Santiago de Compostela, lunes, 7 de abril de 2003.
Auditorio de Galicia. Carl Nielsen, Aebleblomst op. 10, Skal Blomsterne da visne? P`. 21/1, Studie efter Naturen, Soenk kun dit Hoved, du Blomst op. 21/2 n. 1, Den forste Loerke op. 21/2 n. 2; Gabriel Fauré, Au bord de l'eau op. 8 n. 1, Automne op. 18 n. 3, Notre amour op. 23 n. 2, Les roses d'Spahan op. 39 n. 4. Edvard Grieg, Peer Gynt: 'Solveigs sang', 'Solveigs vuggevise'; Med en vandlilje op. 25 n. 4, En svane op. 25 n. 2, Hilsen op. 48 n. 1, Dereinst gedanke mein op. 48 n. 2, Lauf der welt op. 48 n. 3, Zur rosenzeit op. 48 n. 5, Ein traum op. 48 n. 6. Enrique Granados, Canciones amatorias: 'Mañanica era', 'llorad corazón, que tenéis razón', 'Iban al pinar', 'No lloréis ojuelos', 'Mira que soy niña ¡amor déjame!', 'Gracia mía.' Henri Duparc, L'invitation au voyage, Chanson triste. G. Bizet, Ouvre ton coeur, Adieu de l'hôtesse arabe. Manuel de Falla, Siete canciones populares españolas. Barbara Hendricks, soprano. Michael Wendeberg, piano. V Festival Internacional de Música de Galicia. Ocupación: 90 %
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No por tópico es menos cierto que un medio digital permite una gran inmediatez. Sino fuese por la reglamentación de Mundoclasico.com como diario, no sería complejo colgar las críticas en cuanto se reciben. Pero ser un diario ya permite una velocidad de reacción suficientemente apurada, que es precisamente lo que los lectores valoran para convertirla en la publicación de música clásica en español más leída del mundo. Por otra parte, siempre he tratado -y esto es algo personal- de publicar pronto las recensiones de los conciertos, con el objeto de mantenerlas próximas al concierto. Ha sido ésta una excepción, pero creo que el recital de Barbara Hendricks merecía un comentario reposado.La soprano estadounidense continúa siendo una de las más famosas artistas líricas del mundo y su voz, en líneas generales, no ha experimentado una evolución muy marcada con el paso de los últimos diez años. Era lírica pura y lírica es, aunque menos dotada para la coloratura que cuando acudía con frecuencia a los teatros de ópera -ahora dice no estar interesada en ellos- a cantar 'Julieta' o 'Gilda'. Es el suyo un instrumento que gusta y disgusta por igual a buen número de aficionados: por su fondo metálico, resulta poco apropiada en opinión de muchos para determinado repertorio, pero personalmente me encuentro entre los que, pase lo que pase, siempre disfruto con lo que hace Hendricks. Eso no implica estar sordo ante sus defectos.Al timbre pobre en armónicos se une una cierta falta de flexibilidad en el fraseo, que no se manifiesta siempre. Así, a lo largo de un concierto de Hendricks da la sensación de estar ante una soprano falta de cintura, que se suelta repentinamente y hace disfrutar de infinidad de matices y sutiles delicadezas. El saldo, al menos el pasado viernes, fue positivo.Tras palidez en las versiones de Nielsen y problemas en la articulación de las canciones de Fauré, cantó un hermoso Grieg, cuyo mayor acierto por la morbidez de sus frases fue el 'Solveigs sang' de Peer Gynt, cerrando la primera parte sin pena ni gloria. La segunda comenzó en el suelo y alcanzó cotas de calidad incomparables. Así, el Granados estuvo mal cantado y mal expresado, lo que podía hacer a muchos -aquellos que creen en las cualidades intrínsecas y particulares de la música española- presagiar un mal Falla, pero no fue así. Interpretó las Siete canciones populares españolas del gaditano y lo hizo maravillosamente.Un Falla de gran alturaNo sólo fraseo muy bien, sino que sacó pecho en los momentos en que debía hacerse. Sólo puede reprocharse la interpretación de la 'Seguidilla murciana' y no precisamente por la incapacidad de Hendricks para decir con garra «Arrieros semos, puede que en el camino nos encontremos», sino por los permanentes errores del pianista -cuyo comentario dejaremos para el final- y la incapacidad de éste para adaptarse al flexible discurso de la soprano, en vez de machacarla con una amalgama de notas ininteligible, apoyada en un pedal de alumno efectista del conservatorio. Ella cantó una 'Nana' para acordarse siempre.Hay quienes se preguntaban por la tendencia de las cantantes americanas para incluir estas Canciones de Falla en su repertorio -Von Stade, Norman, Horne...-, pero es de enigma de fácil solución: son obras que se interpretan en la Juillard School desde casi el momento de su estreno.Junto al Falla, fue antológico escuchar a Hendricks en lo que mejor hace: canciones francesas. Si las dos de Duparc -L'invitation au voyage y Chanson triste-, permitieron a Hendricks emocionar, especialmente la última, con el Bizet llegó el mejor momento del recital. Simplemente inmejorable su Adieu de l'hotesse arabe, en la que supo decir el texto y recrearse en el mismo sin preocuparse por nada más, como quedó claro en un estremecedor «Adieu belle ètrangere,» que acabó por conquistar al público.Tres fueron las propinas. El inevitable y siempre bien cantado Ave Maria de Schubert en alemán, el también inevitable e igualmente hermoso espiritual Freedom. We shall live in peace y Les filles de Cádiz de Leo Delibes.Así, lo que empañó realmente una actuación de la soprano que pasó de normal a excelente, fue Michael Wendeberg, que sustituía al eficacísimo Pöntinen. Nada bueno que decir de este acompañante: rígido con el tempo, abusa del pedal, pisa los arpegios y tiene, como única virtud, el no tratar en cada momento de tapar a la soprano.
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