Ópera y Teatro musical

Reyes clementes y reyes irresponsables (2)

J. Antonio López Silva
miércoles, 3 de noviembre de 1999
0,0010377 Ninguna obra clásica tendrá la importancia en la configuración del tema de la clemencia que poseerá el De clementia, un tratado escrito por Séneca en los primeros cincuenta, (32) y que se configura en la estructura típica de la monografía filosófica.La obra de Séneca tiene su origen en unas circunstancias políticas muy concretas, dentro de su papel de tutor del princeps, que justifica el adoctrinamiento filosófico hacia Nerón. Ello hará que dicho tratado se desenvuelva con unas coordenadas compositivo-estructurales muy específicas, que no interesan aquí, pero que motivan que la filiación genérica del texto no sea exclusivamente unívoca. Algunos autores, como Adam, lo consideran un Speculum principis, lo que parece demasiado extremo, pero sí es cierto que desde luego, será la base de estos tratados posteriores.(33)Séneca define la clemencia como: (34) "La clemencia es la moderación interior aplicada a la capacidad de aplicar un castigo, o la comprensión de un superior frente a un inferior al decidir una pena. Es más seguro el proponer muchas posibilidades a fin de que una sola definición no abarque totalmente el objeto, y, por así decirlo, se rechace la fórmula. De modo que puede decirse que hay que procurar inclinarse a la suavidad en la pena."(35) frente a la crueldad que se define como la falta de control y medida en el castigo. "La crueldad, que no es otra cosa que la brutalidad en la aplicación de las penas. (...) La definición suponía la falta de control interior en la aplicación del castigo.(...) Podemos escapar a las sutilezas y llegar a la siguiente definición: crueldad es la tendencia a las medidas más duras. La clemencia la rechaza y le ordena que se mantenga lejos(..)" (36). La clemencia es, pues, una virtud activa, en el sentido de que es buscada y practicada de modo consciente y responsable por el sabio en busca del bien social, un ideal estoico que se enlaza con la superioridad y la separación del filósofo (37). Así se unirían dos aspectos de vital importancia para la definición del príncipe: por principio, la clemencia está fuera de la ley; se atiene a la norma ética superior de lo aequum y bonum: "La clemencia decide libremente. No emite su juicio de acuerdo con fórmulas jurídicas, sino de acuerdo con la equidad y el bien. Le está permitido absolver y valorar en daño en lo que quiera." (38) Por tanto, sólo el princeps podrá permitirse la posibilidad de la clemencia. Supone la disquisición y el conocimiento de la naturaleza del hombre en relación con sus semejantes y con la providencia de un modo que sirva para proteger a sus súbditos. De ahí la metáfora del princeps-agricultor con la que termina el texto. (39)Ya hemos señalado cómo el De clementia conformará posteriores tratados de espejo de príncipes, a través del desarrollo inicial del propio texto: "Me decidí, Cesar Nerón, a escribir sobre la clemencia para hacer las veces de espejo y mostrar que vas a dirigirte hacia el mayor placer de todos." (40) Pero no nos detendremos a analizar los posteriores desarrollos del género en época medieval, junto con la obra de Martín de Braga, y la posterior canonización del género en la Baja Edad Media. (41) Sin embargo, con el Renacimiento, el tratado de Séneca cobrará una singular importancia, que el neoestoicismo del siglo XVII consolidará. En este sentido, se añadirá a la consideración de la obra de Marco Aurelio como la exposición y personificación práctica de las virtudes del príncipe. Diversos pasajes se leyeron bajo las mismas interpretaciones de la clemencia que ya hemos señalado, fundamentalmente, reflexiones de los libros quinto y séptimo de las Meditaciones. (42) El tema, pues, gozaba de una singular relevancia a lo largo del XVI y el XVII, y basará acercamientos filosóficos varios tanto en el campo de la psicología moral, de raíces netamente cartesianas, como en el de la teoría política y del estado, sobre todo, por las justificaciones de la monarquía absoluta por parte de autores del XVIII hasta la obra tardía de De Maistre. No es nada banal que, por ello, la corte de Bohemia