España - Castilla y León
Cum spirito
Montserrat Font Batallé

La tercera crónica clásica del recién estrenado festival salmantino fue un encuentro ´cum spirito´, entre el amor y la muerte, con una primera parte poco habitual centrada en la Sinfonia sopra una canzona d´amore (1947) del compositor milanés Nino Rota (1911-1979) , del que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ofreció su primera ejecución de la batuta del colombiano Alejandro Posada, titular desde 2002, y una segunda parte dedicada al Réquiem de Gabriel Fauré (1886-1893).
El amor
La sinfonía se estrenó en su versión definitiva en 1972, como banda sonora de Il Gatopardo de Visconti. El primer ´Allegro´ en forma de sonata osciló de la ligereza al peso, difícil de calibrar por la inmensa plantilla orquestal desplegada (noventa músicos en escena). El segundo ´Scherzo´ sonó con generosa vitalidad por parte de los vientos. Posada supo limar las asperezas con la llegada del tercer tempo, reservado para los momentos más íntimos del film. La calidez melódica del ensoñador ´Andante sostenuto´ atrapó a la orquesta en un fraseo voluminoso, lleno de expresividad y buena batuta. El último ´Allegro impetuoso´ que acompaña las escenas más espectaculares de la película (la batalla de Palermo, el viaje de la familia Salina a Donnafugata) denotó cierto estrudendo, sacrificando el carácter ´cantabile´ de la obra por un tono orquestal más atormentado. Posada apostó por una lectura de planos contrastantes fluida, de eficaz claridad textural y estructural.
La muerte
Mucho más espectacular resultó el Réquiem de Fauré (1845-1924). De enorme envergadura sonora, esta consolación funeraria contó con la prestigiosa participación del Orfeó Català, sesenta cantores que equilibraron magistralmente las intervenciones de la orquesta, el órgano y los solistas, si bien las voces femeninas prevalecieron por encima de las masculinas desde el ´Kyrie´ de la ´Introducción´, hecho que resaltó algunos desajustes en las entradas. De todos modos, el Orfeo Català dio una lección de ´pianisimi´ que no perdió claridad fonética ni afinación, logros que merecen una felicitación a su director Josep Vila por embellecer de color romántico la partitura, especialmente en el último ´In Paradisum´.
Muy fresca sonó la entrada del barítono valenciano Josep-Miquel Ramon en el ´Ofertorio´ conectando con la naturalidad orquestal, sin embargo bastante desacertado resultó el incipit del expresivo en el órgano, superado rápidamente por la calidez del coro y el arpa en el ´Sanctus´. El ´Pie Jesu Domine, dona eis requiem, requiem sempiternam´ de la soprano Elena de la Merced cautivó por su color entrañable y vocalización clara pero tímida, poco convincente por el vibrato empleado, en algunos momentos demasiado operístico, rozando un trémolo de difícil ´fiatto´. La segunda mitad del Réquiem salió redonda, tanto en los majestuosos arcos dinámicos del coro en el ´Agnus´, como en la profundidad del ´Libera me´ del barítono y el punteado del coro, así como el último ´In Paradisum´. Una suerte de espectáculo ´cum spirito´ que esperamos una en más proyectos de trascendente envergadura a esta grandiosa plantilla vocal e instrumental.
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