Opinión
Aficionados
Saturnino Moreno Barreto
El incidente entre la soprano Cristina Gallardo Domas y la junta directiva de los Amigos Canarios de la Ópera (ACO) de Las Palmas de Gran Canaria vuelve a poner sobre la mesa el problema endémico de la música culta en España: que salvo honrosas excepciones sigue estando en manos de aficionados, unos mejor intencionados que otros. Ya fuimos el pasado mes de febrero testigos de cómo a la ministra de Cultura del Gobierno español le dio por nombrar al crítico musical Antonio Moral para director artístico del Teatro Real. Ahora gracias a ACO podemos apreciar las consecuencias que tiene poner a simples aficionados en puestos de relevancia.
La soprano Cristina Gallardo Domas acusó el pasado miércoles a la junta directiva de los Amigos Canarios de la Ópera (ACO) de “intimidarla” por enviarle un requerimiento notarial para que pasara una revisión médica en un centro hospitalario de Las Palmas de Gran Canaria (España), ya que al parecer ACO desconfiaba del certificado médico presentado por la soprano. O eso o es que no tienen ni repajolera idea de que todos los procesos que sufren las cantantes son supervisados por el otorrinolaringólogo.
El incidente que nos ocupa tuvo lugar el pasado 23 de febrero cuando Gallardo Domas se excusó de asistir al ensayo general de Madama Butterfly en Las Palmas de Gran Canaria aduciendo gripe estomacal, para lo que aportó un certificado médico expedido por el jefe del servicio de Otorrinolaringología del Hospital General de Gran Canaria Doctor Negrín, José Cuyás. Se trata de una afección que solemos sufrir los residentes en las islas por esta época del año, por lo que a nadie puede llamarle la atención.
Al día siguiente de presentar el certificado médico, la soprano recibió un requerimiento notarial en el que se insta a Gallardo a presentarse en el centro privado Clínica de San Roque para “valorar el alcance de la afección”. Debe ser que a los amigos líricos no les merece suficiente crédito el jefe de un servicio del más importante hospital público de la isla y sí en cambio se lo merece un hospital privado.
No contentos con esa bravuconada y siguiendo la versión de la señora Gallardo, no se les ocurre cosa mejor a los amigos líricos que intimidar al doctor Cuyás amenazándolo con una denuncia por prevaricación, como si de unos matones de esquina se tratara.
Los amigos canarios de la ópera son eso mismo, amigos que sin más capacidad de gestión que la que ellos mismos se reconocen se dedican a organizar un festival de ópera en la que cada año se repiten las Madama Butterfly, las Traviata, los Don Giovanni y vuelta a empezar. Nada que objetar si estas decisiones de un club privado de amigos no nos costara a los canarios una buena pasta. Son 120.000 euros los que aporta solo el Gobierno de Canarias a través de su Consejería de Turismo para la realización de este evento, sin contar la disponibilidad gratuita de varios recursos públicos y los precios oferta que les ponen entidades públicas como la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.
Los amigos de la ópera tienen la inmensa suerte de que Gallardo Domas resida gran parte del año en Las Palmas de Gran Canaria, lo que le permite subir a los escenarios canarios más de lo que nos estaría permitidos si la insigne soprano residiera en cualquier otro lugar. De esta coyuntura se aprovechan en igual medida los amigos de la ópera, la Sociedad Filarmónica y el Festival de Música de Canarias, eso sí con abismos insalvables en lo que a la gestión se refiere.
Mientras la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria tiene a su frente al ex ministro Jerónimo Saavedra y el Festival de Música de Canarias es gestionado por un equipo de profesionales, los Amigos Canarios de la Ópera están gestionado por un grupo de aficionados que ni siquiera se llevan bien entre si.
Lo más aberrante del caso es que la Sociedad Filarmónica, que es la más antigua de España, (mal)vive de un presupuesto global que no alcanza ni la tercera parte de lo que se pule el Gobierno canario en el Festival de Ópera.
Cabe preguntarse por qué este Gobierno –tan roñoso y rácano como es para soltar dinero— le da por poner en manos de aficionados la nada despreciable cifra de 120.000 euros, cuando con su tacañería habitual le niegan el incremento presupuestario al Festival de Música de Canarias y a la Sociedad Filarmónica. Será porque los políticos lucen mejor sus trajes en el Festival de Ópera que en el Festival de Música. O es eso, o es que son tontos de remate. O ambas cosas.
Me pregunto cuánto tendrá que aportar ahora la Consejería de Turismo para contrarrestar la mala imagen de Canarias que puede propagar por todo el mundo este maltrato a la que probablemente es una de las sopranos más importantes del mundo, y eso sin contar la posibilidad de que el doctor Cuyás no se vaya al juzgado de guardia para poner una denuncia por calumnias.
Ni siquiera la dimisión en bloque de la directiva aficionada puede sufragar este despropósito. Los canarios debemos exigir que nos devuelvan el dinero y se ponga a esta asociación al margen del dinero público, hasta que demuestre que no viven solo de la afición.
Comentarios