Santander, sábado, 31 de mayo de 2003.
Palacio de Festivales de Cantabria. 'Svansjön' [El lago de los cisnes], ballet de Mats Ek sobre música de Piotr Ilitch Chaicovsqui. Escenografía y figurines de Marie-Louise Ekman y Peder Freiij. Luminotecnia de Göran Westrup. Cullberg Ballet
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Uno de los grandes encantos de la danza clásica es, quizás, el uso de los cuentos de hadas, que posibilitaron a los coreógrafos la creación de fantásticas e irreales escenas que hoy, curiosamente, no a todo el mundo le interesan (o comprenden). Pero aparte de ser reflejo de la mentalidad de una época, los cuentos de hadas no sólo no han declinado, sino que permanecen vigentes, y ocupan no pocas páginas de sesudos estudios de psicología. Dice Bruno Bettelheim que “todo cuento de hadas es un espejo mágico que refleja algunos aspectos de nuestro mundo interno y de las etapas necesarias para pasar de la inmadurez a la madurez total”. Podríamos decir que son una forma metafórica y universal de mostrar los conflictos de la vida, dando la oportunidad al niño de comprenderse a sí mismo y ordenar el mundo que le rodea.Mats Ek retoma los clásicos (trilogía Giselle, El lago de los cisnes y La bella durmiente), y les da la vuelta, actualizándolos de tal modo que todos nos sentimos cercanos, identificados incluso, con sus protagonistas. Otros coreógrafos han intentado lo mismo, con desigual fortuna, pero Ek bordea la genialidad. Porque no se trata de una transformación puramente formal, estilística, sino de la esencia de la obra. Tal vez hoy no muramos de amor, pero la depresión puede ser un tipo de muerte en vida: su Giselle enloquece, pero no muere: es trasladada a un psiquiátrico. La aguja que adormece a Aurora no es de tejer, sino la aguja de la heroína que mantiene inmersos en el sueño a tantos... Finalmente, su Lago es una metáfora sobre la búsqueda del amor, y sobre las, a menudo, complejas relaciones familiares. Sus versiones son actuales, pero se mantiene la universalidad del mensaje: no dejan de ser cuentos de hadas.Pero centrémonos en Svansjön (1987). La reina se convierte en una madre sexual y autoritaria, asfixiante... Huir de ese entorno, en el viaje del joven Sigfried por el mundo, que es aprovechado por Ek para dar su particular y humorística visión de rusos, españoles (hilarantes para el público, por lo exagerado y tópico; el coreógrafo demuestra en algunas de sus obras un extraordinario conocimiento de la cultura española, baste con citar La casa de Bernarda Alba, seguramente una de las más excelentes versiones de la obra) y judíos. Hay que mencionar que la música de esta última variación es la única que no pertenece a la partitura original de Chaicovsqui, sino al folclore judío.Los cisnes, interpretados por hombres y mujeres, son extraños seres, mágicos, sin sexo definido... (Magnífico trabajo de brazos del cuerpo de baile, especialmente difícil para los hombres)Pero Mats Ek no se limita a transformar brillantemente el contenido de la obra, ni a realizar un impresionante retrato psicológico de los personajes. Además, transforma el lenguaje dancístico. Coreógrafo contemporáneo, casi, al menos en esta obra, podría ser considerado neoclásico: un reformador de la danza clásica que la enriquece y honra. Sin entrar a discutir las “etiquetas”, lo que sí es cierto es que utiliza un lenguaje clásico con nuevos elementos de la danza contemporánea, imposibles de clasificar, personalísimos, como lo es todo en su prolífica obra (alrededor de treinta coreografías no sólo para el Cullberg, sino para muchas de las grandes compañías del mundo). Movimientos caracterizados por la plasticidad, la fluidez y una impresionante musicalidad.La escenografía es simple y efectiva: apenas el dibujo de una gran cortina al fondo, y algunos elementos escenográficos y de atrezzo (divertidísimos los tres bufones preparando la maleta).Los bailarines, simplemente magníficos. Altísimo nivel de solistas y cuerpo de baile. (Espléndida Carolin Geiger en el papel de reina madre: poderosa, sensual, sexual... Charlotte Broom, Rafi Sadi y Asa Lundvik Gustavson bordan los histriónicos bufones.)Y sentencia Schiller: “El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado”. Afortunado público cántabro, en la oportunidad de encontrar sentido a lo cotidiano de la vida, disfrutando, tal vez, de una de las últimas ocasiones de ver esta obra por la compañía. El Cullberg Ballet comienza una nueva andadura sin Mats Ek. Ojalá, como en los cuentos, tenga todo final feliz... Y colorín, colorado...
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