Santander, jueves, 21 de agosto de 2003.
Palacio de Festivales de Cantabria. Obras: Friedrich Chopin ‘Gdzie lubi’, ´Sliczny chlopiec’, ‘Pierscien’, Piosnka litewska’, y Moja pieszczotka’; Franz Joseph Haydn, ‘Ariadne auf Naxos’; Gioacchino Rossini, Cantata ‘Giovanna d´Arco’. Ewa Podles (contralto). Ania Marchwinska (piano). Aforo: 1850 localidades. Ocupación:60%
6,82E-05
El acostumbrado recital de alguna contrastada estrella vocal que todos los años incluye el Festival Internacional de Santander en sus temporadas, se materializó esta edición en la relevante contralto polaca Ewa Podles, quien pasa por ser actualmente la mejor en su registro.El relieve de su voz y su tremenda autoridad vocal aparecieron ya al comienzo del concierto con las canciones polacas de Chopin, en las que la cantante expresó con especial concentración los textos de Witwicki y Zaleski, para proseguir después con esa obra maestra de Haydn que es la cantata Ariadne auf Naxos y que la Podles interpretó y cantó con absoluta maestría, con una articulación silábica perfecta, adhiriendo pasmosamente la música al sentido íntimo de cada palabra, para lo que contó con la sensacional pianista, también polaca, Ania Marchwinska, formando entre ambas un equipo sonoro indisoluble y asombroso que supo mantener la requerida tensión dramática desde el comienzo hasta el final de la cantata.En la segunda parte del recital, dedicada a Rossini, la cantata para soprano y piano Giovanna d´Arco, sin duda la composición más ambiciosa que escribiera el pesarés para voz y piano. Y aquí nuevamente la Podles se transformó: Impresionante fue la forma en que la contralto expuso, mediante una línea plena de contrastes dicha partitura, volviendo a demostrar su indudable sensibilidad musical, su perfecta construcción de las frases y su talento de intérprete.El recital terminó con tres propinas que supieron a gloria al respetable y sirvieron para que la cantante si diese un baño de ovaciones. La primera fue la cavatina de Isabella “Cruda sorte!” de L´Italiana in Algeri de Rossini, a la que siguió la también rossiniana Canzonetta spagnuola, tan llena de vitalidad, y culminó con una tremenda canción de S. Rachmaninov.
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