propusiese esta obra para la coronación de Leopoldo II, igual que lo había sido el melodrama de Metastasio, pensado para su representación como homenaje a Carlos VI, abuelo de Leopoldo II, en su onomástica de 1734. Suponía la plasmación operística de los ideales políticos del absolutismo a través de su representación concreta en el emperador Tito. (43)El Idomeneo, re di CretaEl Idomeneo pone más de relieve la acción al tiempo que continúa la tradición de caracterizaciones profundas de personajes propia del melodrama y la ópera. La acción se desarrollará en dos líneas que confluirán en el último acto. En la Clemenza será una sola, pero el amor jugará en ambas óperas un papel fundamental, como encauzador de la reflexión política sobre la realeza. Los presupuestos básicos del tratado de Séneca continúan siendo válidos como contextualización general de los paradigmas de la realeza en la tragedia de Danchet y en el libreto de Varesco.La elección de Idomeneo tiene tanta consciencia en Danchet como la de Tito por Metastasio.Idomeneo no es un personaje de los más habituales en la literatura clásica relacionada con la Guerra de Troya, pero en absoluto resultan extrañas sus menciones; las más relevantes serán las de Homero y las de Virgilio. Las de la Ilíada superan en cuatro a uno a las de la Odisea. (44) En la Eneida son referencialmente conexas a las de la Ilíada y fundamentalmente sirven para contextualizar el viaje de Eneas y mostrar la necesidad de que el héroe troyano continúe el viaje en busca de su tierra destinada. En su parada en Creta, en Pergamea, la tierra se vuelve hostil por la peste.(45) Todas estas varias referencias contribuirían que en época moderna, cualquier persona culta tuviese una aceptable familiaridad con el personaje del rey cretense y sus vicisitudes. En el XVIII, la historia de este rey de Creta estaba incluída además en el libro quinto de una de las obras más populares del momento, Les aventures de Telemaque, de Fenelon.(46)Idomeneo, hijo de Deucalión, es nieto de Minos y bisnieto, por tanto de Zeus y Europa. Pretendió sin éxito a Helena, y participó en la guerra de Troya al mando de ochenta naves cretenses. Su principal papel en la guerra lo desempeñará en el dramático episodio de la defensa de las naves griegas; sin embargo, a punto de enfrentarse en combate singular con Héctor, huye y se refugia en el campamento dánao después de que Héctor matase a Cérano, auriga de Meriones. Entró con el caballo en Troya y decidió en el juicio entre Ayax y Ulises sobre las armas de Aquiles.(47) A su regreso, realizó un terrible y desdichado juramento a Posidón para que calmase una tormenta: dar muerte a la primera persona que saliese a recibirlo a su llegada. Resultó ser su hijo, o según algunos, una hija. En ese momento las versiones se dividen, pero tanto en el caso de que efectuase o no el sacrificio de su hijo, llevó la maldición de los dioses en forma de peste a Creta. Fue, por ello, expulsado y se refugió en Salento, en la Magna Grecia.Los rasgos míticos del personaje muestran similitudes esenciales con bastantes regresos más afamados de héroes griegos, sobre todo, en la ambigüedad que supone que sean mayoritariamente castigados héroes pretendidamente gloriosos.(48) No es de extrañar que eso suponga una esencialidad trágica en todas sus historias, y también una acentuación de paralelismos narrativos y semántico-pragmáticos entre todas ellas. Estas conexiones resultan decisivas para un conocimiento cabal de la estructura semántica del Idomeneo. Dicha obra debe ser puesta en relación al menos con dos de los regresos más paradigmáticos, el de Agamenón y el de Ulises. Esto es muy importante, porque sitúa la acción fuente del Idomeneo en unas coordenadas eminentemente trágicas.(49)La inexorabilidad del castigo divino en los regresos de la guerra de Troya, como hemos dicho, resulta un motivo narrativo recurrente. Tanto en el Idomeneo como en la Odisea el dios irritado es el mismo, Posidón-Neptuno:"(...) fece Nettuno, l'inessorabil Nume (...)