una
entrevista con la prensa alemana:
Veo aquí todos los signos que vimos en Alemania en el decenio de 1930. No estoy seguro de que dentro de cuatro años siga habiendo elecciones libres en los Estados Unidos. Los lacayos (de Trump) en el Congreso buscan un proceso de destitución contra esos jueces. El presidente coquetea públicamente con ignorar las sentencias judiciales. Este es el último obstáculo que hasta ahora nos ha impedido convertirnos en una dictadura.
Irracionalidad
El tiempo axial (según Karl Jaspers) de la
reflexividad era el mundo premoderno de anteayer, el tiempo de la silla de
montar (s. Reinhart
Koselleck) de la racionalidad era el mundo moderno de ayer y el
mundo posmoderno de hoy parece estar convirtiéndose en un “tiempo de la capa”
de irracionalidad, afirma Bitz:
El maestro pensador de la biopolítica y la gubernamentalidad, Michel Foucault, llega a describir nuestro mundo como una institución para locos en la que 'se ha extinguido toda racionalidad' y reina la locura del poder desnudo.
Narrativa del fin de la historia
Desde el punto de inflexión de 1989, con el
colapso de la Unión Soviética, el mundo está cada vez más desquiciado. La
posibilidad de un apocalipsis ecológico amenaza el anticuado modelo de progreso
de crecimiento y prosperidad y, en consecuencia, un pánico frívolo domina el
estado de ánimo global. Los políticos se han adaptado a la narrativa latente
del fin de la historia y han realizado un cambio de paradigma ideológico.
Con una fe ciega en la sustancia, se confía
cómodamente en una adaptación supervisada en lugar de en una visión imponente.
Pero la historia no es una caja de ahorros del espíritu del mundo, donde el
ciudadano puede sentarse a salvo en el sótano como un rentista y contar en paz
las existencias heredadas de “talentos” en la caja fuerte.
Al abordaje
Cegados por el mito del progreso autopoiético, los
habitantes de los sótanos parecen haber pasado por alto el hecho de que la
democracia deliberativa como forma de gobierno y modo de vida racionalmente
fundados y con pretensión universal de validez lleva mucho tiempo en regresión
en todo el mundo. Y puntualiza el Dr Ferdinand Bitz:
Un ciudadano puede instalarse cómodamente en la cultura acogedora del nuevo desorden mundial, pero también puede tomar partido contra él y gritar a todos los demócratas: '¡A los barcos!' Esta última es la intención de la publicación.
Las libertades no son como patatas de siembra
en la bodega que brotan solas en primavera, y las democracias no crecen como
manzanas en los árboles que solo hay que cosechar. Epistemológicamente,
proceden de mundos diferentes, pero tienen un hecho en común frente a la
somnolienta sequía del fin de la historia: pueden pudrirse.
Suicidio colectivo
Cuando la sustancia y la energía de las
democracias se agotan, pueden erosionarse y consumirse desde dentro, incluso
sin amenazas externas. Igual que un ser humano, tras el agotamiento entran en
un proceso de depresión que puede conducir al suicidio.
En cualquier caso, no hay garantía de que las
democracias sobrevivan; no son máquinas de movimiento perpetuo. Esta es la
tesis y el tema de este panfleto político, que reclama un discurso público
preocupado por el estado y el futuro de nuestra democracia deliberativa.
Condiciones
En el primer capítulo, el Dr Bitz da la vuelta
al controvertido
dictum del profesor de Derecho Constitucional y filósofo del Derecho
Dr Ernst-Wolfgang Böckenförde y se pregunta por las condiciones que la propia
democracia debe crear si no quiere abolirse a sí misma.
En primer lugar, esto incluye preservar la
primacía de la política sobre la economía y la tecnología, que en una
democracia deliberativa como forma de gobierno y modo de vida solo pueden tener
una función de servicio. El autor pone seriamente en duda que siga vigente el
principio de “cocinero y camarero” y documenta la sustitución del homo
politicus por el homo economicus y el homo artificialis.
No funciona sin demócratas
En segundo lugar, dado que ninguna democracia
puede funcionar sin demócratas, son necesarias la educación y la formación para
la madurez, en particular para el desarrollo del juicio político. También aquí
el autor diagnostica déficits evidentes. En un segundo paso, analiza las
corrientes antidemocráticas, como el populismo y el moralismo, que, en su
opinión, no solo envenenan la cultura política, sino que atacan la estática del
sistema para acabar secuestrando la democracia desde dentro.
Participación
En un tercer paso, las instituciones y los
procedimientos de nuestra democracia se someten a una comprobación de los
hechos y a una autocrítica. El autor llega a la conclusión de que su
funcionalidad y rendimiento deben mejorarse de forma sostenible para que
nuestra democracia sea más resistente. En la sección final, el autor ensaya una
localización de la democracia en hipotéticas narrativas futuras.
A la cuestión final sobre la necesidad de una “democracia
sobrecargada”, el autor responde a la esperanza de una sociedad civil
comprometida con la (parafraseada) sentencia del príncipe Giuseppe
Tomasi de Lampedusa (El gatopardo, su única
novela, ambientada en la Unificación
italiana): Para que todo siga como está, es necesario que todo
cambie ... y que todos participen.
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