España - Galicia

Diario de un mago (El peregrino de Compostela)1

Beatriz López Suevos
viernes, 22 de julio de 2005
Arcadi Volodos © Marco Borggreve | Fundación Scherzo Arcadi Volodos © Marco Borggreve | Fundación Scherzo
Santiago de Compostela, jueves, 14 de julio de 2005. Auditorio de Galicia. Arcadi Volodos, piano. Programa: A. Scriabin: Fantasía op. 28; Mazurka, op. 25 nº 7; Estudio, op. 42 nº 3; Preludio op. 11 nº 16; Preludio op. 27 nº 1; Fragilidad, op. 51 nº 1; Poema alado, op. 51 nº 3; Danza lánguida, op. 51 nº 4; Poema, op. 71 nº 2; Vers la flamme: Poema, op. 72. F. Liszt.: Vallée d’Obermann (Años de peregrinaje; 1º año: Suiza); Sposalizio (Años de peregrinaje; 2º año: Italia); St François d’Assise: la prédication aux oiseaux (de Dos leyendas); Liszt: Rapsodia húngara nº 13 (versión de A. Volodos). VII Festival Internacional de Música de Galicia. Ocupación: 70%
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Se sienta Arcadi Volodos en una silla de plástico blanco especial para comenzar su camino hacia el Conocimiento. Es un Aprendiz valiente, pues elige empezar con la Fantasía op. 28 de Scriabin. Ya demuestra un dominio en el empleo del pedal, que hunde con generosidad, aunque sin ninguna confusión; también sabe que en los Caminos hay momentos de intensa energía y otros de reflexión, y hasta de ensoñación, pero..., el 'Ejercicio de la Velocidad' (“Camine durante veinte minutos a mitad de la velocidad a que normalmente acostumbra andar. Preste atención a todos los detalles que están a su alrededor”) es muy difícil de dominar.

Superado este pequeño escollo, la Mazurca op. 25 nº 7 demuestra que en el Camino Interior este Peregrino no se despista y su técnica no es vacía: riqueza en ataque, fraseo y articulación, justo rubato, distinción de planos sonoros (sotto voce, cantabile,...) y tempo moderado. El Estudio op. 42 nº 3 muestra un delicado trabajo en el registro agudo del piano, y los Preludios op. 37 nº 1, op. 11 nº 16 y op. 27 nº 1, nos permiten apreciar cómo se acompaña una melodía (realzándola sin eclipsarla), y cómo los forti pueden sonar llenos sin aparatosidad ni estruendo.

Lástima no haber oído el op. 51 completo, pues el sonido fue etéreo y contenido tanto en las rítmicas contrapuestas en las manos derecha e izquierda de 'Fragilidad', como en las fusas en pianissimo del 'Poema Alado' o los contratiempos de la 'Danza lánguida'.

Y, sin embargo, todas estas piezas parecían conducirnos 'Hacia la llama', en la que desde la sombra el Pianista llega con una perfecta progresión hasta la explosión de luz final. La energía superó con creces los obstáculos físicos: el piano del Auditorio tiene un sonido bonito, pero muy desigual, con un registro agudo muy dañado y mate (¿para cuándo el relevo?).

La segunda parte del recital seguía la peregrinación del Maestro Liszt, y Volodos se mostró seguro en su camino combinando como en toda forma superior de Inteligencia la intuición, el conocimiento y la emoción. El Vallée d’Obermann combinó melancolía y espectacularidad con unas transiciones entre pasajes deliciosamente enigmáticas. Sposalizio (inspirado nada menos que en el cuadro de Rafael) atendió tanto a la arquitectura del edificio como a los personajes y a la emoción de la escena representada, distinguiendo sonoramente estos tres planos y graduando las intensidades con gran sutileza con unos crescendi que pueden durar cinco segundos o cinco minutos (“el secreto está en la emoción dirigida”).

 

La Predicación a los pájaros de San Francisco fue hecha con palabras sencillas sin apoyos en artificios, arrastrándonos hasta las alturas y hermanándonos con los seres alados. Fue un momento mágico que tuvo una repercusión en el público, que se mostró aquí ya completamente entregado.

Arcadi Volodos ya había recibido la espada y, convertido en Maestro, recordó a uno de sus Maestros del Camino con una Rapsodia Húngara en la que mostró todas las caras de los objetos como las enseñan los prestidigitadores antes de hacerlos desaparecer, para finalmente recuperarlas.

La generosidad fue otra de sus cualidades, pues, ante el entusiasmo del público, nos ofreció cuatro regalos, alguna de ellas buena bisutería, alguna joya y un broche de aleación de cristal de Murano y oro: el 'Adagio' del Concierto para oboe del veneciano A. Marcello (que a algunos de ustedes quizás les sonará por la película de 1970, Anónimo Veneciano). ¿O es que el cristal no puede ser también una joya?

Nota 1: Ya se habrán dado cuenta de que he adaptado el título de El Peregrino de Compostela (Diario de un Mago), en el que Paulo Coelho narra su experiencia haciendo el Camino de Santiago. En ese peregrinaje se enfrenta a una serie de pruebas y ejercicios hasta encontrar la espada que le permitirá convertirse en un Maestro.

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