." Idomeneo, acto I, escena V.La acción se sitúa en unas coordenadas cósmicas de fatalidad, pero con varios aspectos de relieve; el conflicto se plantea por la implacabilidad del sacrificio de Idamante, que Idomeneo ofreció a cambio de su salvación sin saber que de esa forma, condenando a la primera persona que saliese a recibirlo, estaba condenando a su propio hijo, y por ello, a si mismo. Idomeneo se nos revela sólo por este hecho como un personaje que oculta sus debilidades y miedos bajo una escrupulosa apariencia de religiosidad y responsabilidad huera.Indudablemente, este núcleo argumental incide en sus paralelismos narrativos con otro sacrificio en realidad sacrílego, el de Ifigenia a manos de su padre Agamenón, con lo que la Ifigenia en Áulide, de Eurípides, debe considerarse el hipotexto fundamental del Idomeneo, re di Creta. El drama de Eurípides se centra también en el aspecto patético del sacrificio y en las dudas que éste provoca en Agamenón. La figura de Ifigenia crece en estatura moral proporcionadamente a su pérdida por parte del rey de Micenas. Hay varias razones que demuestran que esta tragedia de Eurípides guiará conscientemente la construcción y significación simbólica del libreto de Varesco, como ya había protagonizado el texto dramático de Danchet.En primer lugar, diversos estudios han puesto de relieve la importancia de Eurípides para la configuración del teatro renacentista y barroco. Entre los dramas más influyentes de este autor, junto con la Medea y el Hipólito, estará la Ifigenia en Áulide. La figura de Ifigenia representará el paradigma del sufrimiento frente a la fuerza del destino y la furia de los dioses y del poder. El Barroco resolverá el drama restaurando la armonía divina y por ende, humana, a través del común recurso del Deus ex machina. El Romanticismo, por términos generales, prescindirá de ello: se sitúa en toda su crudeza una injusticia divina primordial, por lo que será lógica la recuperación de personajes en los que se aprecia un profundo ideal de rebeldía en su caída, en su hundimiento; el modelo es en muchos casos, Prometeo.(50) Este mismo planteamiento lo ofrecía también, más que Esquilo, Eurípides, aplicado por un lado al amor, y por otro a la oposición entre mente y pasión en sentido político y religioso, pero su uso para exponer la futilidad de la religiosidad clásica lo canonizará Lucrecio,(51) que gozará de una considerable importancia en la Europa de la Ilustración y de las revoluciones.La Ifigenia era bien conocida, y es de notar que durante el siglo XVIII se publicarán ediciones tan influyentes de esta obra como las de Markland(52) y Musgrave.(53) La ya antigua traducción latina de Erasmo (1524) seguía siendo apreciada. Llevado a escena en primer lugar por la dramaturgia italiana, por L. Dolce, en 1560, será, sin embargo, la tragedia francesa la que asuma la importancia de esta obra, con Rotron, y sobre todo, por la Ifigénie (1674) de Racine, verdadero culmen del género. La adecuación del tema al melodrama y a la ópera quedará patente en la obra de Gluck, cuyo libreto se basó precisamente en el texto de Racine. Ahora bien, Gluck, en su concreción típica a los elementos esenciales de la trama, se centrará en el análisis psicológico de la protagonista y Agamenón, y dejará más de lado un aspecto muy interesante, un dilema que sí retomará y analizará profundamente el Idomeneo, como posteriormente la Clemenza: el tipo de virtudes necesarias para ser un buen monarca. Idomeneo no se muestra adecuado para ejercer su cargo por su falta de responsabilidad moral, por su egoísmo esencial. Acusa al destino pero él es el único culpable:Oh figlio, Oh caro figlio! Perdona; il crudo uffizio in me scelta non é, pena é del fato... barbaro, iniquo fato!...