España - Madrid

Ocho pecados capitales por el precio de una perra gorda

M. Guerrera
lunes, 16 de octubre de 2000
Madrid, jueves, 28 de septiembre de 2000. Teatro de la Zarzuela. Kurt Weill 2000. Die Sieben Todsünden (Los Siete Pecados Capitales); Kleine Dreigroschenmusik (Pequeña Música de la Ópera de la Perra Gorda); Happy End (Final Feliz). Textos de Bertol Brecht. Reparto de cantantes: 'Anna I' y 'Angela': Julia Migenes; 'Anna II': Maureen López; 'La Familia': 'Padre' y 'Bill': Benno Schollum; 'Madre' y 'Capitán': Alberto Feria; 'Hermano I' y 'un Oficial': Julio morales; 'Hermano II': Tomás Puig. 'Lily': Marta Knörr; 'Teniente Jimmy': José Antonio López; 'Sam': Marco Moncloa; 'Bruno': Joaquim Canadeias (actor); 'Jane': Itziar Alvarez. Bailarines de la Compañía de Cesc Gelabert. Director de escena: Gerardo Vera; Orquesta de la Comunidad de Madrid; Coro del Teatro de la Zarzuela; Director Musical: Pedro Halfter Caro.
0,000245 ¡Atención! A pesar de la subida del petróleo que afecta a todos los bolsillos, (depende de en qué lado estemos, para bien o para mal), el Teatro de la Zarzuela ha abierto las puertas de la temporada 2000/2001, dedicando un merecido homenaje a Kurt Weill en su centenario, para lo cual ha lanzado la fantástica oferta de obsequiar con un pecado capital extra, a los siete convencionales.Desde luego, una buena parte del público, en la que me incluyo, opinamos lo saludable de la convivencia de óperas menores, en el buen sentido de la palabra, con aquéllas pertenecientes al género del que dicho Teatro toma su nombre. Ni que decir tiene que a pesar de muchos (¿o algunos?) , la posibilidad de ofrecer obras del calibre de La vuelta de tuerca (temporada 98-99) por poner el listón bien alto, dignifican a cualquier teatro que se precie.Sin embargo, lo de ofrecernos un pecado extra de manos del director musical, no tiene mucha gracia. Una cosa es que los fantásticos textos de Bertolt Brecht dejen en evidencia el lado más oscuro de la realidad humana (llámese ambición a cualquier precio, injusticia...) y otra es querer pasarnos por las narices que la injusta realidad denunciada en dichos textos, sigue siendo tan real como la vida misma.Se puede pecar de pereza (al fin y al cabo, dormidos se cierran los ojos ante tantas cosas...), de orgullo (no ceder y ser consecuente consigo mismo, en ciertas ocasiones nos dignifica), de ira (frente a la barbarie y la injusticia ¿no creen que está más que justificada?), de gula y lujuria (placeres tan sanos!), de avaricia (siempre que no sea al desnudo, es recomendable; tomar para dar ha de ser la regla) y de envidia (siempre que nos conduzca a la búsqueda del amor y la felicidad...que sea obligatorio!) Ahora bien, el pecado de la incompetencia no estaba previsto y nos sorprendió a todos la noche del estreno; claro, que después de unas declaraciones del propio Pedro Halfter, en las que literalmente decía "cuando vi la partitura, pensé: son cuatro notitas, como las sinfonías de Mozart,.." (¡...!) no es de extrañar que su batuta pecara de lo lindo. El Señor iluminó al 'niño', quien bien tomó el camino hacia la prosperidad, para que no peque contra las leyes que le hacen rico (Del texto de Bertol Brecht).La realidad musical ofrecida al público fue decepcionante; no supo Pedro Halfter someterse a la voluntad de Weill, porque seguramente la desconoce. Desajustes por doquier; sonido orquestal a bandazos; sometimiento de los cantantes a trabajos forzados (desde luego a Julia Migenes no le hizo ninguna gracia y permítanme que les cuente al oído la tensión vivida en los ensayos). De lo que no cabe duda es de que la soprano que grabara la película de Carmen con Plácido Domingo es una auténtica profesional, aunque no sea santo de mi devoción.Gracias a la profesionalidad de algunos, el espectáculo salió a flote entre las aguas de la dirección musical, a pesar de momentos difíciles como el cuarteto vocal a capella que desde luego se pegaron un buen remojón en la afinación. Afortunadamente la Migenes derrocha seguridad en sí misma y logró protagonizar sus escenas a pesar de las malas compañías.Cabe destacar la intervención del barítono José Antonio López, que bajo el personaje del 'Teniente Jimmy', cantó con musicalidad y seguridad vocal su "Canción del tabernero". Estupendo también Marco Moncloa en "La canción de Mandelay", a pesar de percibir una escritura demasiado grave para su condición de barítono ligero. Fantástica la interpretación de Joquim Candeias, el actor que con un excelente alemán, dio vida al 'Bruno' de Happy End (Fue sin duda, quien más nos acercó a la estética de la obra) El barítono austríaco Benno Schollum cautivó más con su intención interpretativa que con sus facultades vocales, brillando éstas por su ausencia. El resto del reparto logró cumplir su cometido con discreta corrección. En su breve participación, la también breve representación del coro del Teatro de la Zarzuela, al frente de Antonio Fauró, fue de agradecer.El director de escena, Gerardo Vera se convirtió en uno de los triunfadores de la noche, con una propuesta en la que la base de las tres obras confluyeron en una misma idea: La importancia del ser humano como eje de toda manifestación cultural. En palabras de Gerardo Vera, el escenario sirve para contar una verdad a partir de quinientas mentiras. Vera sugirió escenas cinematográficas, con un decorado de bella sencillez, especialmente en el montaje de los Siete pecados capitales (¡perdón!, ocho), donde se sirvió de una imagen proyectada prácticamente en blanco y negro, enmarcando en algunas ocasiones a "La Familia" como si de una fotografía se tratase (Especial mimo pone Gerardo Vera en la fotografía de sus películas, trabajando con el especialista José Luis López Linares, por cierto).Espacios funcionales y sin pecar de excesos permitieron la movilidad de los cantantes y bailarines, quienes a las órdenes del coreógrafo Cesc Gelabert protagonizaron la Pequeña Música de la ópera de la Perra Gorda.En definitiva, los que asistimos al homenaje de Kurt Weill hubiéramos deseado lo que tan maravillosa música se merece, por lo que no podemos hablar de un Happy End en su totalidad. Se nos coló el pecado de la incompetencia de un director musical que no supo ser consciente en ningún momento del contenido y de la forma de la obra.Nos salió (Pedro Halfter) Caro, a pesar de cobrarnos una perra gorda por los ocho pecados capitales. Claro, que si el pecador no es consciente de su pecado...¿Podría ser perdonado por SU Padre Nuestro?
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