Si Oren trabajó bien con la orquesta, qué decir de su trabajo hacia el escenario: es un concertador magnífico, de talento y oficio.También supo leer la partitura, mostrando una Alzira fuera del alcance de no pocos maestros.
Joël Mérah ha trabajado el viaje de Elkano no como una memoria, ni como una parte definida de un relato, sino como una inmersión sonora en un mundo de sensaciones, en los horizontes de un mar visto a través de la conciencia, en las fuerzas de una naturaleza quizá coyunturalmente gentil, pero sobrecogedora y llena de invencibles potencias;
Vanessa Goikoetxea estuvo escénicamente espléndida.Tiene el don de atraer las miradas cada vez que está sobre el escenario, y en ese sentido el papel le era un regalo porque Vitellia, sin por ello estar dramáticamente rematado, es el rol más atractivo y denso del título.
Hay cierto inevitable desequilibrio en este Oratorio que prioriza el teatro sobre la música, pero es un precio pequeño para una gran ganancia.Era el momento de disfrutar de una propuesta que no encaraba la composición de Bach como un monumento musical y sacro, sino como un relato sobre el que elaborar algo nuevo.
Tanto faltaba el aire como nos colmaba el oxígeno, y diría que sólo era un organismo el que respiraba en la sala al unísono, de forma acompasada.Una Décima soberbia, en suma, clavada en una hora, orgánica, con un Treviño apasionante y una orquesta que se expresaba con confianza y gran calidad.
Pero una cosa es cómo el coro vagaba por el escenario y otra cómo cantaba.Su esencial concurso en 'Cavalleria rusticana', en la que el pueblo avisado y acechante, y tan primario en el rencor como en la fe, es el vientre de la trama, fue magnifico y superó la forzosa contrariedad de las mascarillas.
Jessica Pratt se probaba cantando cuatro roles, algo que normalmente no se suele hacer.Pratt es una cantante con capacidad para afrontar ese complicado reto con cierta holgura, pero al menos en la función inaugural no estuvo a la altura de otras citas bilbaínas.
Treviño también presenta a través de Brahms los rasgos de su propio temperamento.Lleva a la Euskadiko Orkestra a sonar con mucho volumen, con mucha potencia.
Difícil imaginar una reivindicación de la identidad y singularidad húngaras más elevada que la proporcionada por la Budapest Festival Orchestra tocando estas soberbias Danzas de Kodaly;de modo que, adherida a esta música de estirpe romaní de una forma indisociable, Quincena Musical se clausuraba con una visión liberadora.
¿Se puede disfrutar de un buen concierto y al mismo tiempo salir contrariado?Se puede y me sucedió.No es fácil imaginar una propuesta menos arriesgada que la presentada por la ONE: Chaikovski y Schumann.