(...) Idomeneo, Acto II, esc. VIII.Coincide en estos mismos rasgos con Agamenón, ensuciado por el convencimiento de sacrificio de Ifigenia y el sentido del deber del que ella hace gala a partir de los versos 1337 hasta el estásimo cuarto de la obra de Eurípides. Frente a Idomeneo, Idamante sí será la pauta de las virtudes exigibles a un rey, que posee por haber experimentado el dolor y el sufrimiento, pero de las que Idomeneo carece:(...) dalle miserie mie instrutto io fui a intenerirmi alle miserie altrui. Idomeneo, Acto I, escena X.El amor por Ilia pone de relieve este hecho y eleva su figura y la del príncipe, frente al patetismo de Idomeneo y Electra. La Ifigenia de Eurípides no incluía el amor en su trama, pero sí presentará una reflexión sobre las diferencias entre el amor moderado y el trastornado, que son básicas para comprender la relación entre Agamenón y Clitemnestra, y que indirectamente iluminan a Ifigenia: ¡Felices los que con moderada pasión y con castidad participan de las uniones de Afrodita, gozando en su calma de sus enloquecedores aguijones, cuando Eros, el de áurea melena, dispara las flechas de las gracias, flechas de dos tipos; la una da una venturosa existencia, la otra trastorna la vida. Rechazo a esta, bellísima Cipris, lejos de mi tálamo! Ojalá sea la mía una dicha moderada y puros mis deseos, y participe del amor, pero decline sus excesos.(54) Así, en la propia estructura de la Ifigenia de Eurípides reside otro de los temas fundamentales del Idomeneo: el conflicto entre control reflexivo e irracionalidad, clave general de las tragedias de este autor, pero también de varios parámetros culturales de la Antigüedad. En cierto modo, la dicotomía de Nietzsche entre Apolo y Dioniso vendría a asumir esta dualidad. Para su plasmación en la literatura, valgan ejemplos eurípideos como el enfrentamiento entre Dioniso y Penteo en Bacantes, o en el plano puramente amoroso, la pasión furiosa, en el sentido etimológico de la palabra, de Fedra o Medea. El tema, no restringido al amor, juega ya un papel fundamental en la Ilíada: su acción no se resolverá hasta que la mhnis de Aquiles se supere en el diálogo entre este y Príamo. Esta idea será también simbolicamente relevante en la Eneida, donde se unen estos dos aspectos, el amoroso y el del poder político y militar, respectivamente, en el episodio de Dido y Eneas y en el conflicto entre éste y Turno. Las intervenciones de Juno, Iris y Alecto, personifican esta pasión irracional fundamental en la semántica de la Eneida.(55)El descontrol se expresa en el Idomeneo, por un lado, en la sinrazón de estado. En la tradición clásica esto se ejemplificaba en la presentación tradicional de monarcas o nobles indignos por esta causa, como Paris o los atridas, Agamenón y Menelao, pero frente al maquiavelismo de este último, en Agamenón se destacará su debilidad y sus continuos titubeos de pusilánime, como también en Idomeneo:Vedrommi intorno / L'ombra dolente, / Che notte e giorno; / Sono innocente / M'acennerá. / Nel sen trafitto, / Nel corpo esangue / Il mio delito, / Lo sparso sangue / M'aditterá. / Qual spavento, / Qual dolore! / Di tormento / Questo core / Quante volte morirá!. Idomeneo, acto I, escena. IX.El otro tipo de irracionalidad, la que proviene del amor, no es dada desde Ilia e Idamante, que son paradigmas de control, sino por la inclusión de un personaje específico enamorado maniáticamente de Idamante: Electra, hija de Agamenón, refugiada en Creta tras su asesinato a manos de Egisto y Clitemnestra. El libretista, con ello, buscaba destacar diferentes aspectos formales y de contenido que permitiesen establecer más y más claras similitudes entre Idomeneo y Agamenón. Aparte de las ya citadas, parece claro que la introducción en la trama de una hija de Agamenón sólo se justifica desde este punto de vista; es una novedad de calado, porque en ningun texto clásico se da esta inclusión en la historia de Idomeneo, y además, con un tratamiento tan peyorativo del personaje de Electra, que se ha modelado como representación del furor mentis, del arrastre de la pasión amorosa por la furia de la divinidad. Como Idomeneo, es un personaje incompleto, manco, en el sentido de que ese dominio pasional le impide alcanzar una lucidez y un control de su persona en toda circunstancia. La fuente es clara, por supuesto, y no se aparta de Eurípides: es el desarrollo dramático de una Fedra o una Medea, pero el margen de profundización en el estado de locura furiosa que alcanza el personaje en el acto II hace que debamos ponerlo en relación con una construcción más propiamente senequista.Una vez planteado todo esta serie de oposiciones y conflictos, la acción también se resolverá en el Idomeneo, al modo de Eurípides, con el recurso al Deus ex machina. Es la necesidad de armonizar el caos del mundo