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Mahler en tercera persona
Pablo-L. Rodríguez
En una reciente publicación editada por el discólogo Martin Elste y dedicada a los cuarenta años de la Deutschen Schallplattenkritik (Henschel Verlag, 2004) se indica como referencia para las sinfonías de Mahler una integral grabada para Denon por Eliahu Inbal, que hoy está disponible en ese sello depredador que es Brilliant Classics. Se destaca de esa grabación tanto la unidad conceptual del ciclo como la precisión con la que se interpretan las complejas partituras del compositor bohemio, y también se subraya la estupenda realización técnica de la grabación, con ese famoso balance sonoro tan natural que los ingenieros de Denon conseguían con tan sólo dos micrófonos. Por ello, cuando supe que Inbal vendría a Zaragoza para dirigir la Novena de ese ciclo me sentí interesado por escucharle en directo y comprobar in situ sus virtudes mahlerianas.
Sin duda, el nombre de Eliahu Inbal es bien conocido por su afición a los ciclos sinfónicos completos, de los que hoy podemos adquirir varios de ellos a precio de ganga. Además del referido ciclo dedicado a Mahler, conozco ciclos sinfónicos completos en disco de Berlioz, Schumann, Brahms, Dvorak, Bruckner, Strauss, Ravel, Berg, Shoenberg, Webern, Bartók, Stravinsky o Shostakovich, todos grabados por Inbal con la Orquesta de la Radio de Frankfurt a la que elevó hasta un nivel musical sorprendente en los años ochenta, o en colaboración con la Orquesta Nacional de Francia, la Philharmonia de Londres, la Sinfónica de Viena o la Suisse Romande.
No obstante, que sus grabaciones sean baratas no está reñido con la gran calidad de muchas de ellas. En concreto, del ciclo de Mahler es posible que una de las interpretaciones más interesantes sea la Novena que Inbal grabó a finales de 1986 en la Alter Oper de Frankfurt con su orquesta de la Radio. Se trata de una lectura en tercera persona, es decir, un acercamiento analítico y estructural realizado desde el presente pero con voluntad de mirar hacia atrás. Ciertamente la interpretación no pierde un ápice de energía en toda la obra y funciona con gran coherencia en todos sus movimientos gracias a la realización de tomas muy amplias que le permiten conseguir en un estudio las sensaciones de un concierto. Llama la atención la gracia un punto adiposa que consigue en el 'Ländler' del segundo movimiento o la precisión unida a ese toque de desenfado que exhibe en el ‘Rondó – Burleske’. Sorprende, asimismo, el enfoque del ‘Adagio’ esculpido con una voluntad de hierro y donde nada suena agonizante; bien al contrario, es el canto elegíaco de un hombre recto y orgulloso de lo vivido.
El tiempo ha pasado claramente por Inbal pero no por su interpretación de la Novena. Allí donde otros encuentran con los años (y las canas) un punto de equilibrio entre el intelecto y las pasiones del alma (estoy pensado en Boulez), Inbal se aferra en seguir ciegamente la misma concepción de veinte años atrás. Ya al comienzo del ‘Andante comodo’ adopta un tempo firme en el motivo cantabile de la cuerda del que no se apea ni siquiera en los intensos crescendi de la parte final de la exposición, algo que aligera considerablemente los desbordantes ritardandi que indica Mahler en la partitura. Sin duda, esta forma de dirigir resulta más apropiada para el disco, donde uno escucha en repetidas ocasiones el mismo planteamiento interpretativo, pero no para el concierto en donde el público demanda algo por esencia diferente y, de alguna forma, emotivo.
Los dos movimientos centrales emularon a la perfección lo ya conocido, y fue en el ‘Adagio’ final donde pudimos escuchar algunos cambios interpretativos. Inbal mostró aquí una mayor profundidad e imaginación, subrayando con su propia voz algunos de los pasajes más intensos de este movimiento que fueron sin duda lo mejor del concierto. De hecho, estos cambios en el movimiento final son claramente un resultado de su trabajo con la Orquesta Sinfónica de Berlín, una formación que dirige como titular desde 2001 y que si bien dispone de menos claridad y nitidez que su antigua formación de la Radio de Frankfurt, dispone de las ventajas tímbricas de una cuerda carnosa y llena de vida que resulta tan mahleriana como fundamental en la interpretación actual de Inbal de esta sinfonía.
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