Alemania
Los dioses en Hotel Glam
Beatriz López Suevos
No es fácil para un escenógrafo de ópera ser moderno y original. Sobre las grandes óperas ya está casi todo dicho y hecho, se han analizado casi todos los aspectos de las partituras y los libretos, y cada vez más es necesario recurrir a la exageración o al escándalo gratuito para conseguir atraer a un espectador que, por un lado, está harto de montajes extravagantes y por otro tiene una cultura televisiva de bombardeo de imágenes que le hace rechazar una ópera que sólo se base en el aspecto musical de la partitura.
En estas circunstancias, las óperas barrocas se están convirtiendo en una fuente de oportunidades escénicas. El público no conoce las obras más que de nombre y por tanto raramente puede hacer comparaciones con otros montajes o versiones; musicalmente tienen gran interés, sobre todo cuando se le hacen cortes importantes en las partes de recitativo, y nadie espera un gran respeto al original, que se adapta casi totalmente a los intereses del escenógrafo y de los músicos disponibles, a pesar de que en este caso se utilice una edición solvente, recién publicada por la editorial Barënreiter.
Este montaje de Calisto de Cavalli responde totalmente a estos parámetros. Paul Steinberg presenta un vodevil sobre dioses, humanos y animales con su picardía y frivolidad y una puesta en escena al estilo de un musical. Luces de neón, un vestuario con plumas, pieles de leopardo o la ninfa Calisto vestida de Barbie al entrar en el firmamento y coreografías de music-hall.
Kobie van Rensburg, Clive Bayley, Dominique Visse
Fotografía © 2005 by Bayerischen Staatsoper
No habría nada que objetar sobre esta dirección de escena que favorece especialmente a personajes como Satirino o Linfea, que cuanto más ridículos o exagerados en su actuación más hilaridad despiertan, pero, ¿debe descansar la historia en sus actuaciones convirtiéndose en argumento? Había momentos en que los demás personajes parecían comparsas que rellenaban huecos entre las apariciones de Satirino.
Mi extrañeza sobre determinados aspectos de la dirección escénica quedaron en cierta medida disipados cuando comprobé que este es un montaje destinado a una grabación, y, que por tanto, sigue la estética del videoclip, tal y como pueden comprobar los lectores que decidan ver el trailler cuyo enlace ofrecemos al pie de esta crítica. El problema es que algunos aspectos de la representación que pueden funcionar con una cámara bien dirigida, cuando se contempla el escenario en su totalidad quedan extrañamente difuminados o, por decirlo de otra manera, lo que en un medio es virtud en otro se convierte en limitación. Por ejemplo, la aparición de Juno en escena conduciendo dos pavos reales hasta un escenario en el que se pone a cantar con un micrófono puede tener una fuerza visual enorme en un proyector, pero en el teatro quedaba desdibujado. Si todos hemos podido ver DVD de óperas grabadas en teatros que no funcionan en una pantalla, el proceso contrario les aseguro que tampoco es especialmente agradable.
Monica Bacelli
Fotografía © 2005 by Bayerischen Staatsoper
Extraigo esta impresión fijándome sólo en el apartado escénico, pues el elenco de voces respondió perfectamente. Los dos contratenores (Lawrence Zazzo como Endimione y Dominique Visse como Satirino) estuvieron a la altura de las exigencias de sus personajes: Zazzo destacó en el 2º acto en un aria con un registro agudo bien resuelto y unos graves con cierta consistencia. Dominique Visse (Satirino) casi se convirtió en la estrella de la noche: su presencia escénica sobresalió en todos los sentidos, con una lascivia incontrolable, que hacía perdonar su sonido algo chillón, que, por otra parte, parecía intencionado ('exigencias del guión')
Extraigo esta impresión fijándome sólo en el apartado escénico, pues el elenco de voces respondió perfectamente. Los dos contratenores (Lawrence Zazzo como Endimione y Dominique Visse como Satirino) estuvieron a la altura de las exigencias de sus personajes: Zazzo destacó en el 2º acto en un aria con un registro agudo bien resuelto y unos graves con cierta consistencia. Dominique Visse (Satirino) casi se convirtió en la estrella de la noche: su presencia escénica sobresalió en todos los sentidos, con una lascivia incontrolable, que hacía perdonar su sonido algo chillón, que, por otra parte, parecía intencionado (“exigencias del guión”).
La mezzo Monica Bacelli (Diana) tuvo algunos problemas con los sonidos agudos, que sonaban ocultos, aunque su actuación podría calificarse como satisfactoria.Veronique Gens (Juno) estuvo espléndida: su movimiento escénico fue tan sobresaliente como su lamento del 3º Acto, con una capacidad para mostrar la decisión y energía del personaje como su inmensa tristeza. Martin Gantner (Mercurio), que sigue enfundado en un traje de chaqueta dorado todos los pasos de Umberto Chiummo (Júpiter) grabándole con una videocámara estuvo simplemente correcto. El bajo Umberto Chiummo, en cambio, sobresalió más en su presencia escénica, ofreciendo en el aspecto vocal una discreta interpretación excepto en la última escena en L'Empíreo con Calisto, en la que, de repente, pareció emerger un registro grave con una profundidad sin asperezas bastante notable.
Humberto Chiummo y Sally Matthews
Fotografía © 2005 by Bayerischen Staatsoper
Sally Matthews (Calisto) fue, con todo merecimiento, la triunfadora de la noche. Su presencia escénica fue impecable y la voz respondió en todo momento. El dominio de los registros, la excelente dicción y un vibrato muy comedido caracterizaron su interpretación.
Sally Matthews
Fotografía © 2005 by Bayerischen Staatsoper
Ivor Bolton como director musical estuvo muy acertado: muy dúctil en el acompañamiento de las voces, y, también, controlando los tempi para mantener esa tensión necesaria en esta música.
En definitiva, si el DVD de esta producción está bien grabado, lo compraría y disfrutaría viéndolo, pero creo que no repetiría en el Teatro.
Comentarios