humano, colocando a los dioses en la calidad de omniscientes y justicieros de la que se ha dudado a lo largo de toda la obra. El himno a Neptuno del final del acto I, adquiere así lecturas muy complejas, alejadas de la ironía trágica primaria, que abarcan a toda la obra en su conjunto:Nettuno s'onori, / Quel nome risuoni, / Quel Nume s'adori, / Sovrano del mar; / Con danze e con suoni / Convien festegiar. / (...). Idomeneo, Acto I, Intermezzo, nº 9.Quien debe gobernar porque ha demostrado control y virtudes excelsas es Idamante, y con él, Ilia, que posee un espíritu similar gracias a su amor, pero no Idomeneo. Después de todo, parece que en la inexorabilidad del destino hay fines determinados.El Idomeneo se convertía así en una buena forma de agasajar al nuevo elector de Baviera, Carl Theodor. Los nuevos reyes lo eran por elecciones más altas que las humanas, como recompensa a virtudes excelsas. El arte no hacía más que imitar la naturaleza.Notas32 Las discusiones sobre la fecha de composición han sido la piedra angular de la crítica sobre dicho tratado. Vid. Giancotti, F., Il trasfondo storico e data del De clementia Rend. Acc. Linc. 9, 1954, pp. 329-344., Grimal, P., Sénèque ou la conscience de l'Empire. París, 1978, pp. 120 y ss., Richter, W., Das Problem der Datierung von Senecas De clementia Rhein. Mus. 108, 1965, pp. 146-170.33 Adam, T., Clementia Principis, Stuttgart, 1970, p. 12-1734 Tomamos la traducción de estos pasajes de Carmen Codoñer, en Séneca, Sobre la clemencia. Madrid, Tecnos, 1988.35 Clementia est temperantia animi in potestate ulcisdendi vel lenitas superioris adversus inferiorem in constituendis poenis. Plura proponere tutius est, ne una finitio parum rem comprehendat et, ut ita dicam, formula excidat; itaque dici potest inclinatio animi ad lenitatem in poena exigenda. De clementia, II, 3, 1. Sigo la edición de John W. Basore. Seneca. Moral Essays. London, Cambridge (Mass.), Heinemann-Harvard Univ. Press, 1963, T. I.36 Crudelitas, quae nihil aliud est quam atrocitas in exigendis poenis. (...) finitio enim continebat in poenis exigendis intemperantiam animi. (...) Possumus effugere cavilationem et ita finire, ut sit crudelitas inclinatio animi ad superiora. Hanc clementia repellit longe iussam stare a se; (...). De clementia 2, 4, 2-3. 37 Es importante señalar una derivación platónica en la unión trazada en este tratado entre el sabio estoico y el gobernante, que no es demasiado habitual en la filosofia de la Stoa. Cf. Fears, J. R., " Nero as the Vice-Regent of the Gods in Senecas's De clementia" Hermes, 103, 1975, pp. 486-496. Cf. De clementia, I, 3, 2. Esta categorización va unida al tiempo a la calificación del hombre como ser social desarrollada por Aristóteles y cuyos desarrollos serán fundamentales en la definición del estoicismo, en sus desarrollos teóricos sobre el papel del hombre en la sociedad.38 Clementia liberum arbitrium habet; non sub formula, sed ex aequo et bono iudicat; et absolvere illi licet et, quanti vult, taxare litem. De clementia, II, 7, 3.39 De clementia II, 7, 4.40 La traducción es mía.Scribere de clementia, Nero Caesar, institui ut quidam modo speculi vice fungerer et te tibi ostenderem perventurum ad voluptatem maximam omnium.. De clementia, I, 1, 1.41 Cf. para remitirnos sólo al caso español, obras del tipo del Speculum Principum de Pere Belluga, o el Speculum Regum de Álvaro Pelayo, así como el Espejo de verdadera nobleza de Diego de Valera, herederas del Policraticus de Juan de Salisbury, Egidio Romano o Guibert de Tournai, De eruditione Regum et Principum. A partir de Erasmo y su Institutio Principis Christiani (1515) destacan Francisco de Monzón y su Espejo de un príncipe cristiano, así como Felipe de la Torre, Institución de un príncipe cristiano.42 Marco Aurelio, Med. V, 21-22; VII, 22; 26; 59.43 Plasmación además que tomará una base interesante como antinomia con el Séneca trágico de la Octavia. Un análisis detallado de los paralelismos excedería los límites de este trabajo. Baste decir que la obra es el paradigma de la crueldad, la virtud contraria a la clemencia como había sido expuesta por Séneca. En ella, el Pseudo-Séneca desarrollará una visión de una tentativa