“¡Oh Peste, loor a tu reino!” Con esta alabanza ha pasado a la posteridad la obrita 'Un banquete en tiempos de peste' de Pushkin.Fue musicalizada como ópera por César Cui en 1901, y por el joven compositor británico Alex Woolf (1995) en este mortífero 2020, con un libreto basado en Pushkin escrito por David Poutney.
En Inglaterra es casi imposible traducir estas irreverencias conservando ese soez picante que es la esencia de las bouffes.La tradición inglesa es de pantomima grotesca, tal vez divertida para los tradicionales espectáculos infantiles de navidad, pero no para transponer una obra como 'Mesdames de la Halle' de Offenbach
También en esta oportunidad Kaufmann se enfermó para el ensayo general y en la primera función mandó a anunciar que cantaría a pesar de estar pachucho.La penúltima la canceló, ya en un teatro con cantidad de butacas vacías.
La wagnerización londinense de Vladimir Mikhailovich no puede haber sido más a tiempo.No por casualidad ensalza el ruso las virtudes de una versión concertante con esas frases tan suyas, escuetas y a la diana: “el principal punto de interés es la música en sí misma.”
Mc.Vicar no cae en el error de presentar a Tadzio y Jashiu como proyección de una mente alucinada, sino como lo que realmente son, en su natural virilidad y sin ningún tipo de insinuación erótica.Los jóvenes juegan con otros adolescentes con la misma despreocupación que vemos en los otros cameos que pasan por la playa, y la coreografía de Tadzio no está diseñada para calentar a ningún viejo sino como expresión típicamente adolescente de egocentrismo y ansiedad vital: este joven no tiene tiempo para coquetear con nadie
The memorable second night of the Los Angeles Philharmonic’s three-day residency at the Barbican did not just surpass any putative expectations, it transcended them.Coinciding with its 'Borders and Boundaries' season, the Barbican’s celebration of the 30th anniversary of the fall of the Berlin Wall, this was fittingly a concert without limits: an unconventional and exciting pairing of this sublime orchestra, under the baton of Gustavo Dudamel, with jazz legend Herbie Hancock and his quartet
De un lugar a otro del Barbican corre un público extasiado por el fenómeno de un carisma que en Dudamel combina talento artístico con una inusual bonhomía y naturalidad de diálogo con su orquesta y con cualquiera que logre acercársele.
Esta es una regie ocurrente y con algunos detalles geniales, por ejemplo, la confusión inicial de los obreros que al final del segundo acto envuelven al protagonista junto al vetusto reloj de pie que la falsa Sofronia ordena sacar de la sala de estar junto a los otros muebles.
La 'Misa' de Dussek hace pensar en un Schubert sin la represión del Biedermeier.Hay maravillosas melodías, por ejemplo en la introducción al primer Kyrie o el Sanctus, pero la similitud con Schubert se acaba con la sorpresiva irrupción de fugas (Cum Sancto Spiritu), tiempos de marcha (segundo Kyrie) y un énfasis de extremo expresionismo de articulación vocal, por ejemplo en un Crucifixius etiam apoyado en un inquietante pizzicato.
La estereotipada urgencia escénica de Kosky en esta 'Agrippina' de Haendel fue correspondida con similar apuro en una versión orquestal que, para el gusto de algunos, fue demasiado rápida.Pero también aquí la Orchestra of the Age of Enlightment convenció con buen pulso, intensidad y una expresividad bien controlada por Maxim Emelyanychev