A veces la simplicidad no hace sino realzar defectos, en este caso, un relato malogrado por cortes y cambios que nublan la posibilidad de un desarrollo dramático coherente.
¿Cuántas más vueltas es posible dar a la Tuerca de Britten?Pues más que a la Tetralogía wagneriana, porque la inmensidad de esta obra única pareciera agigantarse cuanto más hurgamos en la psique del abuso y la corrupción de cualquier inocencia
La Filarmónica de Londres y Edward Gardner saben cómo luchar contra la defectuosa acústica del Royal Festival Hall londinense para lograr resultados capaces de hacernos olvidar en qué sala estábamos
La versión musical no alcanzó la intensidad sugerida por la escénica, en gran parte por la timidez de Henrik Nánási para lanzarse a las profundidades insinuadas por la puesta
Los personajes se movieron como estatuas sin alma, trabajaron correctamente, pero sin mayor entusiasmo y en general algo perdidos.Sin aristas también dirigió Robin Ticciati, un director de orquesta talentoso pero aún poco experimentado en Wagner, que interpretó “de corrido” sin esos sforzando, pausas, o diferenciación cromática requeridos para dar vida a esta partitura
McVicar evita enfatizar su regie de personas con actitudes teatrales extremas.En este Tríptico todos aman, mueren y viven con intensa pero cotidiana naturalidad
En estas empresas campestres y con poco presupuesto, no les queda más remedio que presentar versiones escénicas de destilada simplicidad.Siempre se trata de ir a lo básico y presentarlo en la mejor forma posible
Terfel protagonizó Aleko y Gianni Schicchi, dos óperas diametralmente extremas, la primera por su exacerbado dramatismo y la segunda por su humor irresistible.Stephen Medcalf respondió a este doblez de Terfel en dos alternativas opuestas con un cuadro escénico único
“La diferencia entre Beethoven y yo, es que Beethoven quedó sordo después de haber escuchado música.Yo nunca en mi vida pude oír un acorde”.Pero, como Borges frente a los “videntes”, tal vez escuchó lo que muchos no podemos escuchar