España - Madrid

Un grupo de violonchelos produce gloriosos sonidos

Juan Krakenberger
martes, 27 de mayo de 2003
Madrid, jueves, 22 de mayo de 2003. Madrid, 22 de Mayo 2003 – Auditorio Nacional/Sala de Cámara Ciclo: La Generación Ascendente de la Esc. Sup. de Música Reina Sofía Obras de Johann Sebastian Bach, Johannes Brahms, Manuel de Falla, Heitor Villa-Lobos, Giovanni Battista Pergolesi, y Saverio Mercadante Grupo de Violonchelos “Sony” de la Esc.Sup. de Música Reina Sofía: Tatiana Alampijeva, Blanca Coínes, Carmen Elena González, Maxime Ganz, Pavel Gomziakov, Natalia Margulis, Antonio Martín Acvedo y Teresa Valiente. Aforo: 60%
0,000115 Tener en España a un conjunto de ‘cellos, con una edad promedio que no llega siquiera a los 22 años, 5 chicas y 3 muchachos, que tocan bien a título individual, y que se juntan para hacer música de cámara juntos, es un acontecimiento fuera de serie. Y además, lo integran 50% de jóvenes provenientes de la península, tres españolas/es y una portuguesa.Si, además, son capaces de presentarnos un concierto con música excelente, que suena maravillosamente, con interpretaciones que en muchos momentos frisan la perfección, la felicidad es completa.Desde que, hace unos cinco lustros, la Orquesta Filarmónica de Berlín, presentó a su propio conjunto de ‘cellos, que ha viajado por todo el mundo, la formación de grupos de estas características ha tomado auge. No es de extrañar: el ‘cello tiene una tesitura de 5 octavas, y puede tocar notas escritas para el violín, para la viola, y actuar de bajo. Es evidente que esto permite un juego “orquestal” comparable a una orquesta de cuerdas, pero con una ventaja agregada: la sonoridad que produce un grupo de ‘cellos así es algo muy especial, muy atractivo. El sonido es empalagador, dulce, nostálgico – pero también puede ser recio o transparente.Para comenzar, las Gavotas I & II de la Suite Nº6 para ‘cello, de Bach, en un arreglo de Casimir Wilkomirski. Estuvo a cargo de un cuarteto liderado por Maxime Ganz, a quien le reprocho su excesivo vibrato en estas danzas – con menos habría sonado más en estilo, sin ese aire romántico que ya no se estila usar para esta música. En cambio, el breve Vals de Johannes Brahms (de su op 39) que siguió sonó lozano y fresco – una delicia.Luego un Sexteto se encargó de tocar un arreglo hecho por Thomas Mifune, de seis de las siete canciones populares españolas de Manuel de Falla. Probablemente una de las composiciones españolas más universales (junto con el Concierto de Aranjuez de Rodrigo), estas canciones han sido objeto de un sinfín de transcripciones, y una para conjunto de ‘cellos no podía faltar. Mifune, vinculado con el ya mentado grupo de Berlin, ha hecho muchos arreglos de esta índole. En éste caso, tuvo la feliz idea de dar el protagonismo de la voz cantante a cada uno de los seis integrantes del sexteto, lo que permitió apreciar las cualidades de cada uno de los integrantes, y su manera de entenderse con los compañeros. Si exceptuamos la Jota final, que sonó a veces un tanto caótica, las versiones fueron excelentes. Mala suerte que el público aplaudió después de cada canción – y cada movimiento en el resto del programa: ¿De dónde salió este público – me pareció esto una etapa ya superada?Y para terminar la primera tanda de obras, un plato fuerte: La Bachiana Brasileira Nº5, para soprano y octeto de ‘cellos, con el concurso de la cantante Virginia Lorena Wagner, igualmente estudiante en la Escuela Reina Sofía. El Octeto – la formación completa del conjunto – está liderado por el excelente ‘cellista Pável Gomziakov (de quien nos ocupamos hace poco en éstas páginas), que – veterano en estas lides – da entradas y marca el “tempo” donde sea preciso con mucho tino. La versión fue de todo punto de vista excelente: La soprano empezó el Aria (Cantinela) con tranquilidad, y la sonoridad que produjo en los pasajes de “bocca chiusa” fue admirable. Pero luego, en la Danza (Martelo) las cosas se animaron hasta el paroxismo de la nota final. Brillantemente acompañada por los 8 ‘cellos, escuchar esta bella obra del genio brasileño resultó ser una auténtica gozada. Muchos aplausos saludaron al trabajo de cantante e instrumentistas.En la segunda parte pudimos escuchar una Sonata “a cuattro” atribuida a Pergolesi, nuevamente en transcripción, tocada por un cuarteto liderado esta vez por la joven Blanca Coínes. Sus cuatro movimientos (Andante, Allegro, Adagio, Allegro Molto) sonaron muy bien, gracias al bello sonido que la joven sevillana saca de su instrumento. Música del XVI, muy italiana, acusa menos el uso del vibrato que la música alemana – aquí hay mucha dulzura y sentimentalismo y esto sonó muy bonito.Otro cuarteto, 100% femenino, liderado por la portuguesa Teresa Valente, nos presentó “La Poesía” de Saverio Mercadante, obra original para cuatro ‘cellos. Estilo operístico, de melodía acompañada, con un cierto patetismo algo barato, esta música suena sin embargo muy bien. No la escucharía todos los días – pero una vez resulta agradable. Versión nuevamente impecable, con el dramatismo que este género requiere. Fue en ésta obra, con “tempi” cambiantes – a lo operístico – que se pudo apreciar la ductilidad de las intérpretes y su capacidad de hacer música de cámara con la conspiración mutua que esto requiere.Como última obra, otro plato fuerte: La Bachiana Brasileira Nº1, para orquesta de ‘cellos, de Villa-Lobos. Esta vez se trata de cuatro atriles (no ocho), cada uno ocupado por dos instrumentistas, que tocan en unísono o “divisi” – según el momento. La obra tiene tres movimientos: Introduction (Embolada), Preludio (Modinha) y Fugue (Conversa). Destaca netamente el 2º movimiento, muy inspirado y atractivo. Si a ello se agrega que Pavel Gomziakov, como cabeza del grupo, se lució con un solo precioso, muy sentido y tierno, la cosa adquirió alturas mayores. Él y Teresa Valente, en el primer atril, sonaron como un solo instrumento, cosa aplicable a las demás parejas. Intonación irreprochable en toda la línea, lo que habla muy bien de la calidad de todos los integrantes del grupo. La Fuga final, algo árida musicalmente hablando, termina brillantemente, y los aplausos no se hicieron esperar. El placer de escuchar a jóvenes tan entregados dejó su huella entre el público. Y fue así, que nos regalaron una chispeante versión – con un guiño mordaz incluido – de la Pizzicato Polca de Johann y Josef Strauss. Ocho ‘cellos, sin arcos, pellizcando sus cuerdas – espectacular y divertido. Con este programa, este conjunto puede dejarse ver en cualquier parte del mundo. ¡Bravo!
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