Chailly ha impuesto una visión que parecía rehuir deliberadamente la espectacularidad en sí para insinuar un tono sombrío de sospecha, terror de todo tipo que se acentuaba por la presencia del fantasma del zarévich asesinado -francamente algo excesiva- al que obviamente sólo ve el mandante supuesto de su degüello
Antonacci realizó una interpretación fuera de serie.El personaje es agradecido y sus únicas dos escenas son de una enorme intensidad.Es difícil hacerlo mal, pero si en mis recuerdos dominaban la versión ‘tradicional’ de Hélène Bouvier o la personalísima de Régine Crespin, Antonacci las iguala con su dicción perfecta, su timbre inconfundible levemente melancólico, su fraseo entre distinguido, reservado y desesperado, y muestra una tercera forma de ser memorable.
Adrian Noble, quien durante muchos años estuvo al frente de la Royal Shakespeare, trabajó con detalle la gestualidad de todos los componentes de este complejo elenco y pretendió reproducir el Globe shakesperiano.
Sin estar ante una obra maestra, ‘L’aio nell’imbarazzo’ es una obra hoy poco frecuentada que merece claramente una reposición más frecuente a condición de encontrar intérpretes adecuados
Todo festival que se precie, y más si es monográfico, tiene el deber y la función de presentar no sólo obras maestras consagradas sino otras que pueden ser interesantes o que han sido olvidadas.Y naturalmente no todas son perlas raras.
La labor escénica y vocal del coro fue estupenda aunque no particularmente larga, y la orquesta estuvo sensacional a las órdenes del autor que obviamente supo cómo hacer frente a cada momento y recibió una gran ovación casi a cada presentación ante el pupitre.
Lleno completo: en el teatro Alighieri y los hoteles circundantes, con un público internacional atraído no solo por la primera edición post-COVID de este festival otoñal, sino por una experiencia desafortunadamente inusual.
Armiliato no será un Gavazzeni, pero acompaña bien, y gusta a cantantes, orquesta y público (que aplaudió mucho al final de los actos y luego del aria de Loris, y llenaba la sala)
Para nosotros, habituados a la versión de la Scala, esta primera versión de 'Simon Boccanegra' resulta extraña, muy extraña.En mi caso, el contacto con este 'Simon' fue análogo a la de aquellos sueños en los que uno reconoce objetos, situaciones muy familiares, pero dentro de contextos impensados.
Lo mejor de este 'Trovatore' fue una interpretación fervorosa, lo que en Verdi es una obligación, y, dada la joven edad de los intérpretes, resulta una esperanza