España - Cantabria
Festival de SantanderOro barroco
Roberto Blanco
Los "relatos sagrados", denominación dada por Charpentier a los dramas religiosos de origen italiano que posteriormente adoptarían el nombre de oratorios, son piezas en latín de amplias proporciones en las que se alternan sinfonías, arias, recitativos, conjuntos vocales y coros. La continuidad dramática de este tipo de obras la proporciona la figura del historicus, un narrador que puede ser un solista, un pequeño conjunto vocal o el coro.
A este género pertenece el Judicium Salomonis con el que William Christie y sus Arts Florissants abrieron el concierto de su cita santanderina. El prestigioso y experimentado conjunto, especialista en música barroca con instrumentos originales, demostró ser un equipo perfecto técnicamente y con un sobresaliente conocimiento del estilo.
La interpretación de la obra, basada en el famoso pasaje bíblico contenido en el Libro de los Reyes, fue un prodigio de delicadeza, elegancia y equilibrio, con contrastes meticulosamente cincelados y una contenida expresividad capaz de reproducir a la perfección la atmósfera entre conmovedora y profunda de la bella obra del compositor francés.
Todos los intérpretes contribuyeron a regalar a la audiencia una experiencia musical barroca con momentos irrepetibles, destacando las prestaciones de Paul Agnew y Maud Gnidzaz como solistas, y la indudable alquimia de Christie con su conjunto.
La segunda parte del recital estuvo dedicada a Henry Purcell, con una selección de Odas, Himnos y Canciones, en la que se incluyeron extractos de Dido y Eneas. El enfoque de Christie buscó aquí la expresividad y la fuerza, sin desdeñar los efectos y posibilidades que implican el juego entre solistas, coro e instrumentos, consiguiendo una lectura cuyos matices y fraseos se ajustaron con precisión al perfil de cada pieza.
El pulso regular, la homogeneidad y transparencia de las voces que se tradujo en una polifonía inteligible, la nitidez de la línea del clave como eficaz sostén para los instrumentos, todo ello fueron virtudes que contribuyeron a una interpretación ejemplar.
La organización acertó también al incluir en el programa de mano todos los textos con sus traducciones y mantener a media luz la sala, permitiendo que el oyente pudiera seguir lo que se cantaba en escena.
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