Portugal

Cuando Verdi fue capaz de subordinar el teatro al drama

Xoán M. Carreira
martes, 4 de enero de 2005
Giuseppe Verdi  © DM Giuseppe Verdi © DM
Lisboa, martes, 28 de diciembre de 2004. Teatro Nacional de São Carlos. Simon Boccanegra, ópera en un prólogo y tres actos de Giuseppe Verdi con libreto de Francesco Maria Piave y Arrigo Boito sobre el drama Simón Bocanegra de Antonio García Gutiérrez (Milán: Teatro alla Scala, 24.03.1881). Producción de la Royal Opera House, Covent Garden (1991). Elijah Moshinsky, concepción escénica. John Fulljames, reposición de la producción. Michael Yeargan, escenografía. Peter J. Hall, figurines. Clara O'Donoghue, luminotecnia. Elenco: 'Simon Boccanegra': Ambrogio Maestri; 'Jacopo Fiesco/Andrea Grimaldi': Enrico Iori; 'Paolo Albiani': Johann Werner Prein; 'Pietro': Mário Redondo; 'Amelia Grimaldi'/Maria Boccanegra': Micaela Carosi; 'Gabriele Adorno': Mario Malagnini; 'Un capitán': Frederico Félix António; 'Aya de Amelia': Luísa Tavares. Coro do Teatro Nacional de São Carlos, Giovanni Andreoli, director. Orquestra Sinfónica Portuguesa. Zoltán Peskó: director musical.
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El Teatro Nacional de São Carlos, fiel a la tradición de inaugurar en Navidades la temporada operística, lo ha hecho este año con la bien conocida producción de Elijah Moshinsky para la temporada 1991 de Covent Garden, que está disponible en DVD (al menos para quienes pertenezcan a la zona 1). Hace tres años se publicó en Mundoclasico.com que las puestas de Moshinsky "son tan previsibles como las portadas de ABC". No le quitaremos la razón a nuestra compañera, quien seguramente no tendrá reparos en reconocer que la sobriedad y el buen gusto de Moshinsky rara vez defraudan, lo que justifica la excelente carrera internacional de este Simon Boccanegra y la lozanía que muestra a pesar de los años transcurridos desde su estreno.

John Fulljames, respetuoso con la concepción original de Moshinsky, realizó un buen trabajo de dirección actoral, especialmente destacado en los numerosos dúos y en el movimiento del coro, muy abundante para el espacio disponible en el escenario del São Carlos, pero muy adecuado para la acción requerida. Igualmente satisfactorios fueron la iluminación y los demás aspectos técnicos, que realzaron las virtudes de unos decorados polisémicos, que sirvieron para representar los diversos interiores y exteriores necesarios gracias a unos cambios objetivamente mínimos pero que parecían mucho más variados gracias principalmente a la iluminación. También la iluminación fue la protagonista en el resalte de los diversos grafismos -pintadas, estelas conmemorativas, etc.- que reflejan las complejas relaciones de Boccanegra con el pueblo genovés.

A esta escenografía discretamente adecuada le correspondieron unos cantantes igualmente discretos y adecuados en su buen hacer vocal y actoral. No hubo ninguna estrella que arrastrara al público, pero es un placer cada vez más infrecuente asistir a una función equilibrada de un título de repertorio. Lo mejor sin duda estuvo en los dúos de 'Boccanegra' con 'Fiesco/Grimaldi' y de 'Boccanegra' con su hija, que alcanzaron por momentos la intensidad emotiva que anhela el público. Por algo a la hora de los aplausos ese público recompensó con especial calor a estos tres cantantes y tanto Maestri como Carosi escucharon algunos bravos que en este teatro no es costumbre prodigar.

Tras su debut el pasado mes de junio en el São Carlos como 'Stiffelio', Mario Malagnini era esperado por el público lisboeta en el siempre agradecido papel de 'Gabriele Adorno' que supo administrar sus amplios, pero no generosos, recursos vocales para incluso 'robarle' protagonismo a su amada 'Amelia' y a su futuro suegro 'Boccanegra' (con estos antecedentes, no sé cómo llegó a buen fin la boda, milagros del teatro). Igualmente ambiciosos en sus pretensiones fueron Johann Werner Prein, un cantante germánico, adusto y muy profesional, que ha tenido importantes intervenciones en la anterior temporada lisboeta ('Simone' en Una tragedia florentina y 'Bauer' en los Gurrelieder) y Luísa Tavares, en su modesto papel de 'Aya'.

A pesar de que buena parte de la crítica lisboeta fue inmisericorde con Zoltan Peskó, por mi parte no puedo más que reconocerle su adecuación estilística y su talento concertadcor, así como la fina mesura con que reflejó las sutiles transformaciones de los protagonistas que pueblan la partitura. Tras el despiste inicial, el coro se fue superando vocalmente, aunque sin llegar a la excelencia de su actuación actoral. La Orquestra Sinfónica Portuguesa es una digna agrupación de foso a la que perjudican algunas brusquedades aleatorias -un mismo pasaje suena muy distinto en las diversas repeticiones- que desconciertan al oyente y que tienen su origen en los ensayos, más que en el trabajo individual, que también puede y debe ser mejorado.

Además de la escenografía y los cantantes, un tercer elemento contribuyó al placer de esta más que digna función: el sencillo libro -elegante e inteligentemente ilustrado- que acompañaba a la representación, con dos espléndidos artículos de sendas profesoras universitarias de musicología -Teresa Cascudo (Universidad de la Rioja) y Luisa Cymbron (Universidade Nova de Lisboa)- que atendían respectivamente a las fuentes literarias del libreto y al sistema productivo de la ópera. El contraste con lo que estila en los teatros españoles -donde se prima descaradamente a los varones, especialmente si son amateurs- es evidente y obliga a hacerse nuevamente esas preguntas que tantas veces he planteado ya y no repetiré.

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