España - Madrid

Desde las entrañas

Miguel Morate Benito
jueves, 2 de marzo de 2006
Madrid, jueves, 16 de febrero de 2006. Auditorio Nacional, Sala de Cámara. Cuarteto Arditti. Francisco Guerrero Marín, Zayin I-VII b. Asistencia 65% del aforo
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'Zayin' significa siete en hebreo. Y siete es el número de piezas que forman el ciclo compuesto por Guerrero entre 1983 y 1997, estrenadas en su totalidad en el II Festival Internacional de las Artes Sibila de Sevilla en el año 97. Los encargados del estreno fueron el Cuarteto Arditti, a quien están dedicadas. Cuatro tríos, dos cuartetos y una obra para violín solo forman esta serie esencial en el catálogo del compositor que refleja su evolución estilística, así como la incorporación de todas las técnicas compositivas empleadas en su trayectoria creativa.

Este ciclo de cámara es una obra capital en la producción de Guerrero. Un proyecto que se planteó hacer sin prisas (tardó 14 años), investigando y explotando los recursos instrumentales al máximo de sus posibilidades. La huella de un pensamiento musical que encontramos igualmente pero en mayor escala -debido a una plantilla más numerosa- en algunas de sus obras compuestas en el transcurso de esos catorce años. Ariadna (1984), que comparte un gran paralelismo con el Zayin I, y Oleada (1993), ambas para orquesta de cuerda; Sahara (1991), y Coma Berenice (1996) para orquesta sinfónica; y Rhea (1988) para doce saxofones, son algunas de ellas. En éstas al igual que en los Zayines, se comienza a aplicar la fractalidad a partir de 1991, primero mediante el empleo del conjunto de Mandelbrot para crear proporciones y luego a partir de curvas brownianas. Es decir, curvas de comportamiento fractal formuladas a partir de una función matemática, que podían ser trasladadas a una gráfica para convertirse en alturas musicales y en proporciones, tras sufrir todas las modificaciones que se deseara.

En el recorrido que trazan los Zayines hay una gran diferencia a nivel estilístico. Así pues, en los dos primeros encontramos una música más violenta y descarnada que en los restantes. Y a partir del tercero en que se incorpora el empleo de fractales, el tratamiento de los materiales es más sutil. Se trata, a pesar de esta depuración, de un ciclo de gran unidad al que se van agregando todos los adelantos compositivos que Guerrero encuentra en su búsqueda de la perfecta unidad, como son la combinatoria, la topología y la fractalidad. Como seña de esta unidad musical, encontramos elementos comunes que se mantienen en todos ellos. La citada combinatoria, la utilización de retículas rítmicas irregulares para eliminar toda sensación de verticalidad y la condensación de superposiciones y yuxtaposiciones de materiales hacia el final de las obras, son algunos de estos. También lo son la riquísima utilización de las dinámicas con cambios continuos de intensidad en ondas, y la rica alternancia de formas de ataque -arco balzato, sull tasto, sull ponte, flautato, sciolto- como elementos generadores de discurso musical.

El Cuarteto Arditti es el grupo para el que están pensados y dedicados los Zayines desde 1993, es decir, desde el Zayin III. Este conjunto fundado en 1975 por su violín primero Irvine Arditti, ha interpretado estas piezas en numerosas ocasiones. Tan solo hace unos meses, tuvimos ocasión de escuchar las dos primeras en el concierto inicial de la temporada del CDMC. En la actualidad, el único miembro que permanece en el grupo desde su fundación es Irvine, ya que en el 2003 se integraron al conjunto el viola Ralf Ehlers, y en el 2005 lo hicieron el segundo violín Ashot Sarkissjan y el violonchelo Lucas Fels. El cuarteto ha grabado aproximadamente 130 discos y ha estrenado obras de Ligeti, Xenakis, Cage, Scelsi, Gubaidulina, Rhim, entre muchos compositores. Se trata de uno de los cuartetos de cuerda más importantes, si no el que más, entre los especializados en música contemporánea.

El concierto fue uno de esos que no se olvidan fácilmente. En primer lugar, por la oportunidad de escuchar el ciclo completo interpretado por los Arditti, y en segundo lugar, por la calidad de la ejecución que se hizo de las piezas. Un concierto de gran espectacularidad, también debido a la gestualidad y a los movimientos casi espasmódicos de los instrumentistas en la interpretación de esta música de enorme dificultad técnica. En el escenario, seis personas. Los cuatro miembros del cuarteto, con uno de ellos apartado esperando su intervención en los dos cuartetos y en la propina final, y dos encargados de pasar las páginas.

Desde el comienzo, la música de Guerrero tomó cuerpo con un vigor y una potencia descomunales. Así se manifestó en el Zayin I, en su arranque con un fortísimo de tres efes en cada instrumento, en un pasaje de notas repetidas con arco balzato que va creando diferentes colores con el cambio de ataque entre el tasto y el ponte. Como contraste a esto, encontramos una sutileza y un refinamiento enorme en los sonidos flautados a solo, casi inaudibles, del violín I con sordina, en registros sobreagudos en el Zayin V. También, sonoridades sorprendentes que parecían salir de las entrañas mismas de los instrumentos como en el Zayin VI para violín solo, o en el IV con sonidos sul ponte que crecían y menguaban en bloque. O los zumbidos producidos por los trinos con sordina del V.

Irvine Arditti dio las necesarias indicaciones para entradas, cierres y puntos de encuentro en una música en donde la sensación de pulso es imperceptible. Además, en el Zayin VII el viola Elhers sirvió de guía al grupo en este último cuarteto, marcando con su instrumento un compás de cuatro por cuatro. Gran entendimiento y compenetración en una música que así lo requiere ante las dificultades rítmicas de la partitura. De propina, el grupo nos obsequió con el Pequeño Zayin o Zayin VII b de dos minutos de duración. Una pieza para trío de cuerda en donde Arditti se mantuvo escuchando en su asiento mientras Sarkissjan interpretaba la parte del violín primero.

En resumidas cuentas, esa noche tuvimos la oportunidad de escuchar una música de una fuerza y una organicidad inmensas que el Cuarteto Arditti supo interpretar con toda sabiduría. La elección de este grupo por muchos compositores como instrumento para dar vida a sus obras no es ninguna casualidad. Se trata sin lugar a dudas de los perfectos destinatarios, que son capaces de abordar este repertorio con la seriedad necesaria y la contundencia que requiere la convulsa belleza de esta obra.

Por lo demás, la sala de cámara no se llenó íntegramente aunque si fue notable la participación del público que aplaudió con entusiasmo al término del concierto. El año próximo será el décimo aniversario del fallecimiento del compositor y esperamos que se le rinda un tributo desde las organizaciones de conciertos. En particular, la música orquestal de Guerrero apenas es interpretada en nuestro país y ésta puede ser una buena oportunidad para dar vida a esta obra titánica. La aportación del ciclo Músicadhoy con dos conciertos dedicados en su totalidad a la música de Francisco Guerrero ha sido ya un buen arranque para brindarle su debido homenaje.

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