Sevilla, jueves, 15 de enero de 2004.
Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Alexander Lazarev, director. Piotr Ilich Chaikovsqui: ‘Suite nº1 en re menor’. Anatol Liadov: ‘El lago encantado’. Alexander Scriabin: ‘Poema del éxtasis’. 7º Concierto de abono.Ocupación: 75%
8,8E-05
A la espera de un director titular que asuma de una vez por todas las responsabilidades que conlleva dicho puesto, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) continúa su temporada de abono recurriendo a los directores invitados, situación ésta, que por desgracia, ya conocen bien los músicos ante la espantada protagonizada, primero por Klaus Weise, y recientemente por el francés Alain Lombard.Le tocaba el turno ahora a Alexander Lazarev, director acaso poco conocido entre el público melómano pero de acreditada trayectoria y mejor labor concertadora al haber sido durante siete años director titular y artístico del Teatro Bolshoi. Suyo era un programa enteramente orquestal, de breves dimensiones y marcado por un perfil de la música rusa del último tercio del siglo XIX y primero del XX.Abría el concierto la Primera suite de Chaicovsqui. Seis movimientos escritos por el compositor para una orquesta de tamaño medio y pretensiones de divertimento. Un encantador aire de liviandad recorre una obra en la que se reconocen facilmente atisbos del genio que el músico imprimiría en otras composiciones. La versión de Lazarev atendió a las órdenes de equilibro y belleza, extrayendo un muy matizado y elegante sonido de la orquesta.No pareció gustarle al director, sin embargo, la versión de la ROSS de El lago encantado de Anatol Liadov, a tenor de su brusqueda marcha del podio y evidentes ademanes de enfado al recibir los aplausos. El clima lánguido y pausado de la pieza de Liadov fue estropeado por un final demasiado precipitado de la cuerda.Con el Poema del éxtasis de Scriabin, Lazarev dirigió con convicción y entusiasmo a una orquesta entregada y encendida. Transparencia y brillantez recorrieron una recreación verdaderamente sobresaliente de la partitura. El director dirigió de manera explícita y efusiva la compleja obra, destacando su talante marcadamente teatral que le hizo, en una auténtica osmosis con el ambiente místico de la pieza, volverse hacia el público en el tutti conclusivo.
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