Cine

La mala confianza

Carlos García de la Vega
miércoles, 31 de marzo de 2004
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Zaragoza, jueves, 18 de marzo de 2004. La mala educación. Guión y dirección: Pedro Almodóvar. Producción: Agustín Almodóvar. Producción ejecutiva: Esther García. Director de fotografía: José Luis Alcaine. Montaje: José Salcedo. Música: Alberto Iglesias. Intérpretes: Gael García Bernal, Fele Martínez, Lluis Homar, Damiel Gimenez Cacho y Francisco Boira. Estreno 18 de marzo de 2004
0,0001424 Un aparato de marketing del tamaño del que rodea a esta película sólo se entiende en España para acompañar a una obra de arte como Hable con ella. Todo este artificio acompañando a una película mediocre como La mala educación suena a burla.Empieza la película mintiendo desde el título: 'La mala educación', es decir, los abusos sexuales a niños, en este caso por parte del clero, no es el tema central de la película. El tema real es la pelea de egos de dos trepas con más o menos razones para serlo.Partiendo de esta premisa nos encontramos con un guión también mentiroso. Es cierto que la arquitectura narrativa de este guión es prodigiosa: los planos de realidad y ficción entremezclados dentro de la propia ficción que es una película, el cine dentro del cine, los mecanismos de la narrativa... parecen salidos de la mano de un genio de la escritura. Pero no se puede, en ningún caso, poner este armazón de diamantes al servicio de una historia sin trascendencia, sin importancia, y lo que es peor: mal contada.No acabé de ver coherencia a ninguno de los personajes. Ha dicho Almodóvar en demasiadas ocasiones en las últimas semanas, que esta historia era mucho más grande -debido a tantos años de rondarle- y que para él el reto había sido saber condensar la esencia de los personajes. Afirmaba también que estos personajes son como icebergs, que sólo enseñan una parte, pero que toda su historia trasciende... Permítanme que discrepe y que afirme que el reto no le ha salido nada bien. No entiendo como personaje a ninguno de ellos, y de ahí infiero que la elección de los momentos que conforman el guión para caracterizarlos no ha sido acertada. Ni resultan perversos, ni existe apenas fatalidad, ni recuerda al cine negro para nada, ni la pasión les lleva a ir demasiado lejos. Esto no importaría, aunque le película fuese sosa, si no lo hubiesen anunciado a bombo y platillo. Además es la primera vez que los diálogos de Almodóvar me parecen accesorios, anodinos, e incluso poco creíbles. Las palabras puestas en la boca de los personajes tampoco los caracterizan.Sólo se vislumbra cierta verosimilitud en la interpretación de Gael García Bernal y de Francisco Boira. No me extraña que G. Bernal dijera en una entrevista que el trabajo fue difícil y que lo pasó mal: Al margen de la dificultad técnica del triple cambio de registro y gestualidad, no hay por dónde coger a un personaje que ni por lo que dice ni por lo que hace, acaba de resultar convincente. Y supongo que esto hace pasarlo mal a cualquiera. Por su parte el personaje de Francisco Boira, al que creo que por ser la víctima de la mala educación habría que haberle dedicado un poco más de presencia física o testimonial en la película, tiene unas frases tan tontas que decir, en medio de unas escenas tan típicas, que sólo logra llenar con silencios y miradas amargas una tristeza que en el guión no existe.En cuanto a la puesta en escena, una vez más es de fuego artificial. La transición entre planos de realidad y ficción, y los saltos temporales, se hacen sin dificultad y con sensación de continuidad, pero creo que en líneas generales el resto de la puesta en escena también supone un parón en la línea, a mi entender llena de posibilidades, que Almodóvar iniciaba en Hable con ella. Ni rastro de esa plasticidad refinada que abandonaba el kitsch hacia algo más sereno, la bellísima luz de Aguirresarobe da paso a una luz ochentera de Alcaine, sin matices, sin unidad estética, quizá, aventuro, porque la película pasa en esos años... La cadencia en el montaje, la sensación de transcurso tampoco en esta película provoca ningún deleite, sólo acierta como digo, a reflejar en imágenes sin trauma lo difícil del guión, pero el resto adolece de cierta arritmia.Otro engañado como G. Bernal y Boira, en la supuesta profundidad y fatalidad de una historia que permanece en la mente de Almodóvar, no en el resultado final, es Alberto Iglesias. Ha compuesto una banda sonora vibrante, oscura, fatal y tensa. De hecho las cuerdas de la London Session Orchestra son implacables en su cometido. Por otro lado, la banda de jazz pone música a momentos de aparente calma, pero con un matiz inquietante que proporciona tensión dramática, que en ningún momento reflejan las imágenes. Esta vez la selección de canciones de Almodóvar es decepcionante, y consiste en dos pesadísimas italianadas y una insidiosa y larguísima Moon River cantada por el niño que va a ser abusado, que rompe toda la línea narrativa: una cosa es que a los curas les gustara oír cantar a los niños, y otra cosa es que alguien que está construyendo una ficción, aunque se base en la realidad, rompa de esta manera la tensión del único momento realmente terrible de la película.Rescato además la brillante dirección de Alberto Iglesias del ‘Kyrie’ de la Pequeña Misa Solemne de Rossini en versión de voces blancas por el coro 'Vivaldi Ipsi Petit Cantors de Catalunya'. Me atrevo a decir que, no sabemos si por Rossini o no, el momento en el que suena, después del primer abuso al niño, en el que reina la perplejidad, la fatalidad y el disimulo por vergüenza, tiene una traducción cinematográfica eficaz. Esa secuencia y el esfuerzo de G. Bernal y Boira en sacar a flote un barco hundido quizá por la gloria de un oscar‚.
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