España - Navarra
Cuando no se nota que pasa el tiempo
Salvador Aulló
Cuando dos horas se pasan en un suspiro es buena señal. Esta señal se dio en el concierto citado, del que no hay nada más que cosas buenas que decir. Al final vamos a tener que hacer verdad lo que apuntaba cuando nos dieron La dama del lago en versión concierto, porque aguantar los caprichos de los “niños de escena” es mucho aguantar y tenemos cercano el Eugenio Oneguin de hace bien poco.
Puede que se diga que los tiempos en los que llevó David Parry a la Orquesta fueran rápidos pero nunca para que se pase el tiempo tan rápido y con una sensación de estar en la gloria que te hace desear que no se acabe.
Papá Haydn fue un hombre pacífico y leal que supo aguantar incluso que uno de sus Esterhazy, Antón, pasara de la música, tiempo que aprovechó para irse a Londres, pero vamos poco a poco. Como cuenta Sergio Casoy en su libro Óperas e Outros cantares (Colección 'Debates' de la Editora Perspectiva, Sao Paulo), “En 1790 murieron el príncipe Nicolaus Esterhazy y su esposa. El título pasó a su hijo Antón que, al contrario que su antecesor, no tenía el más mínimo interés por la música. Deshizo la orquesta y el coro que habían sido las niñas de los ojos de su padre y aprovechó para despedir a Haydn después de treinta años sirviendo a la familia como maestro y compositor. Haydn no se puso triste por eso y lo tomó como un merecido descanso, llegando incluso a rechazar la oferta del rey de Nápoles que le propuso un ventajoso contrato como compositor residente prefiriendo quedarse en Viena. Después un amigo suyo, el violinista Johan Peter Salomón, lo convenció para viajar a Londres para participar en una serie de conciertos. Fue en los dos largos viajes que hizo a Inglaterra entre 1791 y 1795, gracias a la calurosa recepción del público, de las autoridades inglesas y de la excelente retribución financiera recibida, cuando Haydn se dio cuenta de su gran importancia, como compositor, en el mundo”.
En su etapa inglesa Haydn escribió doce sinfonías y la Sinfonía 102 se considera una de las mejores. Pues bien, los veinte y cuatro minutos que duraron los cuatro movimientos de esta Sinfonía nº 102 me parecieron un suspiro. Y en el cuarto, cuando Haydn todavía tenía gana de bromas musicales, el disfrute llegó al cenit.
La Orquesta Sinfónica de Navarra tocó afinada, conjuntada y sin desfases, y la dirección de David Parry fue digna de ver. Su sentido de la dirección es distinto, su movimientos claros y concisos y el movimiento de sus brazos busca las posturas justas para que se le entienda. De ahí que la conjunción total director-orquesta que se dio en esta ocasión.
Del Réquiem de Mozart no vamos a contar la consabida historia del oscuro personaje que fue a ofrecerle dinero para que la escribiera porque es de sobra conocida. Lo que si queremos proponer es que lean ustedes, queridos amigos, el capítulo dedicado a Schikaneder y Mozart en el libro Locos egregios de Juan Antonio Vallejo Nájera para que no se fíen ustedes de las tonterías que se dicen respecto a las relaciones de esta gran músico con los del mandil.
El Coro Clásico de la Coral de Cámara de Pamplona estuvo conjuntado, empastado y con voces, que es lo que hay que pedirle a quien cante una obra como esta. Se le nota el trabajo de los ensayos con su director, David Guindano, que se han traducido en la respuesta que supo dar a las indicaciones del otro David, Parry, que tenía la batuta en el concierto. Hubo momentos en que se le entendió mejor que a la soprano, que tuvo su pequeño fallo en la dicción del latín.
La soprano californiana Cyndia Sieden tiene una voz clara y definida, afinada y agradable, dulce y atractiva. Estuvo ideal en los momentos solos y en lo que cantó acompañada. La pega de la dicción es la única y perdonable, por no ser de lengua-madre latina, que se le puede poner.
La mezzo británica Jane Edwin también tiene una voz definida, su color oscuro define claramente su tesitura paro el gusto con que canta define su personalidad. Sus pasajes fueron una alegría para el oído y en esta época donde las voces oscuras escasean es una satisfacción encontrarla.
El alemán Marcus Brutscher es un tenor de ricos matices con una voz uniforme en los distintos momentos. ¡Y bien manejada!.
Y por fin la estupenda y agradable sorpresa de una voz importante de barítono. Se llama José Antonio López, es español, y murciano por mas señas. Estudió en el Conservatorio de Murcia especializándose en clarinete, piano y canto. En Valencia continuó estudiando con Ana Luisa Chova, finalizando con el premio Fin de Carrera. Otro alumno más de Ana Luisa que triunfa.
Su voz tiene algo tan especial como convencer desde que abre la boca y eso es más difícil de lo que parece. Barítono de los que no hay duda y si se quiere, tirando a bajo. La soltura de su expresión y la garra de su canto dicen pronto que nos encontramos ante alguien al que hay que seguir. Parece que ahora está más enfocado al oratorio, aunque también ha hecho ópera. Esta dándole a la canción alemana, o lied, donde también se le augura un brillante provenir. El día que se decida a entrar en serio en el mundo de la ópera puede ser una sorpresa para muchos. Dejémosle tiempo al tiempo.
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