A Elisabeth Leonskaja le gusta asumir el protagonismo.Interpreta el movimiento medio lento de forma más bien romántica, una canción sin palabras, sin dejarse perturbar demasiado por las interjecciones de la orquesta que en esta escena, en realidad muy dramática, aquí más soñadora, acaba por enrumbar a Beethoven en el camino del pianista.
La acústica "romántica" de la gran sala auditorio de la Stadthalle de Wuppertal, con una reverberación bastante larga, hizo el resto, envolviendo amablemente al pianista.Se puede accionar en contra con claridad.
Mutter ha construido su carrera sobre la base de un tono rico y brillante y una presencia escénica glamurosa.Cuando Mutter toca fatigada sigue estando a un nivel técnico e intelectual que otros jamás alcanzarían.
Las interpretaciones de András Schiff tienen muy en cuenta las prácticas históricamente informadas, pero no quieren prescindir de los matices de tacto y sonido que ofrece su Bösendorfer e intenta asimismo trasladar las peculiaridades sonoras del piano histórico al instrumento moderno, verbigracia, los registros de colores mucho más diferenciados y la amortiguación menos brusca.
Al final, Aimard bajó del escenario para saludar personalmente a su amigo y mentor Alfred Brendel, sentado en la platea junto a su esposa.Ambos músicos se abrazaron en medio de un estallido de aplausos y ovaciones del público, hasta que el pianista decidió regalarnos dos bises, piezas muy cortas de Kurtág, los estrenos mundiales de Impromptu Johann 27 y de …csak úgy…
"El hecho de que pueda darles las gracias se debe a la casualidad de que todavía estoy disponible por aquí", dice Brendel riendo y tras subir al escenario apoyado en un bastón al concluir el segundo de los recitales este martes en la Sala Robert Schumann, de Düsseldorf, y ante la hilaridad del público por la ocurrencia.
Anne Queffélec, para quien la música dice más sobre la existencia humana que cualquier palabra, tiene una forma de hacer música muy íntima y profunda cerró su recital con el Minueto en sol menor de Händel interpretado de manera tan delicada, tan amorosa y sensual que era ella misma vertiéndose hondamente en su interior de forma meditativa y reflexiva para expresarnos sus sentimientos más allá de lo inefable.
Dame Imogen Cooper interpretó el Beethoven más salvaje, más imprevisible que haya escuchado en un concierto;se sintió sobre todo feroz de cerca, a menudo improvisado, al menos en las primeras variaciones y, por supuesto, en las bellezas bachianas del Largo en do menor de la Variación XXXI.
Sin proponerse destronar a su mentor, Alfred Brendel, Piemontesi se impone por el contrario por su sencillez y por una voluntad evidente de ir a la esencia del pensamiento del compositor, lo que hace que su arte en la ofrenda de estas Sonatas sea indispensable y bienvenido.
¿Qué puede fallar con un pianista como Hamelin, que está por encima de todos los tecnicismos?No mucho, pero esto y aquello: no porque no esté a la altura del trabajo interior o intelectualmente.Más bien, debido a sus eminentes habilidades, disimula la imposición de la pieza, la tensión que sería necesaria.
Kremer y Maisky se hicieron cargo de la parte vocal del lied "Du bist die Ruhe" con sus respectivos instrumentos, alternándose estrictamente al principio y solo al final juntos.En un momento dado, el violín llamó inmediatamente la atención con una tonalidad pálida, frágil, delicada, como si hubiera querido subrayar expresamente el 'Du bist' (Tú eres) con inequívoca precisión y otorgándose así un pequeño respiro.