España - Cantabria
Festival de SantanderLa Norma de Bertman
Roberto Blanco
Tanto el templo como la luna fueron los dos elementos simbólicos de Norma que el regista moscovita Dmitry Bertman ha elegido trabajar en esta nueva producción de la inmortal obra belliniana para la jornada inaugural del Festival Internacional de Santander en su LIII edición.
Fiel a sí mismo, Bertman diseñó un escenario acorde a sus ya conocidos planteamientos estéticos que, satisfagan o disgusten, no dejan nunca indiferente. Omnipresente, la luna iba apoderándose progresivamente de la escena hasta resultar agobiante en el cuadro final; luna sobre la que se proyectaban cielos y nubes en movimiento que conferían un bello efecto dinámico y cromático. En el centro de la escena, el templo era una estructura semiesférica de varios niveles con una escalera central que permitía el acceso al púlpito superior (lugar geométrico encargado de focalizar los acontecimientos transcendentales de la trama), y que se construía y deconstruía adoptando diversas conformaciones, lo que añadido al movimiento escénico de personajes y coro, ahuyentaba la fatiga visual que provoca un único decorado para toda la representación; a ello contribuyó también con eficacia el vestuario y la iluminación, logrando momentos de gran belleza plástica.
Maria Guleghina quizás no sea la ‘Norma’ ideal; su belcantismo no es perfecto ni posee el bellísimo timbre de por ejemplo una Caballé; sin embargo su interpretación de la sacerdotisa de Irminsul la construyó con enorme voluntad y una inteligencia y aplicación encomiables. Sobresaliente en los aspectos trágicos del personaje, Guleghina mostró con intensidad conmovedora las facetas de mujer enamorada, frágil e indecisa, fraseando con gusto y sentido dramático pleno, y combinando ágilmente el canto etéreo de la “Casta Diva” con la bravura de pasajes como “Guerra, strage, sterminio”.
Muy bellos fueron también los dúos con la ‘Adalgisa’ de Luciana D’Intino, en la que ambas lograron la perfecta adecuación de sus respectivas cadenze. La mezzo italiana está en posesión de magníficos medios vocales, y demostró que posee el estilo y la técnica necesarios para convencer en su difícil papel, resolviendo las complejidades técnicas del rol con sorprendente facilidad, y brindándonos una novicia muy fresca y juvenil.
Un poco agarrotado en el agudo y ligeramente falto de potencia en su inicial “Meco all’altar di venere”, Richard Margison como ‘Pollione’, supo reponerse a medida que transcurría la representación, no tardando en imponer su prestancia y dando lo mejor de sí en los dúos con ‘Norma’ y ‘Adalgisa’, y sobre todo en el sobrecogedor finale, cantado con verdadera elegancia y decisión.
'Oroveso’ fue encarnado por el bajo italiano Giacomo Prestia, y mostró la autoridad y el color que precisa su papel, más comprometido de lo que suele parecer, cantándolo con un perfecto sentido del legato.
Desde el foso, Antonello Allemandi decidió subrayar a partir de la obertura el ascendente rossiniano de la obra sin olvidar sus tintes dramáticos, concertándolo todo concienzudamente, sin olvidar la apreciable colaboración del coro.
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