España - Valencia
¿Qué escribirías para un pianista con seis dedos?
Mikel Chamizo

Ahora bien, un problema derivado de este mismo virtuosismo es que al estar todas las obras tan bien tocadas, resulta a veces muy difícil separar el grano de la paja. Como diría mi compañero Agustín Blanco, la forma en que la Bartoli canta Salieri puede hacernos ver en este compositor cualidades que en realidad no son tales, y elevarlo a la altura de un Mozart o un Cimarosa cuando un análisis sensato demuestra que tal cosa es una barbaridad. Algo parecido se puede aplicar a las interpretaciones que Sukarlan hizo de las cuatro primeras obras del programa. Curiosamente, en el programa de mano se habla de todas ellas en términos de técnica, y a mi me cuesta cada vez más valorar este tipo de composiciones cuya razón de ser son los 'contrastes texturales' (Knussen), 'la sucesión de agregados polifónicos en tiempos distintos' (López López), 'una secuencia rigurosa de alturas apoyadas armónicamente por sí mismas a diferente velocidad' (Vallejo) y el uso de diseños formales de carácter y tempi muy constrastados (Casablancas). Quizá si me dedicase a analizar detenidamente y sobre el papel cada una de las partituras llegaría a conclusiones fascinantes y encontraría una distancia de un mundo entre cada una de ellas, pero así a orejón puro todas resultaron bastante similares en sonoridad e igualmente grises, lo que no implica necesariamente que fueran malas composiciones.
De hecho, la llegada de las tres Piezas Ocasionales de MacMillan fue como una corriente de aire fresco y perfumado, porque siendo muy sencillas técnicamente la sensibilidad y la expresividad pasaban por fin a un primer plano y, además, tras una hora de concierto llegaban también las tan deseadas rítmicas regulares, que es algo que en determinados momentos el cuerpo pide a gritos como cuando llevamos un més sin comer verdura o sin probar la carne. Tras el MacMillan, una vigorosa Toccata de Ivan Fedele, energética aunque sin mucha continuidad, dio paso a dos obras de Santiago Lanchares, magníficamente escritas para el piano y de una dificultad espectacular que en estos casos era desde luego un fin en sí misma. Brillantes, arrolladoras y con hermosos destellos melódicos, fueron sin duda la aportación española más interesante al recital de este magnífico pianista que es Ananda Sukarlan.
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