Unión y separación: el hilo conductor de esta emotiva, desnuda y abstracta expresión coreográfica, que en su multiplicidad de prismas sonoros alcanza dosis de una enorme belleza estética, a cuya consecución se entregan en cuerpo y alma la pareja.
El decorado único del bosque provoca sinsentidos como que Elvira aparezca esperando el bus y el catálogo de las conquistas sea el horario del mismo.Hay, aquí y allá, destellos interesantes, pero el conjunto no lo es.
No podía haber habido sorpresa más grata que la propina conjunta final, una composición del gallego Juan Durán intitulada «Merry Christmas BTHVN» que combina con una originalidad y una creatividad pasmosas diversos temas beethovenianos con algunos de los no menos populares villancicos.
En esta versión Giselle no cierra en puntas, pues el remate final de Adam se suprime para terminar con los acordes en pianissimo, antes de que por primera y única vez la voz grabada de Ángela Cremonte recite un último Bécquer, lo que anula en gran medida la magia evanescente que la hermosa música ha conseguido tras la despedida de Giselle de su amado.
Loy ha querido borrar el elemento natural a toda costa;pero parece que el libreto se acaba volviendo inevitablemente en contra de su propio konzept, por más que su punto de salida fuese, como mínimo, interesante.
Rodrigo Cuevas no pretende renovar el género, ni ser la imagen revivida de Marcos Redondo, ni tan siquiera pretende hacer historia, aunque la ha hecho de forma completamente imprevista.Es él mismo, haciendo lo que ama, y lo que siente, en ese extremo es donde radica el éxito de la propuesta.
Raquel Lojendio tiene un carrerón por delante, paseándose por los más importantes coliseos operísticos nacionales.Su caracterización de Ascensión merece situarse entre las más granadas que hemos podido presenciar, revistiendo a Ascensión de un halo de nostalgia que alterna con una determinación escénica propia de las actrices de raza.
El criterio escénico de Giancarlo del Monaco nos sitúa frente a los fantasmas y miedos de la gitana Salud, optando por un clima opresivo y traumático que bien puede ser un trasunto del subconsciente de la sufriente protagonista.
Esta conversación, completamente ficticia, nos sitúa durante un ensayo de la propia obra y nos ofrece la imagen de un apocado Falla frente a un Giménez, veterano hombre de teatro que anima al joven Don Manuel a buscar el éxito en París.
En plena era covid, la séptima Sinfonía de Bruckner no podía ser interpretada con todos sus fastuosos efectivos originales.Era menester una reducción orquestal importante por la imposibilidad de reunir en el escenario a más de medio centenar de profesores.