frustrada de magnicidio aplastada por su carácter tiránico. Al tiempo, la intriga amorosa poseerá una importancia interesante en la conformación de la estructura narrativa.44 Ilíada, II, 645 y ss.; III, 230 y ss.; IV, 263 y ss.; VII, 161 y ss.; 13, 307 y ss.; 445 y ss., 500 y ss.; XVI, 345 y ss.; XVII, 605 y ss.; XXIII, 450 y ss. Las referencias en la Odisea son únicamente dos, e indirectas : Odisea, III, 191; XIII, 259 y ss.45 La peste es un leit-motiv fundamental de la ira divina y sus diversas asociaciones con la Guerra de Troya y los linajes que en ella participaron son bien conocidas. Baste recordar, por un lado, Ilíada, I, 43-52, y por otro, la maldición que recae sobre Edipo. La funcionalidad de dicho motivo continúa en la historiografía, con Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II, 48-54, y pasa a Lucrecio, De Rerum Natura, VI, 1140-1286, por citar el ejemplo más importante de la literatura latina. Sus ecos llegan hasta Bocaccio e incluso pueden rastrearse en The Mask of Red Death, de Edgar Allan Poe. En la Eneida hay que unirlo con la composición típica de la Odisea: las llegadas a un territorio y la huida por un acontecimiento maligno externo provocado consciente o inconscientemente por el héroe y sus compañeros, que provoca la ira de los dioses.46 Vid. García Gual, C., " Las aventuras de Telémaco" en La Antigüedad novelada. Barcelona, Anagrama, 1995, pp. 69-84. De su éxito dan prueba las veinte ediciones en 1699, año de su salida a la luz, escamoteado por un secretario indiscreto. Me interesa destacar, no obstante, que hay que tener en cuenta que Fenelon era preceptor del nieto de Luis XIV, el Duque de Borgoña. El ideal pedagógico es fundamental en la novela, y el personaje de Idomeneo está tratado de modo que su falta de virtud hará necesario buscar a un héroe que verdaderamente pueda ocupar el cargo. La corona es ofrecida así en la asamblea a Telémaco, y luego a Mentor. El primero decide escoger a Aristodemo como rey de Creta, precisamente por estar dotado de la dignidad regia y el conocimiento de la humildad y la sabiduría.47 Muy propio, teniendo en cuenta que es nieto de uno de los jueces por antonomasia de la mitología, Minos, que junto con Radamantis y Éaco ejerce en el Hades. Tal vez este hecho haya motivado que ciertas parcelas de la tradición mítica nos lo presenten como juez entre una lid de belleza entre Tetis y Medea. Idomeneo escogió a Tetis, y él y toda su raza fueron maldecidos como mentirosos por la perdedora. Se nos iguala así su figura con otro personaje singular de la mitología sobre Troya, el príncipe inadecuado, que es Paris.48 Cf. Bernabé Pajares, A., Fragmentos de épica griega arcaica. Madrid, Gredos, 1979, pp. 192-214. Idomeneo debía formar parte de los flecos secundarios de la tradición.49 Cf. Aristóteles, Poética, 1453a, 20.50 Trousson, R., Le Théme de Prométhée dans la Littérature Européenne, I. Ginebra, Droz 1976, pp. 181-229.51 Lucrecio, De Rerum Natura, I, 80-101.52 Amigo de Richard Bentley, publicó en 1768 su edición en folio de las dos Ifigenias, Ifigenia en Áulide, e Ifigenia en Táuride.53 La edición de Musgrave es de 1778, diez años posterior a la de Markland, y de mayor éxito.a Fue reimpresa por Morus y Beck en 1788. Ambas son muestra de los logros de la filología griega en Inglaterra y sobre todo, del grupo de Oxford.54 Ifigenia en Áulide, en Eurípides, Tragedias, tomo III. Madrid, Gredos, 1985, vs. 544-557. Traducción de Carlos García Gual y Luis Alberto de Cuenca.makares oi metrias qeou / meta te swfrosunas mete / scon kektrwn Afroditas / galaneia crhsamenoi / maniadwn oistrwn, oqi dh / didum Erws o crusokomas / tox enteinai caritwn, / to men ep euaiwni potmw, / to d epi sugcusei biotas. / apenepwnin ameterwn, / Kupri kallista, qalamwn. / eih de moi metria men / cais, powoi d osioi / kai metecoimi tas afrodi / tas, pollan d apoqeiman.Sigo la edición de E. B. England, The Iphigenia at Aulis of Euripides. New York, Arno Press, 1979, reimpr. De la ed. De 1891, publ. por London, Macmillan.55 Anderson, W. S., The art of the Aeneid. Bristol-Wauconda, Bristol Classical Press and Bolchasy-Carduccy Publishers, 1989.
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