Alemania
Relaciones peligrosas
Eduardo Benarroch

La producción de Claus Guth, estrenada con gran éxito en 2003, recibe su primera reposición con merecido éxito. Es una concepción inteligente de una obra que se presta a los sueños, como ya lo enfocara una y otra vez el tan admirado Harry Kupfer en este mismo festival. La idea de que ‘Daland’ y el ‘Holandés’ sean ambas representaciones del padre de ‘Senta’ necesita del análisis experto de un psiquiatra, pero a falta de uno, valgan ciertos comentarios para poner al lector en el ambiente.
Los decorados de Christian Schmidt dividen al escenario en dos hacia el costado izquierdo, con una escalera enorme que va de izquierda a derecha y que divide el enorme salon/ambiente de la casa del rico comerciante ‘Daland’. La división es simétrica, reproduciéndose en la parte de arriba de la escalera el ambiente de la parte de debajo de la escalera. En esa casa creció ‘Senta’ y allí se forjó su relación con su padre dominante y cariñoso. Todo lo que la rodea es el mar y recuerdos marinos, hasta sus sirvientes visten uniformes azules y blancos al igual que ‘Mary’.
La niña ‘Senta’ se alterna con la ‘Senta’ madura tanto como el ‘Holandés’ con su otro yo, el capitán ‘Daland’, pero es la ‘Senta’ madura quien se dirige hacia el 'Holandés'/padre, mientras que la niña se mantiene con su padre 'Daland'. Es un juego psicodramático de gran interés visual que calza muy bien con la música y con el texto, especialmente cuando se cuenta con una preparación exhaustiva de los cantantes y coro como se hace en este festival. Es realmente escalofriante ver al ‘Holandés’ descender de lo alto de la escalera y a ‘Senta’ verla subir y cuando llega a la mitad de la escalera aparece ‘Daland abajo’ y no sabe cuál de los dos es su padre.
En este contexto tan encerrado ‘Erik’ trata de sacarla de sus sueños pero es el padre/holandés quien le prohíbe esa relación y le exige amor eterno que ‘Senta’, con gran confusión, le concede. Pero el ‘Holandés’ desaparece por una puerta simétrica en lo alto de la escalera mientras ‘Erik’ trata de aferrarla abajo. Al final ‘Senta’ se libera y sube corriendo, en el medio de la sala en el piso aparece ‘Daland’ quien muere de un ataque al corazón, arriba llega ‘Senta’ a seguir por la puerta al ‘Holandés’ pero solo encuentra una pared.....
Esta es una de esas producciones que hacen bien a Bayreuth porque ponen las cosas donde siempre deben estar, en lo alto de una cima artística y exploratoria. Bayreuth no es un museo wagneriano, es un centro de experimentación, o al menos debería serlo.
Al igual que el año anterior, el ‘Holandés’ de John Tomlinson dominó la escena como cantante con una voz sumamente expresiva y clara dicción, además de ser un actor consumado a quien siempre hay que estar mirando por sus reacciones frente a otros cantantes.
Su doble, o sea el capitán ‘Daland’ fue el finlandés Jaakko Ryhänen, de una voz más liviana pero muy similar a la de Tomlinson y también expresivo. Además no deben ser iguales, porque sino la obra en este contexto no tendría sentido.
Excelente el torturado ‘Erik’ de Alfons Eberz en su debut en Bayreuth, He aquí un cantante que vengo siguiendo desde hace muchos años cuando debutara como ‘Loge/Sigmundo/Sigfrido’ en el excelente Anillo de Bonn. El único problema de Eberz es que tiende a largar su enorme vozarrón de Heldentenor produciendo desequilibrios vocales, pero su voz es importante y cuando la controla bien, que es la mayoría del tiempo, es un cantante valioso en una cuerda donde no hay mucho para elegir.
Adrienne Dugger repitió su ‘Senta’ lírica, su voz es bella pero su agudo a veces suena un poco apretado pero es una cantante convincente y honesta que da todo que es más que suficiente. En cambio la ‘Mary’ de Uta Priew sonó como una cantante prematuramente terminada. Excelente en todo sentido el ‘timonel’ de Tomislav Mužek, un tenor de voz de calidad, buena línea vocal y además poderosa.
Sensacional el coro en todo sentido, tanto las mujeres como los hombres, el de Bayreuth es un coro legendario y el alto nivel se mantiene año tras año bajo la dirección de Eberhard Friedrich.
Se usó la versión de Dresde, que posee un final mucho más convencional y una obertura propiamente obertura, que confundió al público que no aplaudió y que tampoco aplaudió enseguida al final de la ópera porque no sabía que había terminado. ¡Mejor así!
La dirección orquestal estuvo a cargo del joven Marc Albrecht, quien se dice que pronto tomará el cargo de Director Musical de la Deutsche Oper en Berlin. Le deseamos muy buena suerte. Albrecht es un director de buena escuela, le gustan los sonidos líricos y a veces le gusta estirar los tiempos, quizás debería tomar algunas lecciones con Pierre Boulez … De todos modos, su lectura fue realmente convincente, con energía y buen fraseo, y también supo manejar y complementar la producción con gran dosis de suspense. Un excelente espectáculo de ópera a muy alto nivel.
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