España - Euskadi

Excelente Verdi artesanal

Javier del Olivo
miércoles, 1 de abril de 2009
Bilbao, sábado, 28 de marzo de 2009. Palacio Euskalduna. Giuseppe Verdi. Aroldo. Libreto de Francesco Maria Piave. Pier Luigi Pizzi, dirección de escena, escenografía y figurines. Sergio Rossi, iluminación. Michael Hendrick (Aroldo). Adriana Damato (Mina). Vladimir Stoyanov (Egberto). Stanislav Shvets (Briano). Maurizio Pace (Godvino). Nuria Orbea (Elena). Giorgi Meladze (Enrico). Coro de Ópera de Bilbao, Boris Dujin, director del Coro. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Antonio Pirolli, director musical. Producción: Fondazione Arturo Toscanini di Ravenna. 57 Temporada de la ABAO. Ocupación 90%
0,0002677 Una de las mayores virtudes del proyecto de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) 'Tutto Verdi' que, como ya hemos explicado en otras ocasiones, tiene como objetivo representar toda la producción teatral del maestro italiano, es la de desenterrar obras poco frecuentes y escasamente representadas, como el caso que nos ocupa: Aroldo.

En 1850 Verdi había estrenado Stiffelio, una ópera que contaba la historia de un pastor protestante y la infidelidad de su esposa con uno de sus mejores amigos. La censura de la época, muy activa en esos momentos, hizo casi imposible la representación de la obra en otros teatros tras su estreno, hasta conseguir su práctica desaparición del repertorio, hecho al que no fue ajeno, como comenta Marcello Conati en su interesante artículo del programa general, el escaso éxito obtenido entre el público. Sea por la causa que fuere, Verdi nunca olvidó Stiffelio, y siempre tuvo presente que debería reescribirla y adaptarla. Debido a diversos compromisos del cada vez más prestigioso y reconocido compositor, esto no fue posible hasta 1857. Otra vez Francesco Maria Piave se hace cargo del libreto. La acción se traslada a la Edad Media en Inglaterra, y el protagonista, ahora llamado Aroldo, es un cruzado que al volver de su aventura descubre la traición de su esposa. Este cambio argumental no ayudó al desarrollo teatral, donde, como en Stiffelio, el marido desairado perdona finalmente a su mujer. Parece poco creíble que un guerrero medieval sea tan comprensivo, y aunque Verdi adaptó numeroso material musical de Stiffelio e incorporó un cuarto acto nuevo, no consiguió que Aroldo se convirtiera en una obra maestra.

Aún así es un Verdi, si no brillante, sí con las señas características del autor, y con un desarrollo musical que, poco a poco, va abandonando las estructuras más estancas para crear unas nuevas más libres. Compone arias de gran lucimiento para el barítono y la soprano, que nos hacen pensar en el próximo trabajo del maestro: Un ballo in maschera. Y, sobre todo, aparece una tormenta que es como el ensayo de lo que será el genial comienzo de Otello. Por todo ello, Aroldo es una obra menor, relegada casi al olvido, pero que tiene el inconfundible sello de su autor, y se deja oír y ver con gusto.

Y más si quien dirige la representación, escénicamente hablando, es alguien con el talento y la sabiduría de Pier Luigi Pizzi. Ya se dijo más arriba lo incongruente que resulta, argumentalmente, que un cruzado fuera tan indeciso a la hora de resolver sus problemas domésticos. Pizzi da una salida a ese flojo libreto trasladando la acción a la Italia de la época de la composición de la obra, y presentándonos a un Aroldo que vuelve de Palestina no arrogante, sino herido, débil, casi indefenso, si no fuera por el apoyo de su confidente, el eremita Briano. Este cambio hace mucho más creíble el enfrentamiento con su esposa y su suegro, su huida a un cenobio y el perdón final a la infiel. Con una escenografía y vestuario sobrios pero eficaces que firma el mismo Pizzi, con contrastes entre blanco y negro, y una iluminación quizá demasiado crepuscular de Sergio Rossi, esta representación resulta interesante y entretenida. Una excelente dirección de actores completa la nota de sobresaliente.



©2009 by ABAO/E. Moreno Esquibel

En el apartado musical, los tres pilares sobre los que se sostiene la obra son Aroldo, tenor, su esposa Mina, soprano, y el padre de ésta y amigo del protagonista, Egberto, barítono. Con el enfoque dado por Pizzi, resultó creíble el Aroldo dibujado por Michael Hendrick. Otra cosa son sus cualidades canoras. Le falta ese mordiente y esa heroicidad que caracteriza a los personajes verdianos de esta época. Su voz, que comenzó la representación con evidentes dificultades, se fue templando hasta simplemente cumplir con las exigencias de la partitura. Lo peor fue la zona de paso, en la que se notaba un cierto estrangulamiento de la voz antes de acometer los agudos, que resultaron poco bellos y limpios. Fue más convincente en la zona media, y recibió unos cariñosos aplausos que no ocultaron una pequeña decepción del público por sus prestaciones.

Debutaba en Bilbao la soprano Adriana Damato, y lo hizo por la puerta grande. Su voz es bella, potente y bien proyectada. Como actriz fue estupenda, dándole a su papel una mezcla de tragedia y arrojo que tan bien le iba. Aunque hizo alguna respiración irregular, y sus graves necesitan afianzarse, puede ser un valor seguro en estos papeles de heroína verdiana en los que tanto juego da una buena actriz cantante. Recibió un caluroso reconocimiento de los espectadores.

 

©2009 by ABAO/E. Moreno Esquibel

Vladimir Stoyanov fue el gran triunfador de la noche. Un buen barítono tiene que agradecerle a Verdi esa joya musical con la que comienza el tercer acto: 'O espada dell’onor'. Stoyanov no dejó pasar la ocasión, y nos regaló una lección de canto verdiano, bien entonado, pausado, recreándose en las frases hasta bordar el bello final. Aunque denotó algo de cansancio según transcurría la representación, su clase superó cualquier fatiga. Un lujo de cantante. Todos los comprimarios cumplieron adecuadamente, pero destacaría sobre todo a Stanislav Shvets como Briano, un bajo verdiano de muchos kilates. Bastante más flojo el Godvino de Maurizio Pace. Excelente, como siempre el Coro de la Ópera de Bilbao que dirige Boris Dujin. No son muchas sus intervenciones en la obra, pero las solventa con muchísima profesionalidad, sobre todo en la escena de la tormenta.

El maestro Antonio Pirolli debutaba en las temporadas de la ABAO, pero se notó que no era ningún novato en las lides verdianas. Es reconfortante saber que sigue habiendo una tradición de directores italianos que miman a Verdi y a sus cantantes. Pirolli siempre estuvo atento a ellos, matizando, marcando y acompañando. Muy solvente la Orquesta Sinfónica de Bilbao, y sobre todo sus solistas en la obertura.

Aroldo no es una obra maestra, no es una joya, pero es una apreciable ópera que, en manos de unos buenos profesionales, se convierte en una excelente obra artesanal.
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