España - Andalucía
Unos minutos para Alberti
Ismael G. Cabral
Sevilla, viernes, 3 de octubre de 2003.
Teatro de la Maestranza. O. Esplá: La pájara pinta. E. Elgar: Concierto para violonchelo y orquesta. F. Mendelssohn-Bartholdy: Sinfonía nº 3 ‘Escocesa’. Asier Polo, violonchelo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Wolf-Dieter Hauschild. 4º Concierto de Abono
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Cuando la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales solicitó a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) que le dedicase un recuerdo en su temporada de abono a Rafael Alberti, en el año del centenario de su nacimiento, poco podían imaginar que éste iba a llegar en una forma tan breve.El director artístico de la orquesta, Alain Lombard -cuya continuación al frente de la misma está en entredicho, ante sus reiterados incumplimientos de contrato- mal conocedor de la música española, sólo se acordó de la suite La pájara pinta del compositor alicantino Óscar Esplá (1886-1976) para homenajear a Alberti. Se trata de una obra que el músico, íntimo amigo del poeta, compuso para ilustrar un cuento escénico de éste. Música cargada de reminiscencias populares, de tintes pintorescos y marcada por los postulados estéticos de la generación del 27. El maestro Wolf-Dieter Hauschild la dirigió con corrección, primando la labor de los solistas sobre la de conjunto, pero pecando de excesiva seriedad en momentos que sólo funcionan como divertimento, tal es el caso de El baile de Antón Perulero o La viudita del Conde Laurel.Ni rastro de Alberti en el Concierto para violonchelo de Edward Elgar y en la Sinfonía nº 3 de Mendelssohn que posteriormente se ofreció. En el primero, Asier Polo transitó una obra henchida de dramatismo y contención con maneras de virtuoso y a la vez con una cálida e intimista sonoridad en los dos 'Adagios' de la partitura. De Haydn a Bernaola, pasando por Elgar, Polo, bien conocido por el público de la ROSS, es uno de los más firmes valores, ya consagrados, de la interpretación musical en España.Wolf-Peter Hauschild, más acostumbrado al romanticismo germánico que a la ambivalencia de un Elgar, se mostró mucho más entusiasta en la Sinfonía nº 3 ‘Escocesa’ de Felix Mendelssohn, que dirigió en una versión desprovista de aditamentos, con un sentido muy estructural de la obra que no le impidió, sin embargo, tomarse algunas licencias personales como la de acelerar todos los tempi de la partitura. Supo Hauschild conseguir de la ROSS uno de sus mejores momentos, brindando una lectura en la que el público agradeció los buenos resultados a un director, y a unos solistas que rozaron lo excepcional.
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