Pascual-Vilaplana es un maestro que tanto honra el arte como mira a los ojos de la audiencia para provocar múltiples encuentros.Dirige la Banda con generosidad, precisión y claridad.Al mismo tiempo es cálido y conceptualmente poderoso.
Inmediatamente Anita Rachvelishvili se adentra el terreno de la ópera de la mano de Verdi, cantando Stride la Vampa de Il Trovatore y acto seguido Nel giardin del bello saracin ostello de Don Carlo.¡Qué Eboli inmensa, poderosa, plena!
A medio camino entre la tecnología y un enclave en el que departir amablemente sobre ellos, asistimos a "Ciudad Infinita", un proyecto audiovisual basado en Las Ciudades Infinitas de Italo Calvino, en el que varios artistas han puesto de manifiesto su posición ante lo que, en nuestros días significa la ciudad.
Christophe Rousset demostró tanta solvencia dirigiendo como falta de intención tejiendo la complicidad entre el foso, el escenario y el talante rossiniano que necesariamente debe seducir al público para que un título así llegue a cuajar plenamente.
Schubert propició para Treviño ese estado de gracia en un contexto en el que el don de dirigir, inexpresable e irrenunciable, es necesario para los públicos, para las orquestas y para la propia música.
Auditorio Kursaal.Mozart: Concierto para piano número 20.Prokofiev: Sinfonía nº 1, “Clásica”.Mozart: Concierto para piano número 21.Javier Perianes, piano.Orquesta Sinfónica de Bilbao.Erik Nielsen, director.
Han pasado muchas semanas desde que Quincena Musical anunció, en fechas de oscuros presagios e incertidumbre, su voluntad de sacar adelante su edición octogesimoprimera, en la que habían de tener gran protagonismo los artistas y organizaciones vascas.
Este concierto marca el retorno al escenario del Euskalduna de la Sinfónica de Bilbao tras unos cuantos meses ausente.Público y orquesta abrazados, como dos amantes a los que todo les es ajeno.Vivirlo desde el escenario tuvo que ser precioso y esclarecedor: público y músicos están siempre, siempre, del mismo lado.
La falsa caricia de la mascarilla en el rostro, el olor fugaz e inconfundible del hidrogel, la represión de los abrazos, mutados en miradas de sumisión y resignada complicidad...todo ese peregrinar de la calle a la platea era el tránsito por el purgatorio y Bach, cómo no, fue como abrir las puertas mismas del cielo.
Viribay realizó un acompañamiento rico en expresión y con una buena comprensión de las texturas que presentaban las partituras, cuidando mucho la dinámica y dejando a la soprano en una situación cómoda para poder explayarse.