España - Valencia

¿Qué escribirías para un pianista con seis dedos?

Mikel Chamizo
jueves, 7 de octubre de 2004
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Alicante, lunes, 27 de septiembre de 2004. Teatro Arniches. Oliver Knussen: Variation, op.24. José Manuel López López: Entrance Exit. Polo Vallejo: Cuadernos del tiempo, libro I. Benet Casablancas: Tres Bagatelas. James MacMillan: Ocasional Pieces. Ivan Fedele: Tocata. Santiago Lanchares: Renacimiento de Castor (del ballet Castor y Pollux). Anandamania. Ananda Sukarlan, piano.
0,0001348 Es una suerte para los compositores españoles contar con la presencia en el país de una pianista como Ananda Sukarlan, porque siendo un gran virtuoso del instrumento y poniendo en práctica una dinámica de encargos de nuevas obras bastante intensa, ha dado un impulso importante al repertorio pianístico contemporáneo español, quizá no tanto porque éste se haya visto enriquecido con muchísimas obras sino porque la escritura pianística que se ha practicado en las mismas ha medrado en posibilidades y recursos gracias a la imponente capacidad técnica del pianista de Yakarta. Y es que, aparte de Sukarlan... ¿qué pianista español especializado en nuevas músicas podría abordar en óptimas condiciones obras tan difíciles como las dos de Lanchares que Sukarlan tocó en Alicante? Quizá Ricardo Descalzo, y no se me ocurren más ejemplos...

Ahora bien, un problema derivado de este mismo virtuosismo es que al estar todas las obras tan bien tocadas, resulta a veces muy difícil separar el grano de la paja. Como diría mi compañero Agustín Blanco, la forma en que la Bartoli canta Salieri puede hacernos ver en este compositor cualidades que en realidad no son tales, y elevarlo a la altura de un Mozart o un Cimarosa cuando un análisis sensato demuestra que tal cosa es una barbaridad. Algo parecido se puede aplicar a las interpretaciones que Sukarlan hizo de las cuatro primeras obras del programa. Curiosamente, en el programa de mano se habla de todas ellas en términos de técnica, y a mi me cuesta cada vez más valorar este tipo de composiciones cuya razón de ser son los 'contrastes texturales' (Knussen), 'la sucesión de agregados polifónicos en tiempos distintos' (López López), 'una secuencia rigurosa de alturas apoyadas armónicamente por sí mismas a diferente velocidad' (Vallejo) y el uso de diseños formales de carácter y tempi muy constrastados (Casablancas). Quizá si me dedicase a analizar detenidamente y sobre el papel cada una de las partituras llegaría a conclusiones fascinantes y encontraría una distancia de un mundo entre cada una de ellas, pero así a orejón puro todas resultaron bastante similares en sonoridad e igualmente grises, lo que no implica necesariamente que fueran malas composiciones.

De hecho, la llegada de las tres Piezas Ocasionales de MacMillan fue como una corriente de aire fresco y perfumado, porque siendo muy sencillas técnicamente la sensibilidad y la expresividad pasaban por fin a un primer plano y, además, tras una hora de concierto llegaban también las tan deseadas rítmicas regulares, que es algo que en determinados momentos el cuerpo pide a gritos como cuando llevamos un més sin comer verdura o sin probar la carne. Tras el MacMillan, una vigorosa Toccata de Ivan Fedele, energética aunque sin mucha continuidad, dio paso a dos obras de Santiago Lanchares, magníficamente escritas para el piano y de una dificultad espectacular que en estos casos era desde luego un fin en sí misma. Brillantes, arrolladoras y con hermosos destellos melódicos, fueron sin duda la aportación española más interesante al recital de este magnífico pianista que es Ananda Sukarlan.

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