Discos
Miriam Gómez-Morán rinde homenaje a Franz Liszt
Montserrat Font Batallé
Aunque con retraso, consideramos que merece la pena dar a conocer la magnífica grabación que esta joven virtuosa del piano y profesora del Conservatorio Superior de Música de Salamanca nos brinda en torno a uno de los gigantes del piano de todos los tiempos: Franz Liszt (1811-1886). De la mano del sello Verso, Miriam Gómez-Morán grabó en agosto de 2003 en el Auditorio del Conservatorio Superior salmantino un magistral monográfico lisztiano que la convierte en referente incuestionable del pianismo romántico fuera y dentro de nuestro país.
Formada en la Academia “Liszt Ferenc” de Budapest y la Musikhochschule de Freiburg (Alemania), entre otros reconocidos conservatorios, esta especialista en instrumentos históricos de teclado (clave y fortepiano) da vida a su primera grabación en solitario. El resultado es un selecto recital que viene a prolongar el enorme magnetismo y seguridad escénica de esta pianista de impecable técnica, ahora en formato digital; dominio ya subrayado también por el famoso biógrafo de Liszt, Alan Walker: “Me quedé profundamente impresionado por su recital con obras de Liszt. Su ejecución de las Variaciones ´Weinen Klagen´ fue un tour de force (…) No era sólo una cuestión de técnica, que ella posee en abundancia. Uno se daba cuenta de que una verdadera artista estaba presidiendo al teclado”.
Acompaña la grabación un librito de exquisito diseño que contiene una interesante descripción musicológica, escrita por la misma intérprete, sobre las obras seleccionadas: Los juegos de agua en la Villa d´Este, Bendición de Dios en la Soledad, Dos Leyendas, Dos Elegías y Variaciones “Weinen, Klagen”, además de ilustraciones cedidas por el Museo Conmemorativo Archivo y Centro de Investigación “Liszt Ferenc” de Budapest.
La espectacular obra Los juegos de agua en la Villa d´Este (Años de Peregrinaje – 3er. Año, 1877) abre el CD. Aquí Miriam Gómez-Morán evoca con cristalina articulación el carácter mitad místico, mitad impresionista del murmullo de las gotas de agua cayendo en la fontana de la villa de Tivoli. Su estructura, apoyada sin complejos en los graves, mezcla solidez con agilidades virtuosísticas, y anticipa uno de los hitos más sublimes de esta grabación: la síntesis entre fortaleza técnica y espiritualidad, raramente conciliables en las manos de un mismo intérprete.
Bendición de Dios en la soledad (Armonías poéticas y religiosas, 1847-1852) es un canto al poema de Lamartine sobre la paz espiritual, sugerido por la escritura de campanas en la mano derecha y la melodía tipo lied en la izquierda. Gómez-Morán se mantiene firme al separar los planos sonoros vertical de los acordes y horizontal de los arpegiados, abriéndose en la cascada que presagia la ‘muerte de Isolda’ del primer clímax. Le siguen los toques de campana del coral y el renacimiento de un tercer tema exuberante a modo de improvisación, que surge espontáneamente entre texturas netamente novedosas. Gómez-Morán se acerca en esta obra al eterno devenir cíclico del tiempo, y gesta con contemplación acompañamientos circulares y silenciosos pedales en la coda este misterio temporal.
Basada en el conocido relato franciscano, San Francisco de Asís predicando a los pájaros es la primera de las Dos Leyendas (1863). Gómez-Morán exhibe una elegante interpretación polifónica, especialmente en los ostinati y trinos sobreagudos, así como la atmósfera estática y simbólica de los recitativos, y la aparición del simbólico motivo de la cruz (sol-la-do), tomado de la melodía gregoriana del Crux fidelis. La segunda leyenda, San Francisco de Paula caminando sobre las olas, suena más impetuosa en su relato. La pianista gradúa toda la gama de oscuros colores contrastados por cromatismos y motivos de acordes quebrados con un impecable dibujo de líneas polifónicas y recitativos monódicos.
La Primera Elegía (1874), descrita por el compositor como “una canción de cuna en la tumba” en homenaje a la muerte de su amiga Marie Mouchanoff-Kalergis, presenta atrevidos colores armónicos en ritmos entrecortados. También en la Segunda Elegía (1877) apreciamos texturas delicadas que desencadenan desgarro y religiosidad. En esta última, la virtuosa cautiva con melodías ascendentes, redobles de campanas fúnebres y sonoras disonancias.
Una lúcida concepción de la interpretación, un espectacular dramatismo que se adentra en sublimes abismos, fronteras de la consonancia y horizontes inesperados definen a Miriam Gómez-Morán. Culminan este auténtico viaje espiritual hacia la eternidad las Variaciones Weinen, Klagen (1862), dedicadas por el compositor a su fallecida hija Blandine. Vestidas sobre el bajo de pasacalle de la cantata Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen y el “Crucifixus” de la Misa en Si menor de Bach, este monumental esquema “lamento y triunfo” avanza del oscuro fa menor del lamento a la redención en fa mayor del coral final. Miriam Gómez-Morán nos contagia con una extraña fuerza, un don casi sobrenatural que emana únicamente de momentos musicales casi tan mágicos como divinos. ¡Bravo, diva!
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